Capítulo Nueve: Primer paso

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Capítulo Nueve: Primer paso.

Shaina.


Él no me abandonó ¿Cierto? Dijo que volvería y por muy estúpida que me haga ser tan confiada: le creo.

Me dedico a ver el cielo y agradezco traer un suéter, porque pese a que el comienzo del día fue un tanto caluroso, la temperatura ha bajado considerablemente para que sea más consciente del frío. Hay muy pocas estrellas en el cielo y no lucen tan brillantes por lo que no me intereso en verlas o decaer en algún pensamiento profundo sobre ellas.

Meto las manos en el bolsillo de mi pantalón y camino hasta el borde de la azotea, el muro separándome del vacío de unos veinte pisos no es tan alto, apenas llega a mis rodillas. Miro hacia abajo, todo ese vacío que termina en un callejón abandonado o eso creo, no veo a ninguna persona transitar por el.

Ese vacío extendiéndose sorprendentemente no me asusta. Las alturas son algo a lo que nunca le he temido, lo que es raro teniendo en cuenta que parece que cualquier cosa tonta me genera incertidumbre y terror. Ese vacío hacia un callejón oscuro se siente un poco cómo un reflejo de mi interior.

Me agacho apoyando las manos en el muro mientras inclino la cabeza hacia abajo y siento la sangre comenzar a acumularse en ella y un cosquilleo en la frente. Estar de esta manera debería aterrarme, si mis manos se soltaran o perdiera el equilibrio, caería en una muerte rápida en donde mi cráneo y tal vez cada uno de mis huesos se rompería. Una muerte instantánea, si eso sucediera ¿Quién me extrañaría? Tal vez mi madre y mis tíos, ya no tendrían a quien controlar.

Inclino la cabeza un poco más y saboreo la idea de dejarme ir. No creo que tenga instintos suicidas, pero supongo que el pensamiento de dejarse ir no resulta tan aterrador.

Y ahí está, escucho mi nombre en un murmuro y me tenso casi perdiendo el equilibrio. Se siente cómo si las palabras flotaran en el aire:

«No lo hagas»

«Es un buen lugar»

Veo el vacío debajo de mí y por el momento más breve siento algo extraño recorrerme, pero es tan rápido que no logro registrarlo. Me siento observada una vez más.

—No tienes planes de saltar ¿Verdad? —Pregunta su voz ronca detrás de mí—. Porque no es exactamente la reunión que planeaba y no deseo tampoco un momento incómodo en donde saltes al vacío, eso tal vez me perturbaría un poco.

Me incorporo con tanta rapidez que siento un mareo, pero por suerte mantengo el equilibrio. Aun agachada giro y me dejo caer sobre mis rodillas. Él tiene consigo dos bolsas marrones de McDonald, lo que luce como una manta sobre sus hombros y en su otra mano un paquete de seis de cervezas, las cuales deja en el suelo. Señala su nariz, en un principio no lo entiendo, pero cuando llevo mis propios dedos a los orificios de mi nariz, noto humedad debajo del izquierdo y al bajarlos veo que mis dedos están carmesí.

Acercándose se agacha frente a mí, saca una servilleta de la bolsa de comida y la presiona contra mi nariz.

— ¿Estás enferma? —Su pregunta es directa mientras me mira fijamente a los ojos.

—No, es por haber estado boca abajo.

—Sostenlo  —Me pide y lo hago para detener el flujo de sangre.

Deja las bolsas y la manta, va por las cervezas y regresa. Se deja caer sobre su trasero y retira la servilleta de mi nariz antes de decirme que ya no hay sangrado. Me dejo caer sentada frente a él, con el vacío a mi espalda.

—Pensé que cenaríamos un poco más lejos del vacío, pero viendo que cómo a mí no te asusta, este parece ser un buen punto para sentarnos ¿No? —Me da una pequeña sonrisa.

El Rostro de una MentiraWhere stories live. Discover now