Después de ocho años

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No la he olvidado y, por como van las cosas, dudo que lo logre algún día.

Sólo puedo suponer lo que ha sido de su vida en ocho años. Una parte de mí detesta el hecho de haberme convertido en un extraño ante sus ojos. Pero, por otro lado, estoy complacido sabiendo que ella ha disfrutado de algo mejor que lo que tenía para ofrecerle. Su futuro y su reputación habrían estado arruinadas si yo hubiera insistido en quedarme a su lado. Dejarla libre fue la elección correcta. No me habría perdonado ser la causa de conflictos familiares o el origen detrás de una enemistad contra su propio padre.

Mantener la distancia, incluso luego de salir de prisión, era la opción más aceptable. Yo era un completo desastre. No volví a tener sueños ni ganas de vivir sino hasta que Trevor llegó, y para entonces mis prioridades ya habían cambiado. Siendo un don nadie, ¿qué podría haberle ofrecido a alguien que lo merecía todo? Puede que no sea el mejor hombre del mundo, pero las decisiones egoístas están fuera de mi naturaleza, especialmente tratándose de ella.

Y, sin embargo, regresaste a Hampton.

Por largo tiempo, inventé toda clase de excusas para justificar mi regreso. Un padre pasado de años, un taller prometedor, una tranquila rutina lejos de la ciudad y un ambiente apropiado para criar a mi hijo. Me aferré con desesperación a las oportunidades que estaban a mi alcance, incluido el intento de relación con Row. Sobra decir que en eso último fracasé estrepitosamente. Y no porque Verónica no fuera buena, sino porque juntos éramos como una mala unión de agua y aceite. Dos imanes puestos al reverso y unidos a la fuerza por la necesidad de compañía. Ambos hicimos nuestro mayor esfuerzo para hacerlo funcionar, pero con el pasar de los meses nos dimos cuenta de que jamás bastaría.

Entonces comprendí que los motivos que me trajeron a Hampton, esos a los que me aferraba con tanta obstinación y en los que procuraba encontrar sentido, vida o estabilidad, eran sólo pretextos para ocultar la verdad. Y esa verdad tenía forma de esperanza: la esperanza de cruzarme con ella otra vez.

Es algo que sigo deseando, aún cuando las probabilidades son escasas. Lo poco que sé es que no ha vuelto a poner un pie en el pueblo desde que se marchó a la universidad. Su padre me lo confirmó la primera vez que hablamos, hace un año o más. Dijo que le iba estupendamente en la ciudad, que estaba en proceso de comprar su propio apartamento y que era feliz enseñando a niños. En sus planes no estaba volver, así que eran los Hemsley quienes la visitaban cada tanto. Me guardé cualquier pregunta temiendo revelar más de lo que debería. Sin embargo, no fue difícil ver cuánto le afectaba aquello al oficial.

De todas las personas en Hampton, nunca esperé recibir un trato agradable de Christopher Hemsley. Mucho menos que se sintiera lo bastante cómodo para hablarme de su familia o lo mucho que extrañaba a su hija. Y, no obstante, allí estábamos: compartiendo experiencias siempre que coincidíamos en Mochee's.

Él me pareció más accesible. Creo que los años lo cambiaron de una buena manera. Ya no quedaba nada del tipo huraño que me miraba con cara de asco. Al principio, no supe cómo manejarlo. Las tensiones que habían quedado entre los dos estaban frescas en mi memoria, al igual que nuestro último encuentro, el día que me ordenó mantener la distancia con su hija luego de que prácticamente me la comiera a besos en el prado.

Claro que él no lo sabía. No tenía idea de lo mucho que nos deseábamos o cuánto nos queríamos. Por aquel entonces nuestras emociones no tenían valor, dado que yo era un perdedor. Pero ahora que me topaba con él cara a cara, tuve la impresión de que los viejos prejuicios habían quedado atrás. Llegó a felicitarme por el taller, por la casa, por la vida libre de problemas que construí. Era como si hablara con una persona diferente, aunque siendo honestos, yo también lo era.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Where stories live. Discover now