Capítulo 9: Visita

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He pasado toda la semana entrenando con SIS, la mitad del día leía para ella o repetía gestos de forma incesable, la otra mitad probé sus habilidades de tutoría con clases de cocina y lecciones de conducción. Apenas si he tenido tiempo para hablar con mis padres. Máximo no escatimó en palabras para convencerme de la utilidad de su manejo, y es que me ha dejado tareas de adiestramiento para cada día de la semana, en consecuencia, no he encontrado excusa para salir. En estos últimos cinco días llegué a tildar a SIS de 'amable y graciosa', lo que evidencia de mi falta de interacción humana. A veces incluso olvido que no es más que una ruidosa I.A.

—¡¿Qué, qué, qué?! —grito. La aguda voz de SIS retumba en mis oídos, me llama incansable mientras aún estoy medio dormida.

Levanto el tronco y me siento de inmediato con mis ojos a medio abrir, respiro profundo y buscó con la mirada en todas las direcciones el motivo del llamado. Tardo unos segundos en reconocer la cara de Máximo sobre la pantalla de la puerta. Mi respiración aún está agitada.

—¿Máximo? —Leo la hora en el reloj—. Me quedé dormida de nuevo ¡Lo siento! Dame un momento, ya abro.

Tras unos segundos entiendo que por los nervios de la visita de mis futuros suegros olvidé programar una hora para la alarma de SIS. Decepcionada de mi propia irresponsabilidad, me acomodo al borde de la cama y quito las cobijas que me cubren. Me sacudo el cabello para peinarlo con mis dedos y darle forma, mientras miro de reojo la pantalla con el rostro impaciente de mi prometido.

Cuando considero mi apariencia presentable me dirijo a la entrada, aún somnolienta oprimo a tientas el pulsador de la puerta. Los pocos segundos de retraso en la apertura son suficiente para que yo recuerde un pequeño detalle, mientras la imagen de Máximo aparece frente a mí, siento mis pechos marcarse sobre la tela transparente y el calor sube desde mi barbilla hasta la corona de mi cabeza.

—¡Lo siento! —grito, y corro a esconderme en el cuarto baño.

Máximo hace el ademán de detenerme, pero soy rápida y consigo encerrarme. Dentro apresuro mis manos en busca de un brasier entre la ropa sucia almacenada, pero no tardo en recodar que mis únicas dos piezas, una está en el closet y la otra en secado. Al final opto por usar una toalla sobre mis hombros para cubrirme.

Sé que es infantil avergonzarme de mi cuerpo frente al hombre con quien me he de casar, pero pensar en el futuro solo resulta más vergonzoso.

Cuando salgo Máximo está de pie bajo el marco de la puerta, tiene los brazos cruzados y sus ojos fijos en la entrada por la cual desaparecí. No pronuncia una sola palabra, pero la arruga entre sus cejas es explicación suficiente. Tras un suspiro casi imperceptible, relaja su expresión y parece abandonar su enojo.

—Solo quería decirte que tu visita espera abajo. Yo voy de salida y no planeo acompañarle a esperar mientras te alistas. Así que apúrate. —dice, mientras me mira de pies a cabeza, listo para alejarse.

Está dando vuelta cuando me abalanzo sobre él y le agarro por la manga de su camisa. Él se regresa en dirección a mí.

—¿Salida? ¿No recibiremos juntos a tus padres? —pregunto, demasiado asustada como para detenerme a pensar que nunca me dijo quién nos visitaba.

La arruga entre sus cejas se profundiza hasta el punto de retorcer la comisura de sus labios hacia abajo.

—¿Mis padres? ¿De dónde sacas que mis padres están aquí? —Máximo guarda silencio unos segundos antes de seguir—. No te diré quién está abajo, pero puedo asegurarte que no se trata de mis padres. Yo debo irme, sería incómodo para ti si me quedo. Hablaremos en la noche.

Si no son sus padres, ¿quién demonios espera abajo? ¿Por qué me deja sola?

A lo largo de la semana analicé la ropa que debía llevar hoy para recibir a mi visita misteriosa, como no sabía quién vendría, pero iba estar en mi casa junto a Máximo —lo cual es obvio no sucedió—, elegí el vestido blanco hasta la rodilla que recibí de él tras insistir en que escogiese algo para mí. Al parecer, fue un error estúpido, además, dudo que Máximo tuviera que ver en la elección del vestido, que parece más apto para una común que para mí.

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