Parte 11

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Parte 11

Cuando abrí los ojos estaba en la reunión matutina, pero yo no podía concentrarme. ¿Cómo podía hacerlo si mi corazón y mi mente sólo estaban en la decisión de Erika? Ella se iría nuevamente y yo me sentía un tonto por dejar que eso me afectara.

Una vez que la reunión se terminó todos se fueron. Allí sentado recordé el vacío que había sentido años atrás cuando vi que lo había perdido todo mientas sostenía el cuerpo de Valkyon y el cristal brillaba como uno nuevo.

Había extrañado mucho a la Erika etérea, había pedido a los dioses por su regreso sin saber que cuando eso sucediera mis sentimientos serían otros. Siete años tras su partida me negaría a responderle un abrazo, y lo que era peor, me negaría a escucharla.

Quizás podía remediarlo, quizás podía convencerla de que se quedara, pero a fin de cuentas ella había decidido esto por mí, por mi mal carácter y mi orgullo, pero... Comencé a pensar en sus palabras en la enfermería, en el momento en el que ella me había dicho que yo seguía siendo un egocéntrico. Y en realidad tenía razón, no podía pensar que toda su decisión se basaba en lo que pasaba conmigo, en lo que hacía yo. Quizás, así como me había dicho Ezarel, cada quien sabía cómo hacía su vida, y ella, después de todo, quería hacer una vida tranquila fuera de aquí. Tal como Erika me había dicho, lo había perdido todo dos veces.

Pero ni con todo ese monólogo interno lo entendí. Necesitaba hablar con ella, necesitaba que me explicara las cosas, que me dijera porqué se quería ir cuando allí en la ciudad había espacio demás para ella, cuando era aquí donde estaban sus amigos. Necesitaba que se replanteara sus decisiones pues yo una vez le había jurado que estaría a su lado para protegerla. Necesitaba saber con exactitud la razón de su partida.

Yo necesitaba... pero, ¿qué era lo que ella necesitaba?

Y otra vez volvía a lo mismo, volvía a ser el Nevra egocéntrico de siempre.

Decidí terminar rápido mis quehaceres solamente para salir temprano y encontrármela.

¿Sabría Leiftan de esta decisión?, ¿se irían juntos?

Eran preguntas que rondaban por mi cabeza mientras hacía mi trabajo.

¿Y si no volvía a verla?

Ese pensamiento me detuvo, antes de su llegada sabía que podía dirigirme a ella al ver el cristal, si Erika se iba solamente quedaría esa insípida estatua frente al cerezo. Tenía el mal presentimiento de que ella no volvería a este lugar nunca más.

Dejé mis cosas a un lado y salí de la sala de cristal en dirección al cuarto de la aengel. Toqué la puerta varias veces con la esperanza de que saliera, pero eso no ocurrió. Me sorprendí al pensar que era yo en ese momento quien la buscaba y no ella como veces anteriores.

Recorrí toda la ciudad hasta que di con quien buscaba. A su lado estaban Karenn y Chrome, los tres sonreían mientras ella, la aengel, cargaba a una pequeña niña; la reconocí de inmediato, era la hija de Alajea, era Erika.

Todo estaba despejado, la muchedumbre de fieles que había perseguido a los dos aengel por la ciudad los primeros días se había desvanecido, eso no significaba que no siguieran adorándolos pues a veces se acercaban a ellos para pedir bendiciones

Me acerqué haciéndome el desentendido. Haciendo como que pasaba por ahí de casualidad, aunque sabía que Karenn no se creería eso, ella sabía que yo los había estado observando.

—Buenas tardes. —dije. Tal como había pensado, Karenn ni se sorprendió por mi llegada. Erika contestó vagamente haciendo que mi presencia allí le diera igual. Y por último, Chrome abrió los ojos sin saber qué decir o qué hacer.

Cuando abro los ojosWhere stories live. Discover now