Capítulo 4

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Después de levantarme, arreglarme y desayunar, estoy de camino hacia la universidad.

Sigo sin dejar de pensar, sobre lo que le pasa a papá, si no me a querido decir supongo que es algo grave.

Cuestionandome sobre lo de papá, estaciono el auto, bajo y entro a la universidad. Siempre en la mañana todos los pasillos están llenos de estudiantes corriendo, porque se les hace tarde. Muy pocas veces me pasa.

Al llegar al salón, —como no a llegado el profesor— todos están reunidos con su grupo de amigos platicando, tal vez de algún chisme nuevo. Aquí los chismes se esparcen como pan caliente, pero es que ¿a quién no le encantan?

Hace poco se rumoreó sobre Valeria, la popular de la escuela. Una chica rubia muy bonita, que tiene a todos los chicos detrás de ella. Pero lo que tiene de bonita, lo tiene de coqueta, y cambia de pareja como yo de ropa interior. Y hace poco dos de sus conquistas tuvieron un conflicto en medio de la cafeteria, y ahi nos ven a Alya y a mi atentas a lo que pasaba. No me gusta meterme mucho en esos asuntos, pero de una u otra manera termino enterandome.

Miro el lugar de Alya y todavía no ha llegado. Alya y yo somos totalmente contrarias. Mientras a mi me gusta la puntualidad, ella llega media hora después de lo acordado, ya es un esfuerzo muy grande el que llegue a la universidad a tiempo. Tarda demasiado tiempo arreglándose y cuando digo demasiado es demasiado, la he visto tardar horas eligiendo la ropa que se va poner, que hasta cuando estoy con ella me da tiempo de comer, leer y hasta dormir, en lo que elige. Se complica demasiado la vida, mientras yo con mis jeans y sudaderas estoy bien. Ella es sociable, conoce a todo mundo de la universidad, mientras yo apenas y les hablo a mis compañeros de grupo.

Soy muy reservada y no suelo confiar en las personas, por lo que no tengo amigos mas que a Alya, pero nos complementamos, y nos encantan las ocurrencias que se nos ocurren, sin duda soy muy afortunada de tenerla como mi mejor amiga.

Agradezco a mamá que sea amiga de su mamá, fue así como nos conocimos desde bebés por medio de nuestras madres. 

Saliendo de mis pensamientos, veo como entra Alya al salón.

—Hola —la saludó.

—Hola —responde —tan puntual como siempre Alexa.

—Si —veo como toma asiento.

—¿Por qué esa sonrisa Alya? —cuestiono, cruzando los brazos para apoyarlos en la banca.

—Ay Alexa, ¿no te emociona el intercambio de Italia? —sonríe.

—¿Por qué tendría? 

—Porque llegarán chicos italianos —responde con emoción.

—¿Y eso a mí a qué? —le digo sin importancia, sacando un cuaderno y la lapicera, para tenerlos listos cuando la clase empiece.

—¿Cómo que a ti que? —su sonrisa desaparece —Alexa son italianos, chicos guapos, con ojos hermosos y tengo planeado conquistar a alguno —sonríe pícara.

—Y dale y duro con que quieres conseguir pareja —bufo.

—Oye —frunce el ceño —tengo que empezar a ver por mi futuro, y un italiano no me vendría nada mal.

—Ay Alya. Primero concentrate en tus estudios, ya despues pensaras en eso.

—Alexa —se acerca a mi—. ¿Por que eres tan amargada?

—Oye —le doy un golpe en el hombro y se queja —no es que sea amargada, simplemente pienso que el amor llegará en el momento indicado, todo a su tiempo. Y en este momento somos estudiantes, no estamos urgidas, para que busquemos algo que tal vez que no sea.

El Contrato ©Where stories live. Discover now