Capítulo 31

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Cogió el casco y miró a Lena, esperando a que se lo entregase. La rubia tenía que hacer algo, tenía que decirle algo o mañana Lena se iría y nunca sabría nada. La pelinegra, preocupada, le sujetó el brazo y la rubia la observó. Tenía el ceño fruncido ligeramente y Kara dejó el casco nuevamente en el asiento.

—¿Pasa algo?

La rubia no dijo nada, solo se quedó mirando el casco y apretó los puños. Soltó un poco de aire y observó el brazo de su vecina. La mano de Kara la apartó suavemente, pero la entrelazó con la suya. Tenía todas las frases en su mente, todas las palabras en su garganta, pero cuando miró a Lena con un rostro de preocupación, se quedó congelada y abría la boca y la cerraba como un pez.

Kara, con el corazón a punto de salirse por la boca, decidió por inclinarse. Si no podía decirlo con palabras, lo haría con actos. Si Lena lo aceptaba, todo estaba dicho, pero si la rechazaba, también estaba todo dicho en ese momento. Cerró los ojos, acercándose a Lena y sus otros sentidos buscaron sus labios.

Y Lena...

A ella se le cruzó varios pensamientos por la cabeza al ver como la rubia se inclinaba hacia ella. Se repetía como un disco rayado que era lo que pretendía su vecina. ¿Reírse de ella? ¿Burlarse? ¿Lograr besarla para luego restregarle que ella siempre tenía razón? ¿De qué que estaba enamorada de ella y, finalmente, que habían tenido una cita de verdad? Porque claro, una cita sin beso no sería una cita, o eso pensaba Lena.

No podía permitir eso. No podía permitir que Kara se diera el lujo de hacerle daño ni de reírse de ella de esa manera, aunque no lo supiera. No podía por mucho que deseara que Kara la besara. Así que puso la mano en sus labios.

—¿Qué haces? —preguntó Lena casi con indignación.

—Quizá estaba tratando de besarte.

Ya está, no hay marcha atrás. Lena había dicho que no. Su mirada lo decía todo. Hasta pudo notar hostilidad en su pregunta. Se apartó y se mordió el labio; ahora venía la humillación extrema, pero antes de que pudiera seguir explicando, Lena se echó a reír.

—¿Para decirte que no me gustan las chicas o que no estoy enamorada de ti? —su risa se apagó cuando Kara frunció el ceño—. Oh, vamos, Kara. Tú lo que quieres es tu medallita.

—¿De qué estás hablando?

—Eso. Quieres demostrar que siempre has tenido la razón y más ahora que nos vamos a universidades diferentes —escupió un poco molesta—. De que todos estos años has estado detrás de mí para convencerme de que tú estabas por encima de mí. Pues lo siento, pero no es así.

—No lo estoy haciendo por eso —la rubia replicó, un poco incrédula y afectada.

—Ah, sí, se me había olvidado de que querías que te dijera que este día había sido especial, que realmente era una cita —se cruzó de brazos y Kara abrió los ojos, sin poderse creer lo que estaba escuchando—. Kara, este día ha sido un día normal. Ha sido como pasarlo con Nia o con Sam.

Boom.

—Este día y estos planes también lo hacemos con nuestras amigas. Así que no, no es una cita —aclaró mientras Kara se sujetaba las caderas, rascándose la cabeza y preguntándose si aquello era verdad—. No ha sido nada especial ni del otro mundo. Nos lo hemos pasado bien y ya está. Estaría guay repetirlo, pero nada más —encogió de hombros con una sonrisa satisfactoria.

Boom.

—Debo admitir que has sido muy dulce, gentil y me has tratado super bien, pero apuesto a que lo has hecho para que admita a que podría gustarme alguna chica, por no decir que esa chica eres tú —prosiguió Lena, y antes de que Kara pudiese replicar, la pelinegra siguió hablando—. Y mira, para ser justas, os daré la razón a ti y a Sam para que os calléis: "nunca digas nunca". Pero nunca va a ser contigo, Kara.

