Parte 7

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Parte 7

Cuando abrí los ojos me di cuenta de que se cumplían siete años...

Estaba en el jardín del cerezo, Chrome me había convencido de leer un discurso, sin embargo, no pude hacerlo.

¿Por qué no había sido Valarian el líder del cuartel? —comencé a preguntarme a la vez que arrugaba el papel donde estaba escrito el discurso. En el fondo de mis pensamientos lo oía hablar con soltura.

¿Por qué hacíamos esta estúpida ceremonia por gente ingrata como Erika? Porque sí, cuando abrí los ojos me di cuenta de que de que Erika me había abandonado. Ella nunca se había preocupado por mí, no como yo necesitaba que se preocupara.

¿Por qué Ezarel ya no me enviaba cartas con tanta frecuencia como antes? Porque estaba bien no querer venir si aquí sólo tenías recuerdos dolorosos, pero... yo seguía insistiendo que ahora era cuando más debíamos estar unidos. Quizás, por último, decirme que estaba bien.

¿Por qué Valkyon había sido tan débil y Miiko tan cobarde? Por culpa de ellos yo había quedado atado a este lugar.

¿Por qué Lance estaba allí parado con la mirada de arrepentimiento y no estaba encerrado como yo quería que estuviera? Siete años después yo seguía odiándolo de la misma manera. Él también me había asesinado.

¿Por qué Brezna me miraba esperando a que yo me acercara cuando sólo nos veíamos a solas? Quizás albergaba una esperanza, así mismo como yo tenía un pequeño espacio, muy reducido, que se apagaba, pero en un último intento me decía: Erika volverá.

Y... ¿por qué en estos siete años todo esto seguía doliéndome como el primer día?

Esas preguntas rondaban por mi cabeza mientras escuchaba la voz de Valarian quien había comenzado con el discurso. Odiaba hablar en esa ceremonia porque sentía que todo lo que salía de mi boca era una mentira, por lo que durante los últimos años mis compañeros casi debían rogarme para que yo hablara.

Ese año, cuando se cumplían siete años, no quise ni presentarme a la ceremonia de Erika, mucho menos hablar en la de Leiftan. Ellos ya habían hecho su trabajo, ahora yo debía hacer el mío. Aquellas estatuas de aquellos aengels, sobre todo Erika, que se habían sacrificado no regresarían a solucionarnos la vida, era mi responsabilidad mantener a esta gente a salvo.

La mirada de la estatua de ella reforzaba mi idea de pensar en que el regreso de Erika era sólo un sueño idílico. Ella no volvería, era sólo un fantasma. Ella, después de su sacrificio, nunca había estado en este plano con nosotros, más bien estaba sobre nosotros. Su estatua no miraba a la gente ni jamás me miraría a mí... miraba más allá de lo que nuestros ojos podían ver. Tras siete años de entrega y tras siete años de larga espera, recién me había percatado de ese triste y devastador detalle. Al fin asumía la verdad que se había plantado frente a mí desde el principio y que yo me negaba a ver. Nunca había podido decirme a mí mismo que yo definitivamente debía continuar mi vida.

Oí entre murmullos que las personas le pedían a Leiftan que cuidara de las cosechas, que no nos arrebatara el alimento. Varios terminaron diciendo: Escúchanos por favor, Leiftan.

Mi teoría y los rezos que escuchaba en el jardín fueron mi golpe final. A estas alturas ya no pondría mi otra mejilla para otro golpe más.

Vaya mierda era esa ceremonia y las creencias de la gente. Rodé los ojos.

—Al menos muestra que estás acongojado y que de verdad crees en ellos, amargado. —Karenn se me acercó y me susurró al oído.

—Tonta. —murmuré.

Cuando abro los ojosWhere stories live. Discover now