Capítulo XXXV

1.3K 85 38
                                    

Subo al auto y tiro mi maleta en el asiento del copiloto.

Cuando intentaba superar lo ocurrido posterior al secuestro, una de las cosas que me ayudó fueron las clases de defensa junto a Franco, el jefe de seguridad de mi familia. Cuando sentía ira golpeaba cosas, las rompía o terminaba haciéndome daño yo misma, así que esa fue una de las cosas que él decidió que me ayudaría en varios aspectos y mi psiquiatra lo secundó.

Muevo el vehículo fuera de la plaza de estacionamiento y me percato de lo mal que conduzco justo ahora, tomo respiraciones profundas en un intento por calmarme hasta concluir que caminar o correr me ayudará. Vuelvo a estacionarme donde estaba y tomo mis cosas para bajarme. Meto las llaves en la mochila y camino hasta mi destino.

No puedo creer que Matthew me haya comparado con su ex, no soy esa mujer, no voy a dejarlo plantado solo porque sí, porque me vino en gana. Tampoco tiene que desconfiar de mí, no sé la historia de lo que haya pasado con Liam y su ex, pero tampoco me interesa, nada en este jodido momento me interesa.

Tardo poco más de veinte minutos en llegar, al entrar me registro e indico que quiero entrenar sin instructor, me señalan donde encontrar lo que busco y voy hacia allá.

Miro mis manos, específicamente el anillo de compromiso que debo quitarme, lo guardo con cuidado en un bolsillo interno de mi bolso para no perderlo. Procedo a colocar protección a mis muñecas, noto las palmas de mis manos marcadas de nuevo por la fuerza de mis uñas en ellas, suspiro y sin darle importancia me pongo frente al saco de arena, acomodo bien mis pies para mantener el equilibro y repito de memoria cada movimiento que he aprendido con una fuerza que me hace drenar la energía que necesito.

Extrañaba la liberadora sensación, golpeo con fuerza, intento descargar el estrés en este sitio y por momentos dejo de pensar, hecho que me resulta positivo porque de un momento a otro el máximo pensamiento que puede existir en mi mente es el siguiente movimiento que haré.

Luego de un rato de golpear sin parar una gota de sudor cae en mi ojo haciendo que arda.

Se me escapa una maldición y busco una toalla para secarme.

—No quisiera ser ese saco de box en este momento —Escucho una voz masculina a mi espalda.

Apenas me giro y de mala gana observo al tipo rubio que hay a unos pasos de mí.

—Dije que no quería instructor —digo entre dientes y vuelvo a lo mío, golpear el saco.

—Con esos golpes no creo que lo necesite —De reojo noto que me mira el trasero y me giro por completo para encararle.

—Si me vuelves a mirar las nalgas vas a necesitar una cirugía en tus testículos —Señalo quitándome los guantes.

El tipo se cruza de brazos.

—Uy, eso sería interesante. No estoy seguro de si acepte la anestesia si es usted quien tendrá sus expertas manos en mis testículos, doctora —Aunque estoy furiosa me descoloca el que sepa mi profesión, no creo conocerlo así que es probable que solo haya adivinado.

—No perderé mi tiempo con un patán —Tomo mis cosas y voy a las duchas.

Al entrar por inercia reviso mi teléfono, hay un par de correos, mensajes en el grupo familiar, etiquetas de Brenda en memes y un mensaje de Matthew.

¿Me dices donde estás? Es algo importante.

No respondo, solo doy mi ubicación, justo ahora me encuentro más calmada por lo que creo que puedo hablar con él.

Me ducho rápidamente sin permitirme disfrutar mucho del agua, ya tendré tiempo para eso en mi apartamento.

Al salir me encuentro una combinación que no esperaba justo en la entrada y me detengo con brusquedad frunciendo el ceño.

Soledad Compartida | Libro IIDove le storie prendono vita. Scoprilo ora