★Capítulo 39★

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Había pasado la tarde entera en casa de Shouto, ayudándolo a empacar y guardar cosas para la mudanza a los dormitorios escolares a los cuales se trasladarían al día siguiente

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Había pasado la tarde entera en casa de Shouto, ayudándolo a empacar y guardar cosas para la mudanza a los dormitorios escolares a los cuales se trasladarían al día siguiente. El heterocromático la presentó brevemente a su hermana mayor Fuyumi quien la recibió gustosa y emocionada de conocer a la dichosa Tsukare Nigiyaka que le hacía perder el sueño a su hermanito. A su parecer, la peliblanca le pareció muy amable y trasparente, dulce y atenta, casi lo contrario a lo que era el bicolor.

—¡Es todo un gusto, Nigiyaka-Chan—Exclamó achinando los ojos mientras esbozaba una sonrisa transmitiéndole unos cálidos aires de bienvenida que le hacían sentir cómoda a la pelinegra!

—El gusto es todo mío, Fuyumi-San—Contestó un poco impactada por la cordialidad de la mayor.

Tenía un embrollo mental, que la estaba atormentando, una revolución emocional que aparecía como torbellino de pensamientos positivos y negativos que la comenzaban a marear. Su cuello estaba tenso y un implacable estrés se había apoderado de ella. Era todo un embrollo, una revolución de ideas que amenazaban a su personalidad cuestionándose duramente quién era. Sentía una presión el pecho y sumergida en un dilema estropajoso que le producía caras largas.

¿Quién era ella realmente? ¿Estaba mal su percepción de la vida? ¿Se estaba mereciendo ser llamada como villana? Tenía un sinfín de dilemas que no encontraba respuesta. El encierro, el beso, la pelea de sus padres, Endeavor, los dormitorios, la policía, Aizawa, todo era un creciente dolor de cabeza que la estaba colapsando mentalmente. Como si su cuerpo estuviese resentido por la ansiedad pasada y su mente le estuviese pasando factura días después. Pensaba, pensaba mucho en todo lo que estaba pasando que le hacía dudar de su propio juicio. Su corazón estaba encerrado entre dos mundos, como un paraíso sin tocar y como dos voces internas que le repetían cosas distintas y le gritaban lo equivocada que estaba.

Se sintió culpable, como un cohete que bajaba de su garganta pesado y una paranoia que le estaba consumiendo por dentro. Estaba haciendo con los otros lo que juró destruir. Había juzgado a los alumnos del 1-A sin haberlos conocido, alejaba a la gente como método de defensa frente a los tantos maltratos que había pasado, bajo el desespero de evitar que alguien la dañe. Sin remordimientos, sin vendas ni ataduras había pulverizado todos sus lazos que con tanto empeño había roto adrede. Todo ese enojo que creía nato en ella ocultaba una asquerosa tristeza producto de su soledad, pero a la que estaba acostumbrada paradójicamente.

No conocía otra cosa, lo podía extrañar algo que nunca tuvo y tampoco se sentía cómoda teniéndolo. Era extraño, inusual ¿Era esto una crisis de identidad? Seguía odiando a quienes hoy son héroes, eso no cambiaría, pero no quitaba el hecho de sentirse diferente. ¿Y si su madre tenía razón? ¿Y si ella era mala por naturaleza? Pues lo había sido. Sobre todo, con Sukaru y el resto de sus compañeros, quienes le habían dado una mano y ella rechazó en un principio.

Experimentaba un vacío, una lucha interna por su propósito. La había asustado ser encerrada o estar bajo amenaza de ir a la cárcel y también se había incomodado al hablar acerca de su hermano y el accidente. Por lo que le quedó un miedo, una angustia y un nudo en el estómago que le intimidaba. Era demasiado para su ya turbulenta mente. Quería cambiar, quería no ser tan agresiva o meterse en tantos problemas, pero no sabía cómo encarar la situación. También creía que eso era lo que la hacía ella misma, que esa era su esencia, su forma de ser y despedir esa característica no sería fructífero. Además de que no estaba acostumbrada a hacerlo, no sabía como hacer amigos o ser amable ya que nunca lo necesitó.

Perder el control {Todoroki Shoto}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora