Capítulo 38

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La negación era uno de los puntos fuertes de Kara. Si decía no, era un no, aunque su corazón gritara sí. Ella tenía celos, lo sentía en cada extremidad, pero negaba a que fueran por amor porque Lena no se lo merecía. Ella no se merecía ninguna pizca de sus sentimientos. Lo intentó con Diana un poquito porque la morena insistió, pero al final acabó contándole la verdad y no podía hacerle daño. La empresaria no se sorprendió en absoluto y hasta le quiso ayudar para ver si la ponía celosa porque sentía que la relación de Lena y Clark no cuajaba.

La negación, sin embargo, también era uno de los puntos más fuertes de Lena. Ella sí que estaba entrenada durante años debido a su carrera y trabajo. Los celos era solo un cosquilleo, pero muy molesto. Tanto que duraba días y aumentaba a largo plazo cada vez que veía a cierta rubia con cierta morena. Ella debía dejar atrás eso, se negaba a volver a tener sentimientos por ella y el bueno de Clark no se merecía su traición.

Ellas dos querían lo mismo: paz. Siendo o no amigas ahora y, aunque Kara le había dicho que le cerraba las puertas en estos momentos, Lena realmente quería luchar y derrumbarlas por regresar a lo que eran porque adoraba a Kara.

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Pasaron varias semanas y, día tras día, veía a Kara junto a Nia, Alex o Diana desaparecer por el pasillo camino a saber dónde. Ella también quería ir con Samantha, como en los viejos tiempos o como el día en aquella cafetería. Es ahí cuando se dio cuenta de que esto era un sin vivir.

La echaba de menos todo el tiempo, a pesar de que sabía que no era como antes y apostó que no iba a serlo. Pero ella quería meterse con la rubia y que ella le replicase cual niña chica. Abrazar su cuerpo o ponerse en su hombro mientras conversan. Qué le tiré del pelo, la empuje hacia un costado y se metiese con ella. Ser niñas pequeñas siendo adultas. Hasta quería que se burlarse de ella diciendo cuan Lena estaba enamorada de ella, aunque esas bromas estaban muy lejos para que se hiciera realidad —a no ser...—.

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El buzón estaba lleno de cartas y Lena las barajó mientras se dirigía al ascensor, parándose en una carta en concreto. Se quedó mirando con el ceño fruncido al ver el nombre de Alexander Luthor grabada en ella con una caligrafía perfecta. Y no solo su nombre, sino también el de su novia Lana.

—¡Aguanta la puerta!

Ese grito hizo que alzara la vista y vio a la rubia corretear casi ahogada. Ella quería pulsar el botón, fastidiar como la rubia hacía, pero por alguna razón puso el pie en el sensor para detener el cierre. Si quería recuperarla, tenía que dar de su parte, sobre todo.

—Pensaba que me ibas a dejar en tierra, Kieran —se sinceró la rubia y Lena solo encogió de hombros, echando de nuevo un vistazo a la carta—. Oh, ¿tú también?

—¿Hum?

—Tenemos la misma carta —abrió su bolso y sacó el sobre. Efectivamente, eran idénticos—. ¿Te imaginas que es la invitación a su boda? —preguntó con gracia mientras rompía el sobre con las manos.

—Pues voy a Metrópolis y me lo cargo —gruñó con falsa molestia—, que soy su hermana y me tengo que enterar por una carta —sentenció mientras Kara reía y abría el sobre.

—Lena... —le llamó la atención con una mueca y la pelinegra abrió los ojos, sabiendo lo que significaba su mirada—. ¿Cómo quieres matar a tu hermano?

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—¿¡CÓMO ES QUE TE VAS A CASAR!? ¿¡Y POR QUÉ NO ME LO HAS CONTADO ANTES DE RECIBIR LA CARTA, HIJO DE LILLIAN!?

—Pensaba que mamá te lo había dicho, de verdad... Aquella tarde, cuando Kara estaba remodelando tu oficina. Además, pensaba que te hacías a la idea, Lena...

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