Capítulo XV

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Capítulo XV (Segunda Parte - Cap I) / Narrador Aleksander (Aviso, se avecinan capítulos muy sangrientos)

Su rostro era un soplo de aire fresco. Un aire silvestre y nostálgico. Como el aroma que deja la lluvia tras de sí, como el olor a verde pradera, o el del viento sobre la mar.

Se mostraba ante mí tan bella... Quién hubiera sido pintor, para dibujar el lienzo con el retrato más hermoso del mundo: el suyo. O músico, para componer por ella la canción más melodiosa que el alma pudiese escuchar. O poeta, para poder soñar con su amor. Pero, ay de mí, que ni cuatrocientos, o más, años pudieron desarrollarme por completo en ningún arte.

Estaba destinado a la soledad, a correr por la noche y perderme en los bosques, o tumbarme sobre la hierba a mirar la luna brillar.

Allí estaba ella, preciosa, como pocas mujeres he podido ver. Sonreí, idiota de mí, sabía que no podía acercarme a ella, sabía que no podía hablarle ni entablar una conversación.

No, aunque yo le atrajese, acabaría asustándose cuando supiera que soy un... vampiro.

Sí, me han denominado de tantas formas... Vampiro, demonio, ser infernal, monstruo, "bicho"... Aberración, también. Tantos adjetivos. Veían un hombre elegante y cordial, cuando en realidad yo era un animal, y al conocerme se daban cuenta de ello. Por eso me aterraba conocer a gente, por si averiguaban que yo era una bestia. Una bestia que necesitaba sangre...

Sangre..., sangre...

Mi corazón palpitando me la pedía.

Mi boca pastosa y sedienta la anhelaba.

Mis tripas rugían.

Pero mi alma apaciguó a todo mi cuerpo tan pronto exhaló el primer suspiro por aquella mujer. Fue verla y olvidar que yo era un ser forjado en las llamas del Infierno.

Mas... ¿qué importaba? Jamás me acercaría para hablarle. Sólo sería otra mujer con la que fue bonito soñar unos minutos.

Sin embargo su rostro estaba triste. ¿Cómo una mujer tan bella podía estar triste? ¿Cómo podía marchitarse su belleza con lágrimas? ¿Qué estaba...?

¿Qué estaba haciendo?

Se iba a suicidar arrojándose por un acantilado. En el mismo lugar en el que yo me intenté suicidar hace tanto tiempo, momentos antes de que me sumergiese en las tinieblas. Pero yo no iba a devorarla con mi oscuridad, no. No, ni iba a permitir que ella apagase la luz que ella suponía. Corrí, corrí, y corrí, y justo en el momento en el que ella se precipitaba hacia el vacío la sostuve. La salvé. La había salvado. Sí... Era un héroe. Hacía años que no salvaba a una vida. ¿Cuánto? No, más, un siglo, sí. Había olvidado lo bien que se sentía uno cuando salvaba la vida, en lugar de arrebatarla.

Cayó al suelo y me miró. Sus ojos posándose sobre los míos me robaron una sonrisa. La mujer a la que no iba a atreverme a hablar me miró y empezó ella la conversación. Siempre recordaré sus primeras palabras. Fueron: "¿gracias?"

Estaba enfadada por haberla rescatado, y la invité a suicidarse otra vez, si se atrevía, pero no fue capaz. Supe que no lo sería. La abracé y la tranquilicé. La toqué... Su tremendo cuerpo, el cual despedía un aroma digno de una diosa. Olía tan bien... Tenía una vena en el cuello que palpitaba que parecía invitarme a la perdición. Pero no iba a sucumbir ante mi hambre, no. Lo que empecé a sentir por ella se presentaba ante mí como algo superior a un antojo. Un antojo que me llevaba durando meses. Sangre...

Sangre..., oscuridad...

Soledad...

Sangre...

Cenizas Bañadas en SangreWhere stories live. Discover now