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Eva conoció a Isabel en el secundario cuando era 1993. Cada una tenía su grupo de amigas y mucho no se hablaban, aunque se llevaban bien. En 1997 estaban en quinto año, terminando la secundaria en su último año.

Para la materia geografía, les tocó hacer un trabajo práctico juntas. La profesora explicó que no los dejó elegir ya que prefería hacerlos trabajar según el promedio de cada uno. Eva se molestó porque estaría más cómoda trabajando con alguna de sus amigas y tratar de mostrarse agradable con la gente no era su actividad favorita. No sabía que a Isabel no le importaban esos aspectos.

Se empezaron a ver en la casa de Isabel ya que su habitación era más espaciosa que la de Eva. Las paredes eran rosas, pero estaban cubiertas de poster con diferentes cantantes y bandas. Las sábanas de su cama eran celestes. A un costado, estaba el estante lleno de libros de ficción junto con casetes de música.

A medida que iban trabajando, se fueron conociendo. Aprendió que Isabel era muy graciosa y puteaba deliberadamente. Eso le dio confianza a Eva para mostrarse tal cual era.

Entendió que tenían muchas cosas en común: escuchaban la misma música y tenían las mismas opiniones respecto a la vida en sí. Había noches donde se quedaban hablando por teléfono sin parar, tratando de entender el sentido de la vida, pensando que era algo totalmente revolucionario a su edad.

Un día, Isabel invitó a Eva a su casa. No harían el trabajo práctico ya que lo habían entregado. No tenían que hacer cosas para el colegio, por lo tanto, no había excusas para verse.

Estuvieron toda la tarde riendo y hablando de cualquier cosa. Isabel prendió la radio y oyeron que estaban pasando Wannabe de las Spice Girls. De un momento al otro, ambas se dedicaron una mirada cómplice y empezaron a cantar la canción. Parecían dos mujeres eufóricas que lo único que querían hacer era cantar y bailar con la otra.

Eva nunca se cansó. Sentía que podía seguir todo el día. No le importaba saberse perfectamente la letra, solamente quería gritar y bailar.

Cuando la canción terminó, ambas se acostaron en la cama de Isabel. Parecía que habían dado un espectáculo a un gran público y habían terminado agotadas. La siguiente canción que pasó la radio fue En la ciudad de la furia. Eva sintió que podía quedarse allí para siempre con Isabel. Miró a su amiga y observó que estaba sonriendo; parecía que nada ni nadie se la sacarían de su rostro.

Isabel le devolvió la mirada, levantó un poco su cabeza y se arrimó a Eva para besarla. Eva le devolvió el beso y así estuvieron lo que quedó del día.

Ese fue el comienzo de su gran aventura.

Se siguieron viendo. Trataban de mantenerlo a escondidas. Los papás de Isabel y Eva no sabían que a ellas les gustaban las mujeres. No querían arriesgarse a obtener un posible rechazo en ellos. Para los padres de Eva, Isabel era sólo una amiga y viceversa. No sabían que cuando estaban completamente solas se besaban y tenían sexo.

Eva no se preocupó por la llegada de su viaje de egresados a Bariloche. Supuso que estaría esos diez días con Isabel, que ambas no tendrían miedo de mostrar su afecto en público porque no estarían sus padres. Estaba feliz con la idea de que serían algo más, aunque sea por ese tiempo.

Un día antes de subirse al micro, Isabel le explicó cuáles eran sus planes en Bariloche.

—En Bariloche podemos estar con quién queramos —estaban en el recreo.

—¿Qué? —su cara se había transformado y la abrazó la decepción.

—¿Qué esperabas que sucediera?

—Yo pensé...

—Acordamos no hacer público... lo nuestro.

—Por nuestros padres.

Cómo ellas se conocieronWhere stories live. Discover now