Capítulo III

1.4K 110 14
                                    

Otra vez las clases en un fatídico lunes. No había pegado ojo en toda la noche. Los golpes y llantos de mi madre habían resonado hasta lo más profundo de mi corazón, otra vez, marchitándolo y deteriorándolo. Para poder mantenerme cuerda había estado pensando en ese extraño personaje, Aleksander. Me apetecía que se hiciera de noche de nuevo para poder quedar con él. Quería saber más de su vida. Tuve una hora para indagar, pero preferí disfrutar del silencio a su lado que incordiarlo con preguntas "banales".

Y allí seguía, pensando en él, con el profesor hablando de a saber Dios qué. Mi amiga estaba flirteando con Álvaro. Se sentaban juntos. Los envidié, aunque quizá él ni sintiera nada por ella. Yo quería estar con Aleksander. El profesor interrumpió mi estado meditativo para hacerme una pregunta del temario que estaba "enseñando", si es que se le podía llamar enseñanzas a lo que él hacía. No supe contestar su pregunta, y me miró con su mirada de perro rabioso bajo sus cejas pobladas canosas. Me dieron ganas de darle una patada en la cara e intentar arreglarle lo que Dios no supo hacer.

Para colmo, el grupo de "populares" hicieron un comentario sobre mí que no entendí, pero que provocó la carcajada de toda la clase. El profesor mandó silencio a todos, y le hizo la misma pregunta a Carol, típica chica por la cual todos los hombres están detrás y ella aprovecha para sacar ventaja de ellos. Cómo no, supo contestar la pregunta. No sabía cómo lo hacía. Lo tenía todo. Fama, hermosura, inteligencia, y becas. Yo, por el contrario, era fea, marginada, y estúpida, a pesar de estar estudiando lo que me gustaba. Froté mis ojos, rodeados de ojeras, y bostecé tapando la boca, sin embargo también lo usaron para atacarme, llamándome "camello".

Los minutos pasaban. Cada vez se hacían más pesados, y el tema más tedioso. Parecía no acabar nunca. Sólo se oían los susurros de las voces de Silvia y Álvaro, flirteando, y comentarios hirientes. Sonó el timbre. Una hora menos. En los cinco minutos entre clase y clase me quedé abstraída mirando el techo. Más comentarios, más minutos pesados, más profesores coñazo. Más temas que me parecían insulsos. Mi entorno le quitaba todo el interés que una vez pude tener por los animales. Volvió a sonar la alarma. Lo mismo de siempre, hasta el momento del descanso. Por fin Silvia se separaba un momento de Álvaro, quien se iba con sus coleguillas, y ella me hacía un poquito de caso.

- Buah, tía, no sabes lo que me ha contado Álvaro. Me dice que "blablablabla". - eso es lo último que sonó en mi mente. "Porque y esto y lo otro", contándome cotilleos de gente que ni me importaba. - ¿Me estás haciendo caso? Hello.

- ¿Eh? No, no mucho.

- ¿Qué te pasa?

Normalmente ponía cara de atención, aunque seguían sin importarme los cotilleos de la gente. Era mi mejor amiga, pero no soportaba que fuese tan chismosa. Sin embargo, abstraerme, para ella, le resultaba extraño. ¿Qué hacer? ¿Contarle que había conocido a un chico que no podía quitarme de mi mente, o alguna otra cosa sin importancia?

- Nah, estoy atontada hoy.

- Hoy y siempre.

- Ah, muchas gracias.

- Te lo digo con cariño. Además, sabes que es la verdad.

- Bueno...

- Dime, anda, qué te sucede. No seas puta.

Esbocé media sonrisilla. Me recogí el pelo por detrás de la oreja y la miré, brillándome los ojos. Parecía una niña enamorada de un hombre más mayor.

- He conocido a alguien...

- Lo sabíiiiiiia. ¿Quién es? ¿Cómo es? ¿Qué edad tiene? ¿Estudia, trabaja, no hace nada? ¿Cómo lo conociste? Cuenta, cuenta, ¡¡cuenta!!

Cenizas Bañadas en SangreOnde histórias criam vida. Descubra agora