Capítulo 41

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El camino en la carretera fue extremadamente silencioso. Por lo que contó Kara entre balbuceos y llantos, el perro sufrió un infarto y no pudieron hacer nada más por él. A Eliza le dio mucha pena porque él estaba solo en casa y se lo encontró con un rostro de paz cuando llegó después de la boda. Lillian le acompañó en todo momento y Kara se echó la culpa de eso; ella tendría que haber estado ahí o de haberse llevado al perro consigo cuando se mudó.

Nia se encargó de todo nada más Sam le llamó y no dudó en coger el coche, recogiendo a todas en la estación. Kara no podía coger el coche porque le temblaban las manos al igual que Lena, el carro de Samantha no llegaría ni a mitad de camino e ir con Alex sería un canteo y no era el momento para decirle: "oye, Kara, estoy con tu hermana". Así que la pelirroja fue a parte con su moto.

Por el camino, Sam miraba por el espejo para ver cómo se encontraba Lena, pues parecía que se había vuelto muda, pero es que había tenido un choque de emociones en menos de veinticuatro horas. Nia se preocupó más por Kara, observando por el retrovisor como sus lágrimas no cesaban mientras miraba por la ventana.

Lena ya ni sabía qué pensar. Primero estaba enfadada, cabreada. Luego triste. Y ahora estaba apenada. Cuando terminaron la conversación en su apartamento, su mejor amiga se levantó enfurecida para plantarle cara a la rubia, aunque la pelinegra le insistiese entre lágrimas de que no cometiera una locura. Pero su mente se nubló al ver las lágrimas por Kara y el corazón de la CEO se rompió más al saber el motivo.

Ellas no podían hacerle esto, no podían echarle la bronca y discutir como energúmenas cuando no era necesario ahora; Kara no necesitaba eso. No era el momento; nunca era el momento de nada, todo estaba saliendo mal. Así que Lena miró a Sam con un rostro de complicidad y acompañaron a Kara sin dudar; después ya vendría lo que sea.

Lena giró su rostro y observó que los ojos de Kara no se despegaron en ningún momento del paisaje. Ella misma sabía lo que era perder un ser querido, aunque sea una mascota. Imaginarse perder a Haruki era como perder parte de su vida y se puso en la piel de su vecina, a pesar de que debería estar enfadada ahora mismo.

Así que suspiró deslizando su mano por los asientos hasta el otro extremo. Acarició su muslo para llamar su atención y encontró su mano porque sabía perfectamente que necesitaba apoyo en estos momentos. Sus dedos se abrazaron con los suyos sin decir nada, sin mirar a Kara. Al principio no sabía si lo iba a aceptar, pero cuando apretó su mano, supo que había hecho lo correcto.

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Al llegar, las chicas aparcaron en casa de los Danvers. Eliza estaba junto a Lillian en el porche de la casa. Kara, sin pensarlo dos veces, saltó del auto en busca de su madre. Las demás fueron segundos después, acercándose con cautela y en silencio.

—Hola, mi amor... —susurró Eliza cogiendo a su hija que cayó en sus brazos entre lágrimas—. No pasa nada, ahora está en un lugar mejor.

—Cariño —murmuró Lillian cuando se apartó de las Danvers, abrazando su cuello de su hija—, ¿estás bien?

—Obviamente no... —susurró mientras posaba su cabeza en su hombro mientras Lillian depositaba un beso en su cabello—. Ha sido... repentino.

—Sí... —interrumpió Sam con el ceño fruncido e hizo una mueca—, ha sido de un día para otro.

—Estaba mayor —Alex apareció como un fantasma detrás de ellas. Sam, sin pensárselo dos veces, la abrazó corriendo y se apartaron hacia un lado.

—Lo siento mucho, cariño —susurró su novia.

—Yo puedo soportarlo. Quien no puede es la chica que está abrazando a mi madre ahora mismo... Ella ha vivido toda su vida con él... —murmuró la pelirroja dejando un beso en su sien.

Vecinas incontrolables | SupercorpWhere stories live. Discover now