Boom. Boom. Boom.

—Te veo más como una hermana que golpea mi puerta; tan pesada, tan idiota, la que siempre quiere tener razón y la que no acepta un no por respuesta —sentenció Lena, sonriendo satisfactoriamente por haber soltado esas palabras sin mostrar un poquito de dolor.

Y el corazón de Kara se resquebrajó finalmente, agachando la cabeza, dando gracias que tenía el pelo suelto y podía cubrirle un poco el rostro húmedo. ¿De verdad Lena se pensaba que todo lo que había hecho y lo que quería hacer era por eso?

—Len... —susurró, casi sin voz.

—Ya lo sé, Kara. Ahora te toca decir: "me has pillado" o algo así de que nunca vas a cambiar o parar porque siempre es lo mismo, pero lo entiendo...

—Len... —intentó decirlo más alto mientras apretaba los puños.

—De verdad, antes me molestaba mucho, pero ahora me lo tomo muy bien, ¿ves? —sonrió de oreja a oreja.

—Basta.

—Que está bien, Ká. Lo has intentado, pero has fallado tu apuesta interna.

—¡Para de una vez! —gritó viendo cómo sus nudillos se volvían blancos y asustó a su vecina—. Para de una puta vez —volvió a decir en un susurro.

—¿Qué demonios te pasa? —gruñó molesta, no comprendiendo la actitud de su vecina.

¿Por qué ella se escuchaba tan enfadada cuando lo debería estar la pelinegra por haberse reído la rubia de ella? Se acercó a regañadientes, viendo que Kara todavía tenía la cabeza gacha sin decir nada más. Esperó, pero la rubia no levantaba la cabeza. Cansada, su dedo se acercó a su barbilla para levantar su cabeza y sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Por qué estás...? —llorando, Kara estaba llorando.

—Porque me jode todo esto.

—¿El qué?

—Que te creas que al intentar besarte te quería demostrar algo que no es.

—No lo entiendo —Lena observó a la rubia, un poco perdida, intentando limpiar las lágrimas de su vecina, pero Kara le apartó la mano con brusquedad.

—Lena, no somos amigas. Nunca hemos sido amigas —comenzó, por fin, observando como Lena fruncía el ceño—. Nos hemos acostado dos veces. Sé que una no cuenta o al menos no lo contarás tú, pero la otra te follé con todas mis ganas y pondría en la mano en el fuego que querías seguir esa noche.

—Kara, eso fue una apuesta, no fue...

—Cállate, Lena, por favor... —intentó decir lo más calmada posible, agachando la cabeza y Lena obedeció, mirando con la boca abierta, sorprendida debido a su actitud—. Yo no me beso con mis amigas y menos nos metemos la lengua hasta la campanilla. No les callo la boca con un maldito beso. No me acuesto con mis amigas, sea por el motivo que sea —esta vez levantó la cabeza y miró a la pelinegra a los ojos—. Yo no miro a mis amigas como te miro a ti, como si fueras un deseo cumplido. Yo no te hablo de todos los días de mi mejor amigo Mike, ni de mi mejor amiga Nia, ni siquiera de tu mejor amiga Sam, pero en cambio yo a ellos si les hablo siempre de ti como si fueras la única en el mundo. Yo no voy detrás de nadie, pero no pararía de correr detrás de ti, aunque sea con la excusa de tirarte del pelo y abrazarte después. No me parto las jodidas manos por nadie, pero sí para agarrar la tuya.

—Kara... —Lena intentó interrumpir, abrumada y al borde del shock, sin poder dejar de mirar las lágrimas de Kara que caían sin parar. No estaba segura si estaba escuchando bien o lo estaba entendiendo mal—. ¿Qué me estás diciendo?

—No creo que seas tan ciega.

—¡Pues ayúdame a ver! —gritó exasperada.

—¡Que tienes el poder de destruirme en cualquier momento!

—¿¡Por qué dices eso!?

—¡Porque estoy enamorada de ti, Lena!


Vecinas incontrolables | SupercorpWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu