CAPÍTULO 2

47 9 10
                                    

Londres

—No lo sé, Jo.

—¿Sabes que si quieres el puesto necesitas ir, no?.

—Lo sé — añadí—. Solo que...es que es imposible explicarlo.

—No, no lo es. Quieres ir, vas a ir y quiero que vayas. Fin de la discusión.

Y me colgó el desgraciado.

No sabía si frustrarme, enojarme, llorar o ponerme feliz. ¡Dios! no tengo ni idea de qué hacer con mi vida.

¿Qué te parece algo de comida? ¿o divertirte un poco con las desgracias ajenas?

Estás empezando a agradarme conciencia.

Giro mis talones en un movimiento suave y simple, pero con estilo. Salgo del edificio de arquitectura y me dispongo a caminar por el puente que conecta a la cafetería.

¿Por qué la cafetería?

Bueno. Mis pasatiempos eran muy simples pero uno de ellos se destacaba por observar.

Sip, soy muy observadora. Soy como una sombra. Siempre estoy, pero nunca me toman en cuenta, lo cual es una ventaja porque sabes cosas de todos, y te entretienes con los problemas de la gente. Eres alguien omniciente en las vidas de los demás.

Muchos dirán que es cotilleo...puede que sí, puede que no. Pero básicamente es mi pan de cada día.

Llego finalmente a las puertas de la cafetería y me propongo en abrirlas. Entro y casualmente no hay muchas personas...básicamente los que se encuentran aquí no querían entrar a clases, o, simplemente los echaron.

Cómo a tí.

Ignorando el comentario de mi conciencia, llego a la máquina expendedora y recojo mi pequeño paquete de galletas de avena; dando gracias que esa estúpida máquina tragamonedas no se quedará con mi dinero.

Toda la cafetería tenía un sistema. Sip, ese mismo que encontrabas en las películas mimadas de niños ricos. Populares de un lado, los raros del otro y todo eso. Mi mesa se encontraba al fondo, aveces me sentaba sola o con mi mejor amigo, pero la mayoría de las veces sola; el muy desgraciado siempre me abandonaba.

Comiendo un poco de mis galletas, me resulta extraño sentir el peso de una mirada sobre mi. Pero lo más extraño es que cuando doy con esa mirada inmediatamente se levanta dejando atrás a su grupo de amigos caminando hacia mi. Así que mientras masticaba mi galleta, esta quedó a la mitad de ser tragada por lo que estaba viendo.

Kanín Dugga, el chico de ojos verdosos capaz de enamorar a cualquiera con esa mirada tierna. cabello marrón desordenado haciéndolo parecer un goodboy de esos de los que te entregan el cielo. Traía una chaqueta de cuero negra encima de una camisa blanca. Unos pantalones blue jeans del mismo color de la chaqueta haciendo juego con unos lentes de sol.

Ocasionado por la fiesta de ayer.

Sus ojos nunca dejaron los míos —a pesar de estar ocultos —, al momento de regalarme una pequeña sonrisa de sus perfectos labios. Estiró una de sus manos para arrastrar la silla frente a él y luego sentarse en ella.

—¿Te molesta que me siente? —preguntó inclinándose hacia adelante para acomodarse en el asiento.

Es extraño.

Entorné los ojos, desconfiada.

—Ya te sentaste, no veo el porqué de tu pregunta — volteé los ojos —¿Qué quieres?

Es extraño preguntar eso ya que Kanín siempre se acerca a las chicas para pedirles una noche de pasión. Y no hay que ser estúpida en la vida para creer que ese tipo de personas se quieran acercar a ti sólo por una simple curiosidad (admítelo leíste after y ahora desconfías de todo,pero igual te atrae).

Si los deseos fueran estrellasWhere stories live. Discover now