Capítulo 23 : La casa de la colina

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WILLOW


En bragas de algodón y con la camisa de Daven puesta, reviso mis opciones en el armario. Pese a que me queda enorme, la prenda ha sido mi pijama favorita desde que se la arrebaté, y he decidido que seguirá perteneciéndome hasta el fin de los tiempos. Me gusta demasiado para dejarla ir. 

Nat llama mientras me encuentro en pleno debate entre unos pantaloncillos negros o un vestido de verano de tela ligera, mangas cortas y con un bonito escote redondeado. Tiene pequeños lunares estampados sobre un fondo azul oscuro y una cinta para ajustarlo en la cintura.

—¿Qué tan largo es? —inquiere mi amiga.

Lo coloco por delante de mi cuerpo para medirlo.

—Me llega a los muslos.

—Suena discreto.

—Pero, ¿discreto para qué? Dave no quiere decirme adónde iremos.

—Querida Willy, —comienza en tono profesional. —no importa adonde te lleve. Lo que importa es que sea de fácil acceso para follar románticamente... o tal vez como conejos. Cualquiera estará bien mientras lleves un vestido.

Suelto una carcajada.

—Necesitas dejar de relacionarlo todo con el sexo, Nat.

—Soy la voz de tu líbido.

—Ahora que lo pienso, ¿cuándo fue la última vez que te acostaste con alguien? Pareces necesitada.

La escucho suspirar con dramatismo.

—Han pasado ochenta y cuatro años.

—Creí que estabas disfrutando los rollos de una noche. —añado al tiempo que me posiciono frente al espejo para inspeccionar el contraste del vestido contra mi piel. La verdad hay mucho. Estoy pálida y se nota. —¿Nat?

—Puede que ya me esté aburriendo de lo mismo. No quiero ser sólo una follada para toda la vida. —bufa. —En fin, sólo ponte el vestido. Hace un calor de locos y apuesto a que te queda lindo.

—Sí, me gusta.

—Y no olvides acicalarte profundamente. Muy. Profundamente. Pero, no te esmeres tanto con el pelo porque te lo arruinará de todos modos.

—¿A... já?

—Y hace calor, así que ya te imaginarás.

—Estás tan loca Nathalie.

—¡Precaución! —exlama. —Una chica tiene que conocerse y administrar bien su tiempo.

Pongo los ojos en blanco.

—De acuerdo, voz de mi líbido.

—¡Nathy! —gritó su padre en algún lugar al otro lado de la línea.

—Llama luego, te quiero.

Lanzo el teléfono sobre la cama y me examino en el espejo una vez más. Daven no dio detalles sobre el lugar que visitaremos. Su única respuesta cuando pregunté qué demonios debía ponerme fue "cualquier cosa servirá". Claro, esa era una pista de lo más importante. Frunzo los labios y hago una mueca antes de decidirme por el vestido. 

Después de comprobar la hora y poner un poco de música en mi laptop, camino al cuarto de baño para darme una ducha de acicalamiento intenso (cabe destacar que planeaba hacerlo antes de que Nat lo sugiriera). No es que tenga en mente que suceda algo hoy, pero uno nunca sabe. El "por si acaso" me ha salvado la vida antes.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora