Capítulo XXVIII

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Capítulo XXVIII(Cap. IX - Tercera Parte)

Seguía atónita por lo sucedido. De un momento para otro, Silvia había llegado, me había enfadado con ella, y...

- ¿Por qué vino? - pregunté. - Quería chivarse a la policía. Ella...

- Os oí. Silvia quería ver cómo te iba, y si estabas mejor que ella, se habría chivado. Tú lo dijiste, era tu amiga para verte caer y sufrir y así ella sentirse mejor, no te agobies.

Aleksander posó sus manos pringosas de la sangre de Silvia sobre mi cuello, y lo acarició.

- Mi niña, cuánto te queda por vivir. Aun así...

Vi sombra en sus ojazos.

- ¿Qué...?

- Nada.

- Dime, dímelo.

- ... - se quedó en silencio, buscando las palabras apropiadas que decirme. - Esperé, por un momento, que la perdonases. No quiero que mi maldad te consuma. Tú eres una bella flor, no quiero que mi oscuridad te marchite. Sin luz, no podrás florecer.

- Me acostumbraré a otra luz... la de la luna, y brillaré junto a ti, mi amor. - le dije, y besé sus labios, con algo de sangre de Silvia en ellos. Era una escena... muy profana y digna de condenar a dos pobres almas al Infierno. Me aterró esa idea, y él se dio cuenta.

- Limpiémonos, mi niña.

- Ah, cierto, ¡tu herida! ¿Qué ha pasado, mi amor?

- Te prometí que volvería, y así lo hice. Ahora te cuento. Duchémonos.

- Pero... juntos, ¿vale?

Sonrió, asintiendo.

Nos desnudamos, uno enfrente del otro, con confianza y complicidad, con deseo y alegría. Entramos en la ducha, nos juntamos el uno con el otro en un momento cada vez más mágico, y... a Aleksander se le había olvidado encender el calentador. Se fue corriendo a encenderlo, quedándome yo a solas, esperándolo. No quería seguir sufriendo en soledad... Llegó enseguida, pero me había parecido un año entero. Lo abracé, juntando nuestras pieles, nuestros cuerpos desnudos, y el agua caliente comenzó a caer sobre nosotros. La herida de bala le había atravesado el hombro, y ya estaba curada. Besé donde había sangre suya seca, y al poco se la froté para limpiársela. Me miró con un brillo inusual en los ojos. Nunca me habían mirado así, y nunca me acostumbraría a que me mirasen así. Besé sus tiernos labios que dibujaban una sonrisa y entonces nos excitamos, haciendo el amor en la ducha, un poco incómodos, pero de forma especial y apasionada, con el agua caliente cayendo sobre nuestros húmedos cuerpos.

Cuando acabamos nuestros momentos de pasión desenfrenada nos vestimos y fuimos hasta su cuarto, otra vez. Nuestro lugar de estrategias. Entonces, comenzó a contarme lo sucedido:

- Fui a hablar con Galios primero, y después con Carlo. Te cuento...

>> Llegué al bosque, y me puse a seguir el rastro de las huellas de lobo más recientes. Cuando encontré su guarida él estaba en posición de guardia, encarándome, rugiéndome en su forma de lobo.

- Estoy aquí para hablar, Galios. - le dije en aquel griego antiguo que usábamos.

No dijo ni hizo nada. En su lugar, se quedó un buen rato mostrándome sus fieros colmillos, gruñéndome. Yo tampoco bajé la guardia ni un momento. Sabía que era demasiado fuerte para mí, conque decidí esperar. Al poco se transformó en humano, y me dijo:

- Hace mucho tiempo, Aleksander.

- Demasiado.

- ¿Qué quieres decirme?

Cenizas Bañadas en SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora