Capítulo XIII

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Fue volver y sentirme como una mierda de nuevo. Cierto es que los lugares los determinan las personas, pero, a pesar de estar con Aleksander, aquella ciudad tenía demasiados recuerdos para mí. Llegamos a casa, un lugar apartado y solitario donde al menos podía desconectar del resto de la civilización. 

- ¿Estás bien? - me preguntó.

- Sí... Bueno, estoy pensando en mi perrita. Hace mucho que no la veo y ya la echo de menos.

- Vamos a verla, si quieres.

- ¿Sí? ¿Harías eso por mí?

- Claro. Yo no estoy cansado, aún. - me sonrió. Casi siempre tenía mucha vitalidad, pero me sorprendió que tuviera fuerzas después del viaje en avión. Resultaba agotador, aunque apenas fuesen tres o cuatro horas. Fuimos en moto y llegamos en un periquete. No deshice la maleta, pero aquel hombre no me juzgaba mal y me hacía sentir libre. Podía ser yo misma, y descansar si tenía que descansar. No me obligaba a ser responsable. Era hora de ser irresponsable y de vivir la vida a lo loco, de hacer cosas de las cuales arrepentirse, pero a su lado. Porque él era el hombre en el que podía confiar. Eso pensaba, o eso quería creer...

- ¿Qué horas son éstas de venir? - preguntó mi abuela. Aleksander se quedó abajo esperándome.

- Perdón, acabo de llegar de un viaje.

- ¿Qué viaje? No me has dicho nada.

- De la universidad, ya sabes.

- Cuéntame, ¿dónde has estado?

- Espera, luego te lo cuento, ¿vale? ¿Me dejas pasear a Sasha?

- Vaya horas son. No sé nada de ti durante días y ahora vienes pidiendo. Como siempre todo el mundo sólo sabe pedirme, y pedirme, y... - la dejé refunfuñando. Hablaba más para ella misma que para otros.

Salí a la calle con Sasha en un arnés, lamiéndome y jugueteando conmigo, pero en cuanto vio a Aleksander comenzó a ladrar. Furiosa, encarándosele, igual que la primera vez que lo vio.

- Lo siento, no suelo caer bien a los animales. - me dijo.

- ¿Por qué?

- No sé, suele pasar, y me siento muy mal. Me ladran como si fuese un demonio... - dijo melancólico.

- Calla, no digas eso, eres el hombre más bueno que conozco. Son cabreos que tiene a veces ella, no te preocupes.

- Os dejo solas, así podéis jugar a gusto.

- Pero yo quiero estar contigo...

- Ya, pero ella conmigo no. En quince minutos vuelvo, ¿vale?

- Vale... - acepté triste, porque quería que fuéramos los tres jugando. Se fue caminando cuando me quedé a solas con mi perrita, jugueteando, riendo, y haciendo el bobo. Pero todo estaba yendo demasiado bien. Como oliéndome, o sabiendo que yo estaba allí, o alguna burla cruel del destino, Santi apareció, silbando.

- Adriana, vaya, vaya, y Sasha. Dos perras jugando.

Me asustó verlo, y más después de la última vez que me pegó. Y no estaba Aleksander para protegerme. Amor, ¿dónde estabas? ¿Me abandonabas de nuevo? Intenté ignorarlo, pero me agarró del brazo y me dijo:

- Eres mi perra. Ladra para mí, guau, gua... - y le asesté un codazo en la tripa. Sasha ladró muchísimo, lanzándose incluso a por él, a morderlo. Intentó esquivarlo pero mi princesa lo enganchó en el brazo. Entonces él le pegó un puñetazo que la arrojó al suelo, y echó a correr. Mi perra iba a ir detrás de él pero la contuve. - No, no, no... - y comencé a llorar. De inmediato apareció Aleksander.

Cenizas Bañadas en SangreWhere stories live. Discover now