extra: tara&owen

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Por lo general, Owen prefería transcurrir sus noches refugiado en el apartamento, hundido en el sofá, manipulando un controlador de juegos o el teclado de su computadora, mientras se dejaba llevar por el mundo virtual de los videojuegos.

En un principio, no comprendió que lugar ocupaba en medio de esa fiesta, hasta que el escenario se abrió y las bandas de música alternativa desplegaron sus talentos. Le gustaba la música. Uno de los pocos gustos que tenían en común con Tyler.

No bebió más que un par de cervezas y se apartó a un margen, procurando no entrometerse en el camino de alguien más. Desde allí podía disfrutar, siendo invisible. Como le gustaba.

Mike era vigoroso, una corriente de energía que se desplegaba en el escenario y brillaba ante los ojos de la audiencia. Además de su exuberante talento para tocar la guitarra, también atraía por su físico. Tenía tatuajes en los brazos y entrenaba día por medio en el gimnasio. Tara lo sabía. Conocía sus detalles y rutinas, lo qué lo hacía sonreír y lo qué no. La música que le agitaba el corazón y la que lo ponía de mal humor. Cantaba y saltaba por él en primera fila, como si fuera su fan número uno y Mike la miraba de a ratos, porque una sola no le bastaba. Necesitaba verlas a todas. Procurando que, al bajar, una ola de presencias femeninas lo invadiera. La música lo movía, pero la atención lo enloquecía y soñaba que algún día, ese público se multiplicara por cientos, miles, millones.

La pelinegra se aferró a su brazo cuando el músico tocó suelo firme. Él sonrío, ella le gustaba, pero una nunca sería suficiente para él.

—¿Te vienes con nosotros? —le dio una mirada, invitándola a la reunión que se armaba después de la fiesta. El sol empezaría a salir y ellos seguirían bebiendo o fumando, rodeados por un puñado de chicas para regodearse. A Tara eso no le gustaba, quería irse a solas con Mike, pero no con el resto de sus compañeros. Ya lo experimentó una vez, los muchachos se ponían pesados y varios le insistían para hacerlo y a Mike parecía no importarle demasiado.

Bueno, no le importaría. Le parecía bien si compartían.

—¿Todos? —preguntó, insegura. No soltaba su brazo. Se sostenía de él, porque el alcohol empezaba a subirse a su cabeza y el mareo empeoraba cada vez más.

—Sí, todos —respondió como si nada—. Eh, chicas. ¿También vienen? —Mike gritó a otro par que reconoció a la proximidad. Tara observó con desconfianza y reviviendo una dolorosa punzada de celos, mientras a travesaban la pequeña marea de gente que vitoreaba a la nueva banda que pasó a ocupar el escenario.

Ella continuaba aferrada, mientras él socializaba y sumaba personas a su fiesta personal. No se molestaba en apartarla, porque le gustaba la gente pendiente de él. Lo hacía sentir aún más importante.

—Está noche podría ser nuestra. ¿No crees? —una palmada en su trasero la sobresaltó junto a la voz incrédula de Drake, el mejor amigo de Mike. Ni siquiera formaba parte de la banda, pero los seguía a donde sea—. A Mike no le importaría. ¿Verdad, Mike? —dijo en un tono de broma, mientras Tara se contenía para no darle una bofetada ahí mismo.

—Verdad —respondió la persona en cuestión, aunque en realidad no estaba seguro a qué contestaba. Demasiado distraído con las chicas nuevas que se sumaban al grupo. Tara, todavía colgada de su brazo, experimentó todas aquellas sensaciones que detestaba porque la convertían en una persona miserable. Sintió despecho y luego, una agobiante envidia hacia Maddie. Sí, su amiga. Le exasperaba su ingenuidad y la tranquilidad que cargaba para manejarse en la vida, pero aún más le enfurecía el hecho de que la pelirroja salía con un chico que solo se fijaba en ella. Desde que se encontraron esa noche, Tara notó como Tyler tenía ojos para Maddie y nadie más; como si el resto de las chicas fueran invisibles. ¿Por qué no podía pasarle lo mismo?

Dulce tentación [#3]Where stories live. Discover now