Capítulo 3 : La loca

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DAVEN


Cuando abrí la puerta que daba a la oficina de la consejera escolar, mi corazón se detuvo por varios segundos antes de prorrumpir en latidos enloquecidos. La señorita Meyers, esa mujer de cejas horriblemente tatuadas, falso cabello rubio y uñas pintadas de rojo, levantó la vista desde detrás de su escritorio para examinarme de arriba a abajo. Joder, como odiaba la forma en que me miraba. Era como si atravesara carne, hueso y todo lo demás y decidiera que no había nada dentro que pudiera salvarse. Un chico complicado. Un caso perdido. Alguien destinado a pasarse la vida buscando problemas y, tal vez, drogándose en el proceso.

Habría pasado su inspección sin sentirme inquieto si papá no se hubiera hallado sentado frente a ella. Pero, allí estaba. Con los pantalones manchados de grasa de auto y esa vieja camisa de cuadros que le había pedido no volver a ponerse por estar repleta de parches. Juré, en aquel momento, que tiraría la estúpida prenda a la basura a la primera oportunidad. No podía ir por allí luciendo como un indigente. ¿Cuántas veces más tenía que repetírselo?

―Ainsworth, no se quede en la puerta. Entre de una vez, ¿quiere?

No tenía opción, así que obedecí a la bruja asegurándome de mantener una expresión de fastidio todo el tiempo. Entonces me dejé caer en el asiento junto a mi padre sin soltar la mochila. Esto no podía durar más de un par de minutos; conocía el procedimiento tan bien como conocía aquel lugar.

Siempre me había parecido que el espacio era demasiado grande para tratarse de la oficina de una simple consejera. Había una enorme ventana que daba al pasillo interior del segundo piso y que les permitía a los estudiantes de paso lanzar miradas entrometidas hacia el interior. Olía a una mala imitación de perfume y las paredes estaban repletas de esos títulos enmarcados de los que a Meyers le encantaba presumir, como si su formación académica debiera ser del interés de la gente.

―Creo que conoce la razón por la que llamé a su padre.

Me encogí de hombros con indiferencia.

―La actitud de adolescente rebelde no le servirá de nada. ―dijo Meyers entrecerrando los ojos con enojo. ―Más vale que lo vaya entendiendo si es que quiere ser alguien en la vida. ―se enderezó en la silla y forzó una expresión impasible. Lo único que pensé es que ella tenía que relajarse. ―Señor Ainsworth, ―añadió hacia mi padre en un tono menos duro. ―como consejera escolar, mi trabajo es guiar a los jóvenes de esta escuela y asegurarme de su bienestar. Sé que Daven está atravesando un momento difícil. A su edad todos tratamos de decidir qué es lo que queremos ser o hacer en el futuro.

Ahora hablaba como si yo no estuviera. Increíble.

―Sin embargo, ―prosiguió. ―me temo que su conducta está saliéndose de control. El año apenas comienza y ya ha estado involucrado en dos peleas. Dos. Sólo mire los moretones en su cara.

―Y eso que no ha visto al idiota que me buscó pelea. ―solté sin ninguna vergüenza.

Los ojos azules de la mujer destellaron con desprecio.

―He visto a un chico que se niega salir de casa por vergüenza a que le miren el rostro destrozado.

―Es un marica.

―No empeore la situación usando ese lenguaje en mi oficina. ―advirtió. ―Esto no es un juego. Acaba de cumplir dieciocho años. Tuvo suerte de que los padres de Miller no presentaran cargos.

Fruncí el ceño. El gesto me produjo cierto dolor en la ceja izquierda, donde tenía un corte que había tardado en parar de sangrar y que, seguramente, dejaría cicatriz.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Where stories live. Discover now