Capítulo XVI

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Intento drenar mi ira antes de entrar al consultorio donde estaba antes de que se presentara dicha emergencia. Para mi sorpresa, cuando llego los chequeos generales que me faltaban ya fueron realizados por mi ridículamente atractivo novio, solo había un par que me esperaban para un chequeo en cada una de mis especialidades.

Me tomo mi tiempo con ambos antes de estar lista para marcharme.

Matt me espera en el marco de la puerta mientras observa cada una de mis acciones.

Me intimido un poco ante la hermosa mirada de sus ojos claros.

Aunque mi repentino mal humor no se disipa por completo, sé que el doctor que me espera pacientemente podrá solucionarlo.

Suspiro, quito mi littmann turquesa de alrededor de mi cuello y lo meto en un maletín médico que traje.

Al acercarme a él, toma mi mano y nos dirigimos a la camioneta en que vinimos, rumbo al hotel donde nos hospedaremos esta noche.

[…]

Una vez que llegamos y cenamos cada uno se dirige a su respectiva habitación, agotados por el largo día.

El lugar tenía en todos los aspectos su toque rústico, todo estaba decorado en tonos tierra que volvían todo mucho más acogedor.

Cuando salgo de la ducha envuelta en una toalla, noto la pantalla de mi teléfono parpadear.

«No olvides la verdadera razón por la que estás aquí»—, me repito mientras me siento sobre la cama a tomar el aparato que yacía sobre la misma.

Efectivamente entre tantas notificaciones se encuentra un mensaje de mi abogado de cabecera pidiendo que lo llame cuanto antes.

Suspiro, presiento que no son buenas noticias.

Marco el número y me preparo mentalmente para lo que tenga que decir.

Los minutos siguientes se vuelven un calabozo personal para el estrés; una llamada tras otra quitándome la paz y el descanso que ansío saborear aunque sea un poco.

No se ha podido limitar la salida de aquel despreciable hombre, probablemente ya no se pueda hacer nada más por mantenerlo encarcelado; pero claro, todo eso es en términos legales.

Mi corazón se divide entre hacer las cosas correctamente aún cuándo eso representa un peligro para mi familia, o utilizar mi dinero para conseguir que permanezca encerrado.

Arrojo el teléfono, frustrada. Tiro de mi cabello intentando drenar la impotencia que siento.

No sé qué carajos hacer, todo depende de que yo tome una decisión pero siento que esto me sobrepasa.

El nudo en mi garganta crece a causa de la mezcla de sentimientos, mis manos tiemblan y siento el impulso de arrojar o golpear algo.

Tomo grandes bocanadas de aire en un intento de calmarme pero no me funciona demasiado.

Empiezo a golpear una almohada, a estrujarla, y luego abrazarla para terminar llorando.

—Esto te lo buscaste tú —susurro entre sollozos—, por tus jodidos errores estás jodiéndote la vida —Sigo reprochándome.

Tomo de nuevo el teléfono dispuesta a tomar la decisión más egoísta, una que me revuelve el estómago.

Cuando estoy buscando el contacto vienen a mi mente la discusión que tuve esta noche con aquel hombre en el ambulatorio, me siento estúpida por permitir que aquellas palabras del desconocido me afecten ¡pero carajo! si hago esto le estaría dando toda la razón a esa absurda conversación que ni siquiera tendría que venir al caso.

Soledad Compartida | Libro IIWhere stories live. Discover now