—Lena... —intentó Lois esta vez tocando su brazo, pero le golpeó con fuerza.

—No sé quién coño te has creído que eres, pero no quiero que me toques y quiero que te vayas de mi boda.

Todos estaban sin poder creérselo. Tampoco la culpaban; Kara le había hecho la vida imposible desde pequeñas y después de todo lo que pasó anoche que no sabían... Era el colmo de los colmos. Contuvo unas cuantas lágrimas mientras caminaba de un lado a otro.

—¿Dónde están? —preguntó Lena de nuevo.

Justo cuando terminó su cuestión, Nia tocó la puerta y se adentró. Lena solo sacudió la cabeza cabreada, dirigiéndose a ella y preguntando nuevamente por su vecina para echarle la bronca, pero Nia la detuvo con las lágrimas saltadas. La pelinegra frunció el ceño de inmediato al ver que la mejor amiga de su vecina alzaba una carta rosa.

—¿Qué demonios es esto? —cogió el sobre de mala gana—. ¿Y Kara? —preguntó de nuevo—. ¿Dónde demonios está la estúpida de mi vecina y mi última dama de honor?

—Lena... —murmuró Nia sin poder controlar su llanto—. Kara se ha ido.

—¿Qué? —abrió los ojos de par en par al ver el rostro de dolor de la pequeña—. ¿Cómo que se ha ido? ¿De qué estás hablando?

—Ha vuelto a Midvale —le dijo más tranquila haciendo que Lena sacudiera la cabeza.

—¿Estás bromeando? ¿Le sigues el juego? ¿O es que lanza los cohetes y se va?

—Te ha dejado esto —ignoró sus preguntas para señalar la carta—. No sé lo que pasó, Lena, pero me dijo que anoche te prometió una cosa y lo iba a cumplir.

«Te dejaré en paz y me iré de tu lado. Te lo prometo...», las palabras de Kara chocaron por su mente mientras veía el sobre.

«Me prometerás que dejarás de torturarme, que harás tu vida y dejarás la mía en paz», sus propias palabras también.

—Me dijo que esta era su última oportunidad, pero no iba a esperar nada porque... tenía mucho miedo y yo realmente no sé qué está pasando, ni siquiera me dijo nada cuando arrancó el coche, pero se veía hecha a pedazos, Lena... —susurró Nia mientras miraba apenada a la pelinegra.

La pelinegra miró a todos expectantes y gruñó mientras abría la carta. Desdobló la hoja con furia y se quedó un poco conmocionada al ver aquel folio reconocible. Ella pensó en que era reciclada, pero era algo más que eso. En la parte superior, con letras pequeñas, ponía:

"Te dije que, si me obligo a cambiar o retocar las cartas, perdería todo mi encanto, pero por ti haré una excepción".

Supo la carta que era; aquella estúpida y primera carta de San Valentín. Lo había guardado después de tanto tiempo. No se lo podía creer. Ella pensó que lo había guardado en un cajón, que lo había perdido o que lo había tirado. Jamás había imaginado esto, pero ahora que lo pensaba... "Te lo pienso recordar hasta en tu boda", decía su vecina aquella tarde. Cogió el sobre y sintió que había algo más, pero sus ojos fueron directos a la carta porque no podía evitar saber que ponía.

"Como enamorar a Kara:

1: q̶u̶e̶ ̶s̶e̶a̶ ̶r̶u̶b̶i̶o.

Me da igual el color de pelo que tenga, pero preferiblemente pelinegra.

2: q̶u̶e̶ ̶s̶e̶a̶ ̶m̶á̶s̶ ̶a̶l̶t̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶y̶o.

Cuanto más pequeña, mejor. Me encanta apodarla enana.

Vecinas incontrolables | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora