Capítulo XXIII

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Matthew

Tomo el teléfono de Mia intentando hacer uso de mi mediano conocimiento en informática.

El verla tan destrozada y desesperada me rompe por dentro. Quisiera decirle que todo estará bien pero por lo que me ha contado sobre la basura que tiene a Brenda estoy seguro que no la tenemos nada fácil, y que estamos contra reloj.

Mientras reviso un sonido de notificación nos informa un nuevo mensaje.

Mia intenta quitarme el teléfono pero le digo que he sido yo y se aparta.

Leo el mensaje. Es una dirección proveniente de un número privado donde le piden a Mia que vaya sola con una considerable suma de dinero.

De ninguna manera puedo permitir que ella se reúna con un neurótico con sed de venganza, y estoy seguro que ella lo hará si lo sabe.

Reenvío el mensaje a mi número y luego borro todo rastro de ese texto antes de entregarle el teléfono nuevamente.

Prometí que la protegería, y eso es lo que haré.

[...]

Estamos en la casa donde residen los padres de mi novia, Mia está histérica, grita, ordena, y lanza todo cuanto tiene a la mano en cada arrebato.

Excepto su teléfono, se aferra a él esperando las malditas instrucciones que yo ya poseo.

Me encantaría quedarme apoyándola, pero estoy seguro que con lo alterada que está me será más fácil evadir su presencia sin que siquiera lo note.

Escaparme de los escoltas será en parte lo más complicado, no tengo un plan y necesito a alguien que me ayude con esto.

Recuerdo la cena donde Mia me contó todo. Aquella noche había un hombre que se encargaba junto a Franco de interrogar al hermano del tipo que tiene secuestrada a mi cuñada.

Recuerdo que me dijo su nombre, más no consigo recordarlo ahora. Lo que sí sé es que ese era el esposo de la hermana de Mia que se disculpó por no poder acompañarnos la noche que salimos al bar.

Busco a la familia de mi novia por todo el lugar. Los encuentro dispersos pero en la cocina doy con quien buscaba.

La delgada mujer me saluda vagamente al verme. Su nombre se me complica y no consigo pronunciarlo bien por lo que solo me limito a preguntar:

-¿Ha visto a su esposo?

-Sí, está arriba con mamá -contesta y luego hace una leve mueca-. Por cierto, intenta tutearme, estamos en familia.

Familia... Sí, ellos me hacen sentir así.

Le sonrío por cortesía.

Voy escaleras arriba y los encuentro en el balcón.

La madre de Mia tiene los ojos rojos mientras llora desconsoladamente en el hombro de su hija Elizabeth y la persona que busco está justo detrás, acariciando la espalda de nuestra suegra.

Inevitablemente me quedo mirando a la señora, no soy quien para juzgar a esta mujer, sin duda no está entre mis personas favoritas pero verla tan rota mueve algo en mí; quizá sea por su parecido con la mujer que amo o por el simple hecho de que me recuerda a mi madre...

Decido cortar el hilo de mis pensamientos y toco el hombro del hombre para llamar su atención, hago un ademán para que me siga y éste lo hace.

Le indico que necesito hablar con él y me pide que ahora sea yo quien lo siga.

Cuando llegamos a lo que parece ser el estudio de mi novia -a juzgar por el interior del mismo- él cierra la puerta tras de sí.

-¿Puedo ayudarte en algo? -pregunta el hombre con curiosidad moviéndose por el lugar como si fuera suyo.

Soledad Compartida | Libro IIWhere stories live. Discover now