Parte 3

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Parte 3

Cuando abrí los ojos frente a la estatua que habían hecho sonreí con nostalgia, había pasado un año exactamente y el recuerdo de ese día aún seguía presente en cada persona y en cada cosa que veía a mi alrededor. Me sentía triste y en parte un poco vacío, pero tenía esperanza de su regreso, quería que ella viera el mundo que su sacrificio y el de otros nos habían dejado.

El mármol era liso y frío. Alrededor de la plataforma que sostenía la estatua yacía un centenar de velas que iluminaban el día bajo una tierra completamente verde. Al otro lado de ese jardín estaba la otra estatua. Eran dos aengels, dos salvadores, dos dioses, dos ceremonias; Erika era el día y Leiftan se había convertido en la luz de la noche. Pero no podía faltar en ese bello y significativo jardín un pequeño altar erigido frente al cerezo centenario en donde estaban escritos todos los nombres de nuestros caídos, entre ellos Valkyon. Para ellos había una ceremonia aparte que se celebraba al otro día justo cuando el sol daba en lo más alto de nuestras cabezas.

Dije mi discurso mirando la silueta rocosa de ella, sintiendo cómo mis pensamientos brotaban y se convertían en palabras que narraban la valentía de nuestros salvadores, en especial la valentía de Erika, mi amada aengel.

Nadie me había dicho que ser líder de todo el cuartel era fácil, pero yo hacía lo mejor que podía. Pensaba que si Erika me había dejado ese mundo, cuando ella llegara yo le tendría un mundo mucho mejor. Le entregaría un mundo maravilloso con la convicción y la promesa de que ella jamás volvería a tener que irse para salvarlo.

Pero los años pasaron...

Y fue entonces que cuando abrí los ojos un día frente a un calendario me di cuenta de que era el tercer aniversario de la creación del nuevo cristal. Tres años sin ella, tres años haciendo todo lo posible para darle el mundo que ella merecía.

Tres años tocando el cristal para hablarle cuando estábamos a solas. Tres años esperando una respuesta, una sutil respuesta. Pero nada.

Tres años esperándola.

Entonces, cuando miré ese calendario y vi que ya habían pasado tres años sin respuestas y en soledad comencé a sentir, además de una profunda tristeza, un ligero malestar porque todos habían decidido vivir sus vidas excepto yo quien había quedado estancado, quizás, bajo una absurda esperanza.

Dejé el calendario sobre el papeleo que tenía y suspiré. Me levanté dejando todo mi trabajo de lado, caminé hacia la roca blanca tal como lo había hecho muchas veces anteriores a esa y acerqué lentamente mi mano derecha. Atravesé el halo de energía, una energía envolvente y cálida que se desvaneció cuando alcancé la superficie suave y fría del cristal. Sentí un palpitar bajo mi palma y quise creer, como todas las otras veces, que era su corazón el que me hablaba.

—¿Sabes lo que supe hoy? —hablé esperando a que ese corazón me escuchara de verdad. —Nació la hija de Alajea y Sonze. Le pusieron tu nombre, —sonreí tristemente. —se llama Erika. —susurré lo último.

Cerré los ojos. No recordaba lo mucho que la extrañaba.

—Di algo, por favor. —volví a susurrar. Acerqué mi frente a aquel gran objeto carente de calor, pero increíblemente reconfortante. —Lo que sea.

Esperé en el silencio, pero nada. Esperé hasta que escuché una voz atrás de mí.

—Ella no te contestará.

Me giré para ver con sorpresa que era Lance.

—L-lo siento. —dejó unas cosas sobre la mesa. —Sé que no tengo permitido entrar a esta sala, pero como tú estabas aquí me enviaron a dejar esto. —se quedó parado esperando a que yo contestara, pero no lo hice.

Yo odiaba a Lance; él lo sabía porque yo se lo hacía entender cada vez que podía. Ni por todas las veces que Huang Hua, cuando aparecía por Eel, me habló de la importancia del perdón pude dejar de culpar a Lance por todo lo malo que había ocurrido en el cuartel, y es que literalmente él había tenido toda la culpa. Por mí él podía pudrirse tras unos viejos barrotes, lamentablemente mi deseo contrastaba con el nuevo valor de nuestra guardia en esta nueva era.

—Todos los que se sacrificaron antes no volvieron, me refiero a los dragones.

—Los aengels son más poderosos que los dragones. —espeté duramente. —Ella volverá. —mi voz tembló en el último momento, pero yo no dejaría que mi esperanza se esfumara así que me aclaré la garganta y repetí: —Erika volverá.

—Sí. —cedió el grisáceo. Cuando hacía eso me recordaba demasiado a Valkyon, eso me enfurecía porque había sido él quien había asesinado a mi amigo.

Vi que Lance se dio media vuelta para irse y yo, aprovechando la instancia de estar solos, le hice mi pregunta.

—¿Cómo se creó este nuevo cristal? —inquirí. Vi mi reflejo en la piedra blanquecina; Lance se detuvo.

—¿No te lo dijeron?

—Si te lo estoy preguntando es porque realmente no sé. —refunfuñé.

Escuché un suspiro.

—Después de la muerte de Valkyon... —comenzó.

—Cuando lo asesinaste querrás decir, porque Valkyon no murió porque sí. —lo interrumpí. Realmente lo odiaba como nunca había odiado a alguien.

—Vi que Leiftan y Erika miraban el cristal. —ignoró lo último. —Ella miró a Leiftan, se entrelazaron de la mano como dos novios y entraron juntos.

—¿Entraron de la mano los dos? —pregunté bajando mi guardia.

—Sí... creo que al final Leiftan cumplió su cometido. —me volví para toparme con el rostro sardónico de Lance. —Creo que Leiftan logró levantarse a tu amorcito.

Cuando lo escuché decir eso apreté mis puños hasta sentir que mis uñas se enterraban en mi carne, pero al final logré tomar un poco de autocontrol, el suficiente como para solamente gritarle que se largara. La sangre me hirvió. Me senté frente a la mesa en donde estaba todo el papeleo de toda la guardia y puse las manos en mi rostro. Erika no me habría hecho eso, ella y yo nos amábamos. Ella no se habría ido por amor con Leiftan tal como había insinuado Lance.

Ese día, y como siempre, no pude irme a mi habitación para estar solo, tampoco tenía el tiempo para ir hasta la guardia Sombra para entrenar y desahogarme porque mi nuevo deber estaba en esa maldita sala. Pero en cuanto tuvimos la reunión de la guardia Brillante junto a los líderes de cada guardia yo exploté y me negué a leer el discurso de la ceremonia de esa noche en honor a Leiftan; no dedicaría unas palabras a alguien que se había llevado consigo a Erika, si yo había quedado en ese cargo tan importante no había sido para dar discursos.

Aún molesto por el altercado con Lance dije frente a todos que los salvadores y todos los que se habían marchado del CG después de la batalla habían sido unos ingratos de mierda.

Me refregué la cara mientras mis compañeros me miraban con la boca abierta.

—Odio a Miiko y a Ezarel por haberse ido, odio a Valkyon por haber muerto y odio a Lance por quedar vivo. Odio a Leiftan por llevarse consigo a Erika. Y odio a Erika por irse sin siquiera despedirse... Por irse —susurré —sin pensar en lo mucho que a mí me dolería su partida.


Eldarya: Nueva Era; le pertenece a Beemoov.

La imagen de la portada es creación de YeiSi.

Cuando abro los ojosWhere stories live. Discover now