Capítulo 7; Una ''cita'' desastrosa.

Comenzar desde el principio
                                    

-Disculpe señora, pero.. ¿Qué quiere decir con eso?.- Preguntó un aventurado compañero, haciéndonos un gran favor a todos los demás. La señora atendió su pregunta y sonrió, dando una pequeña vuelta sobre sí misma mientras chasqueaba sus dedos.

-He sido informada de que la antigua directora os dejaba bastante libertad, como si esto fuera un circo en el que podáis estar danzando de un lado hacia otro.- Intenté digerir lo más amablemente esas palabras, que tan solo me traían malos pensamientos a la cabeza.- Sois, sin ofender, enfermos mentales que necesitan cuidados y tratamientos diferentes a los de una persona normal.- En la sala pudo escucharse un gran suspiro de desolación tras sus palabras.

-Disculpe, pero somos personas con problemas que necesitan atención, vigilancia y superación.- Gruñí, poniéndome en pie. Coral susurró que era una mala idea y Sid.. Sid carcajeó orgulloso.- No somos unos retardados mentales a los que se le cae la baba que necesitan atención cada dos segundos.- Negué con la cabeza, siendo devorado por la mirada de la señora y de los enfermeros, quienes me hicieron un gesto para que me detuviera que ignoré por completo.- Somos adolescentes que tienen distintos problemas, unos más graves que otros pero no somos más que eso, adolescentes. Dentro de lo que cabe, somos personas normales. Necesitamos un poco de libertad aunque estemos encerrado en un maldito recinto veinticuatro horas trescientos sesenta y cinco días al año. Así qué, si piensa que va a venir aquí a reprimirnos como si fueramos peor de lo que ya somos, le invito a que se vaya.- Afirmé mis palabras con una pequeña y ladina sonrisa mientras desafíaba a lo lejos la mirada de la señora, que hasta el momento, no me había quitado un ojo de encima.- Y le aseguro que no hablo por mi solo.- Ensanché un poco la sonrisa y tomé asiento de nuevo, agachando la cabeza para respirar hondo y suspirar. La señora soltó una pequeña carcajada.

-Tienes razón, en ningún momento he pretendido ofenderos.- Razonó.- Pero no conoces mis planes, así que no tienes derecho a juzgarme tan solo por mis palabras. Quiero mejorar este sitio y lo haré.- Respondió mientras caminaba hacia una de las sillas que había a sus espaldas y sacaba una pequeña carpeta de un bolso negro que había junto a un abrigo.- He analizado que en los últimos dos años, la actividad de este lugar ha disminuído notablemente. Nadie quiere dejar a sus familiares aquí por gente como tú.- Añadió, haciéndome fruncir el ceño mientras volvía mi mirada de nuevo contra la suya. Solté un gruñido y apreté mis puños, cosa que Coral y Sid notaron, dándome una pequeña caricia en el hombro para que me tranquilizara. 

La señora se dio la vuelta y continuó hablando de algo que, realmente, no me interesaba. Ya había perdido todo el interés en escuchar sus supuestas mejoras para el lugar. En lo que sí había ganado interés era en hacerle ver cómo de retrasado puedo llegar a ser.

8.00 PM

El anochecer caía sobre el inmenso edificio de Moorfields y con él, parecía decaer mi ánimo. Como castigo por semejante espectáculo en la presentación de una interesada en la propiedad, me sancionaron dejándome toda la tarde en mi habitación. 

No le di importancia, a veces me gustaba dedicarme tiempo a mi mismo y pensar sobre mis cosas. 

Me aburrí demasiado, recorrí la habitación de extremo a extremo y joder, incluso me eché una siesta a pesar de que las odio con toda mi vida. Pasé mis manos por mi cara para intentar despejarme y me levanté de la cama, estirándome hacia arriba a la vez que bostezaba; caminé hasta la ventana y la abrí para que entrara un poco de aire fresco, encendí la luz y me senté en mi escritorio. Decidí ponerme a hacer cualquier chorrada para matar el tiempo hasta la hora de cenar, donde terminaba mi castigo. Cogí un par de hojas del fichero de las clases, el estuche y nada más abrirlo, encontré la nota que me había escrito Sly. 

Sonreí nada más verla y la releí un par de veces, quedándome prendado por la forma en la que trazaba cada palabra sobre el papel. Tenía una letra realmente bonita. Intenté recordarle, pero no tuve éxito alguno. Guardé la nota de nuevo, cogí un lápiz y comencé a dibujar en una de esas hojas, pensando en cómo sería recordar el rostro de alguien sin tener que verlo, como sería ser un poco normal y vivir en la ciudad, lleno de peligros pero a la vez lleno de libertad. A pesar de que no alcanzaba los dos años -pero casi- aquí, ya me había olvidado de lo que era hacer cosas tan simples como sacar la basura o salir a comprar el pan. Ni si quiera recordaba como era mi instituto. Genial, ¿no?

En el olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora