Epílogo

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DAVEN


—Trevor, los gritos. —reprendo a mi hijo por enésima vez mientras juega con Booh justo en la entrada del estudio (como si la casa no fuera lo bastante grande). —Intento tener una charla de trabajo. —agrego en tono firme.

—Lo siento, papá.

Vuelvo a colocar el teléfono en mi oído.

—Perdona, Luna. ¿Qué decías?

—Una exposición. Quieren obras tuyas y de Kevin para mostrar en la Universidad de Quebec dentro de dos meses. —escucho un libro siendo hojeado al otro lado de la línea. —Oh, y no olvides la entrevista de la próxima semana.

—La recuerdo bastante bien. —rezongo.

—Vamos, será divertido. Tendrás una sesión de fotos en un hotel lujoso y conseguirás dos páginas en una importante revista de arte. —añade con entusiasmo. —Todo será muy profesional y elegante. Stephanie es un encanto de reportera, la conozco desde que íbamos a la universidad. Te hará sentir tan cómodo que ni siquiera notarás que se trata de una entrevista.

Pongo el teléfono en altavoz y me muevo a través del taller en busca de la pequeña lima eléctrica que uso para difuminar bordes. La encuentro cerca de la sierra de mesa.

—Nunca voy a sentirme cómodo contándole mierdas personales a una desconocida. Creí que ya lo sabrías. —objeto.

—Tienes que empezar a superarlo, Daven. —replica y puedo imaginarla poniendo los ojos en blanco. —El éxito va aumentando y debes aprender a sacarle provecho o te quedarás en la sombra.

—La sombra está bien para mí.

—Bueno, eso no servirá si quieres que la galería progrese. —suspira. —Por fin estamos lográndolo como equipo. Tú, Kevin, los chicos de la agencia. El esfuerzo en conjunto nos ha hecho crecer. Sería un completo desperdicio detenernos ahora. Yo misma lo dejé todo para acompañarte en esta aventura y no voy a parar sólo porque eres un esnob que entra en pánico cada vez que tiene una entrevista. Sé que no te gusta la gente y que preferirías pasarte los días tallando en cómodos pantalones de chándal, pero eso no bastará para hacer historia. Y quiero hacer historia.

—Estás excediéndote.

Ella se carcajea.

—Ya hablas como Leah. —dice, burlona. —Lo siento, tengo una mente loca y muchas ganas de hacer cosas. Irás a esa entrevista y a todas las que te consiga porque es bueno para el negocio. No hay discusión.

Me detengo frente al cuadro a medio tallar ubicado sobre el soporte de metal que mandé construir específicamente para este fin. Examino las líneas sobre las que necesito trabajar e inicio con la tarea partiendo de la esquina inferior derecha del cuadro, donde descansan los pies de la mujer. Ella está acostada boca arriba sobre la hierba, su rostro vuelto en mi dirección con la mirada ausente. Una tela transparente la cubre de pies a cabeza disimulando, sin mucho éxito, su desnudez. Cuesta encontrarle forma a una pieza inacabada, pero después de trazar al menos seis bocetos en papel y añadir una docena de anotaciones sobre cuánto tallar aquí o allá, no tengo problemas en ver que quedará tal como lo imagino.

—De acuerdo. —digo hacia el teléfono que descansa a un lado. —No volveré a quejarme de las entrevistas. Aunque tal vez deberías acordar con Kevin...

—Kevin no talla madera. —me recuerda Luna. —Ese es tu punto fuerte. No puede reemplazarte todo el tiempo.

Ruedo los ojos.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora