—Tulipanes.

—¿Tulipanes? —preguntó con el ceño fruncido y la rubia asintió—. Los tulipanes no pegan en una boda, Kara.

—No es por como se vería, sino por su significado.

—¿Y qué significan? —cuestionó cansada, pero su vecina se negó.

—Búscalo tú, doña perfecta. No soy tu profesora —se encogió de hombros y Lena soltó una risa incrédula, pues pensó que sería una tontería.

—De todas formas, creo que Clark ha acertado. Prefiero que me regalen un buen ramo de rosas que tulipanes.

—¿Nunca aceptarías si te regalaran un ramo de tulipanes, Luthor?

—Nunca.

—Pues bien que te aferraste al ramo de tulipanes rojos marchitos que te regalé cuando te saqué de casa —le recordó con una sonrisa vacilante y se dio la vuelta para marcharse.

Lena miró como se alejaba. Así que eran tulipanes. Sin poder contenerse, sacó su móvil para buscarlo, pero mientras tecleaba, miró hacia Kara que le guiñó el ojo antes de salir de la tienda. Estaba entrando en su juego; la estaba vacilando de nuevo y guardó el móvil de inmediato. ¿Quién le aseguraba que realmente eran tulipanes?

Ahora mismo Lena no sabía que los tulipanes rojos significaban amor verdadero e importante.

.

La pelinegra rodó los ojos cuando Kara no paraba de charlar con la mujer que le daba todo trozo de pastel que le pedía. Ella ya sabía cual sería su tarta de bodas, pidiendo a Kara que se marchasen de una vez, pero no le hacía caso y aseguró que la rubia solo quería ligar con esa mujer.

Cansada, cogió un trozo de tarta y se lo restregó por la cara cuando se giró Kara para que Lena probase la tarta de nata. La mujer se quedó sin habla y la rubia prácticamente estaba alucinando. Ella pensó en que no le había dado tiempo para meterse con ella como para que hiciese eso; no comprendió para nada su actitud cortante cuando la ignoró cuando la llamaba. Con un ojo cerrado, vio como Lena se iba al otro extremo con una cara larga y le pidió un segundo a su acompañante, pero antes de marcharse, la mujer se disculpó.

—No quería incomodar a su mujer.

—¿Mi mujer? Lena no es mi mujer —se quejó mientras se limpiaba la cara con una servilleta.

—Oh, perdóneme. Pensaba que sí por los celos...

—¿Celos? —alzó la ceja interesada y la mujer asintió.

—No es la primera vez que pasa este tipo de cosas en nuestra tienda. Admito que soy culpable porque me encanta tontear y engatusar a la gente —hizo una mueca y Kara sonrió mirando a Lena que estaba de espaldas. ¿De verdad estaba celosa?

—Tranquila, no pasa nada, aunque si estaba tonteando conmigo no me he dado cuenta; realmente los pasteles están increíbles —se echó a reír seguida de la mujer—. En fin, gracias por su tiempo. Voy a por mi mujer celosa —bromeó mientras se despedía.

Aunque no tan de broma, pues la mujer le había dado esperanzas, aunque sean minúsculas.

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La joyería estaba vacía menos las dos mujeres que se encontraban mirando cada cadena, relojes o pendientes mientras el hombre buscaba los anillos de boda. Kara señalaba cada cosa que le parecía gracioso y Lena rodaba los ojos.

Sus gustos claramente eran distintos. Por primera vez, le dio la razón a Kara de que era una presumida refinada. Jamás se pondría todo lo que señalaba la rubia a pesar de tener una pulsera "que le regaló" en su día. Ni siquiera el collar que le compró su madre a la rubia cuando llegaron a Midvale que todavía tenía colgado. Le parecía poco elegante para ella.

Vecinas incontrolables | SupercorpOnde histórias criam vida. Descubra agora