★Capítulo 38★

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Unidos en una danza hermosa, donde se usan de pies a los labios

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Unidos en una danza hermosa, donde se usan de pies a los labios. Pegados, encastran con perfección satisfactoria. Muertos de hambre de ellos mismos quienes, desaforados, intercambiaban pensamientos y emociones a través de la boca, pero sin usar la voz. Enloquecidos, embriagados de ellos mismos, de sus propios olores que tanto añoraban respirar mientras sus pechos estaban pegados sintiéndose todo y rodeados de nada. Enfocados en aquello que los junta, bailando al compás del amor que tanto habían estado guardando. Sacando a flote hermosas y cálidas emociones que tantas veces intentaron marginar pero que siempre renacían de las profundidades abismales para culminar en lo que hoy es aquel beso bélico que se disputa entre la suavidad carnosa de sus belfos.

El resto sobraba, eran solo ellos, solos y desamparados en el mundo que tanto los había dañado. No había nada que esconder, ni nada que decir las acciones lo decían todo. Delataban aquello que callaban y ocultaban para protegerse, pero entre ellos se sentían completos y seguros. Ya no eran amigos, tampoco extraños eran simples enamorados que se deseaban y anhelaban al otro. Estando juntos nada los detendría, nada saldría mal porque en compañía sentían que podían contra el mundo.

Puro y pulcro como una fina manta de la más cara ceda blanca, su amor resplandecía destacando en la escena. El vacío en sus corazones, el nudo en sus gargantas y la angustia desagradable que los invadía se había esfumado dando a lugar a un cálido sentimiento en el pecho. Una euforia y alegría que les salía por los poros y le recorría por las venas como un placer culposo. Se esperaban, se deseaban y por fin se probaban en los labios. Grabados como un sello sobre el corazón; llevándose como una marca sobre el brazo. Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo.

Se separaron por la falta de oxígeno mientras jadeando se miraban a los ojos, brillantes y entrecerrados que relucían y gritaban por más. Consumidos por el amor y la emoción juntaron sus frentes riendo y sonriendo coquetamente. Tsukare achinó sus ojos con tranquilidad y paz en su corazón por haberse mejorado las cosas, todo cambiaría porque sabía que tenía a personas a su lado. Que no estaba sola y que nunca lo estuvo. Se sentía feliz por fin, en paz, había tomado el valor suficiente para demostrarle a Shouto sus sentimientos.

—Al fin— Dijo el chico sin poder quitarle la vista. Todoroki sentía un cálido sentimiento en su pecho, y una inevitable sonrisa. La tenía entre sus brazos, al amor de su vida y la había besado, la había probado. Se encontraba en un estado pacífico el cual jamás había experimentado, como soñar despierto porque se sentía vivo gracias a la muchacha de ojos color sol. El odio por su padre, la angustia o sus problemas familiares habían desaparecido ya que al fin estaban juntos, todo estaría bien. No la quería soltar, deseaba tenerla para toda la eternidad, como una droga adictiva que no le permitía existir sin ella. Estar con Tsukare le representaba un ramo de emociones positivas y comodidad. Por encima de todo, sus preocupaciones no importaban ya que al fin su amada estaba entre sus brazos. A salvo como almas desnudas viendo hasta lo más profundo de sus colores cegadores sanaban hasta la más grande herida. —Tsukare—Habló obteniendo la atención de la chica—¿Querrías venir a casa esta tarde? Hay alguien que me gustaría que conozcas.

Perder el control {Todoroki Shoto}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora