Capítulo Catorce: Miedo

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»También alguien muy inteligente me dijo que cuando quiera callar mi mente, puedo leer. ¿Qué tal si lees un libro? Podrías leer uno de mis libros, ya sabes, los que escribo.

Casi me siento mal por hacer publicidad sin planearlo. Shaina no me responde, hay demasiado silencio en respuesta. Me pongo nerviosa y la incomodidad en mí aumenta.

—Leeré —dice finalmente de una manera tan débil que no sé cómo logro escucharla.

— ¿Uno de mis libros?

—Tal vez.

—Bien, eso seguro te sube el ánimo —sonrío—. Si necesitas algo, solo dime.

—Estoy bien, Azhar, gracias —Hace una pausa—. ¿Tocabas la puerta por algo en particular?

Pienso en su voz afligida, en que parece que está llorando y la manera en la que no quiere que la vea débil. Una fiesta es lo último que ella desearía.

—Nada, solo quería pasar a decir hola. Así que: hola, Shaina.

Me toma por sorpresa una leve risa de su parte antes de decirme: hola, Azhar. Pregunto una vez más si se encuentra bien y aunque no creo mucho la respuesta, vuelvo a mi habitación comenzando a revisar entre la ropa qué podría usar para la fiesta.

***

Ciudad Liverpool. Esta tiene que ser la tercera vez o algo así que vengo a una fiesta de esta área, nunca son fiestas memorables, pero tampoco resultan aburridas.

La música retumba y el lugar se encuentra tan lleno que el calor y vapor son imposibles de ignorar en consecuencia el sudor brilla en mi piel. Alzando los brazos por encima de la cabeza y moviendo las caderas al ritmo de la canción, sonrío hacia África que se encuentra bailando frente a mí y cómo si lo planeáramos, con una risita, nos acercamos, rozándonos en un baile lascivo que seguramente llama la atención.

Las fiestas de "pobres salvajes" cómo las llama Albert son más nuestro ambiente. A mis amigos adinerados les gusta moverse en toda esta faena, siempre saben cómo llegar a alguna, parece que tienen un imán para la diversión, me pregunto ¿Qué pensarían sus padres si los encontraran en todas las situaciones en las que siempre están envueltos?

África se acerca y lleva su boca a mi oreja para que la escuche por sobre la música:

—Juguemos con los tontos de la izquierda. Camisa negra y azul, parece que miran porno.

Con disimulo busco a los dos hombres y no tardo en localizarlos, no están nada mal, pero no nos interesan. Entrando en el juego deslizo las manos por la espalda desnuda de mi amiga hasta acabar en su culo y movernos a ambas al ritmo de la canción. Los tipos murmuran entre ellos. Ella y yo nos movemos de una manera tentadora, una contra la otra y cuando gira presiona su espalda de mi frente. Deslizo una mano con lentitud por su abdomen hasta llegar a su vientre sobre la falda y África estira uno de sus brazos por encima de su cabeza hasta la mía y sus dedos van a mi boca, entendiendo el juego me encuentro lamiendo su dedo y creo que ríe contra ellos.

No es la primera vez que nos burlamos de un par de tontos mirones, nos gusta jugar con sus emociones calientes.

Soy solo unos pocos centímetros más alta que ella, así que bajo mi rostro y planto un par de besos en su cuello, luego alzo la vista hacia los tipos que parecen anonadados. Estoy conteniendo las ganas de reír y estamos dispuestas a exagerarlo todavía más, pero alguien me abraza desde atrás tirando de mi cuerpo y alejándome de mi amiga.

Al bajar la vista me encuentro con un par de manos en mi estómago y reconozco el ridículo tatuaje de serpiente. Me es inevitable no rodar los ojos e intento retirar las manos de Caleb, el folla algo al que debo decirle "se acabó".

El Rostro de una MentiraWhere stories live. Discover now