Capítulo 34 : Paredes en blanco

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WILLOW

Cuando abro los ojos, lo primero que distingo es el tenue resplandor de la luna filtrándose por las puertas francesas del balcón. La madrugada sigue su curso natural, una señal clara de que no he dormido mucho. Después de un Trevor que me mantuvo dando saltos durante todo el día y un Daven que exigió mi atención de formas más íntimas, creí haber alcanzado el punto máximo de agotamiento para caer como piedra. Pero, tengo una mente inquieta y un corazón roto que frecuentemente conspiran en mi contra. Los esfuerzos por relajarme quedan reducidos a cenizas cada vez que recuerdo lo que estoy haciendo mal. O sea, todo.

Sé que el silencio me pasará factura en cualquier momento, pero no puedo dejar de aferrarme a él.

Jesús, soy la mujer más cobarde del mundo. Alguien que se esconde, huye y usa evasivas para sepultar verdades. Pensé que conocía bastante bien el alcance de mis propios miedos e inseguridades. No obstante, mientras más me hundo, más los siento crecer y absorber los escasos matices de color que aún pintan mi alma. Están empujándome a tomar malas decisiones y no tengo idea de cómo detenerlos. Parece que cualquier camino bueno o malo que tome, me convertirá en una malvada perra mentirosa a los ojos de alguien.

La vida no debería tornarse tan complicada. Debería ser simple, plana. En lugar de ello, te lanza baldes de agua helada y te deja tirada en la oscuridad a riesgo de morir de una jodida hipotermia. No hay frazadas cerca para acurrucarse ni una confortante bebida caliente para entrar en calor. Sólo caminos sombríos que recorres en busca de una deseada, preciada y necesaria luz. A veces la encuentras a la primera, brillando cerca de la calzada. A veces debes andar y andar hasta que finalmente te topas con ella en el lugar y momento menos pensados.

Yo la encontré en el instituto, a los dieciséis. Y la perdí un año después.

He tratado de ver mi regreso, y el reencuentro con Dave, como una oportunidad para salir del caos emocional en el que me dejó la pérdida de nuestro bebé. Incluso Jenkins apoya la idea de que enfrentar el pasado podría darme el cierre que no he conseguido en dos años de terapia. Tocamos el tema durante nuestra última sesión, antes de recibir la noticia de la muerte de mi padre. La sugerencia de la doctora no sonó tan descabellada al principio, aunque sospecho que fue porque me hallaba a ocho horas de distancia del pueblo. El riesgo no parece tan grande cuando no ves el abismo, y yo no lo estaba viendo. Llegué a pensar que quizá sería una buena solución, la clase de cosa que podría manejar. Sin embargo, en cuanto pisé Hampton Valley supe la verdad: no es tan sencillo.

El día posterior a la pelea con Arlene, tuve que escuchar a Jenkins repetir nuestra última conversación de inicio a fin. No me quedó más remedio que devolver su llamada para hablarle sobre mi progreso en los casi dos meses que llevo en el pueblo. Decir que no está satisfecha con mi falta de determinación es un eufemismo. Lo desaprueba totalmente. Pero, por otro lado, es la única que entiende las luchas internas con las que debo lidiar.

—Se supone que es mi trabajo. —dijo cuando lo mencioné. —Me pagas para que te entienda.

—Gracias por aclarar que sólo importa el dinero.

—Hay terapeutas y luego estoy yo.

—Lo he notado. —guardé silencio por varios segundos antes de agregar—: Me gustaría ponerle fin al asunto de una vez. Arrancar la curita, cortar la cuerda, dejar caer el peso, ya sabes. Pero, tengo tanto miedo, Jenkins.

—La sanación emocional es un proceso lento. —comentó con esa voz apacible que siempre daba la impresión de disimular un bostezo. —Como cuando un hueso empieza a soldar. Lleva tiempo, cuidado y mucha fisioterapia recuperar la antigua movilidad.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora