Capítulo IX

2.9K 159 0
                                    

Mi familia ríe de una ocurrencia de mi sobrino más pequeño, Matt a mi lado también está sonriendo mientras me abraza con fuerza por la cintura. Me siento feliz.

Un pequeño que desconozco cae sobre una roca y empieza a sangrar, quiero ayudarlo pero Matthew no me deja moverme, me esfuerzo por alcanzarlo pero su agarre es firme y cubre mi boca para que no grite. No entiendo lo que ocurre, siento angustia y ganas de llorar; él aumenta su fuerza y empieza a lastimarme, el niño llora y más sangre brota de su pierna.

No puedo parar de llorar y como puedo miro a quien me detiene, pero su rostro empieza a deformarse hasta que su mirada dulce se convierte en la de alguien a quien le hice daño.

Él sonríe y lleva una mano a sus labios.

—Shh.

Me incorporo de un salto gritando fuerte y con la respiración pesada, mis jadeos son audibles debido al esfuerzo que debo hacer, siento que me ahogo.

Mi reloj indica que son las 3:30 de la mañana. Me quito las sábanas, tengo calor, mi cuerpo está sudado. Siento tanta fatiga que me quito la pijama quedando solo en ropa interior.

Me dirijo a la cocina y busco agua helada mientras intento calmarme.

La cabeza me da vueltas y siento náuseas, el malestar es excesivamente fatal. Necesito distraerme.

Busco la portátil y me pongo a trabajar hasta que al fin me siento mejor y al ver la hora me doy cuenta de que son las seis de la mañana. Me alisto y voy a trabajar.

Las pocas horas de sueño me han pesado, me duele la cabeza y no tengo nada de apetito.

—Smith, ¿estás bien? —La voz del doctor Rojas me saca del ensimismamiento en el que he estado encerrada.

—Sí, lo estoy. No te preocupes —Le sonrío ligeramente y él asiente poco convencido.

Continúo revisando exámenes, historias médicas y alguna que otra emergencia.

Veo un rostro conocido y caigo en cuenta de que se trata de la madre de la niña Leila, quien falleció hace unos meses atrás cuando yo trabajaba en el otro hospital. Se sorprende al verme y me saluda amablemente, me informa que viene con sangrado, un dolor muy fuerte en el vientre y me explica que está embarazada. No hace falta que me de más detalles, sé que teme perder otro hijo, aunque son circunstancias bastante distintas.

La remito con el obstetra y me quedo con ella el poco tiempo que me es posible hasta que consigo ver a Matt por primera vez en el día dado a que resulta ser que es su cardiológo.

Él la examina pero yo estoy demasiado irritable como para seguir cerca. Al pasar a su lado, sin despegar la vista del historial médico me pide que lo espere fuera.

Lo voy a hacer pero realmente no quiero hablar con él, no quiero hablar con nadie; esto me ha ocurrido antes y soy consciente de que no es su culpa pero ¡ahg! Casi siento que es hormonal.

Sigo de largo y me propongo a distraerme con trabajo.

—¿Qué te ocurre? —Escucho mientras una mano me sujeta del brazo.

Me zafo de forma brusca y sigo adelante por el pasillo. Él me alcanza de nuevo y me sujeta con un poco más de fuerza sin llegar a ser tosco; un fragmento del sueño viene vagamente a mi memoria, hago una mueca y me limito a responderle que no me ocurre nada.

—¿Hice algo mal? Algo te pasa, no sabes mentir y estás molesta por algo. —Su voz denota confusión.

—Estoy bien, y no hiciste nada mal. Quiero estar sola, es todo.

—No, ahora me explicas —Esa insistencia poco propia de él me exaspera.

—Suéltame. —espeto y miro su agarre con molestia.

Él duda pero enseguida me acorrala con facilidad en la pared colocando una mano a cada lado de mi rostro. Observa mis labios y yo trago saliva, ¿cómo puede parecerme tan irresistible?

—Dime —demanda.

Una chispa de racionalismo se hace presente y noto donde estoy, con quien estoy, y bajo cual situación estoy.

No estoy acostumbrada a darle explicaciones a nadie, y no quiero hacerlo ahora.

—Te dije que me soltaras, te dije que no me ocurre nada y si así fuese no deseo hablar de eso. Ahora por favor déjame seguir con mi trabajo, luego hablamos —digo mirándolo a los ojos.

Él suspira y se aparta.

Sigo mi camino y lo evito a toda costa, no es su culpa lo sé, pero no me agrada su comportamiento y no puedo hacer nada en contra de eso.

Le pido a una de las enfermeras que me inyecte algo para el dolor, quiero que se me pase rápido. Luego de hacerlo me obligo a comer algo pero no consigo ni siquiera digerir la mitad de un sándwich en la cafetería.

Salgo de la guardia a la misma hora que Matthew, al verlo me apresuro para irme y en el recorrido a casa puedo ver que me sigue.

Continúo acelerando el paso y consigo subir al ascensor antes que él. Al llegar al piso, abro la puerta y su mano me detiene.

—Necesito que hablemos ahora... Por favor.

Suspiro y accedo pero antes de darme tiempo de algo más sus labios se posan sobre los míos en un ansioso beso. Tardo un momento en corresponder debido a la sorpresa y como si de un borrador se tratase mi mal humor empieza a desvanecerse mientras el beso sube de nivel comenzando a acalorarme.

Enredo las manos en su cabello y lo atraigo aún más hacia mí mientras sus manos se aferran a mi cintura por debajo de mi blusa.

No sé como pero al escuchar la puerta cerrarse me percato que estamos dentro del departamento.

Esto es demasiado... Wow, no sé describirlo. Deseo más de él, me atrevo a darle una suave mordida entre el beso y un gruñido de aprobación me incita a más. No tengo idea de lo que estoy haciendo pero no quiero detenerme; deslizo mis manos tímidamente por debajo de su camiseta y acaricio su abdomen.

Se siente en extremo bien, sus labios descienden a mi cuello y desabotona mi blusa lentamente. Me estremezco, él sigue con su labor hasta llegar al último botón y arrancarlo con impaciencia. Yo me deshago de su chaqueta y de su camiseta con rapidez apegando mi cuerpo a él, sintiendo el calor que su cuerpo irradia piel con piel.

—M-me encantas —susurra agitado.

Me sonrojo y cierro los ojos mientras juega con mi oreja.

—Mia, necesito que me pidas que me detengas. T-tú eres la racional aquí —Abro los ojos y me encuentro con su mirada fija en mí.

«Joder».

Trago saliva; caigo en cuenta de lo que estoy haciendo.

«No permitas que tus emociones prevalezcan sobre tu intelecto», las palabras de mi padre hacen eco en mi cabeza y reacciono.

Bajo la mirada y al verme no puedo evitar sonrojarme de nuevo.

—D-detente —Busco mi blusa y me cubro de nuevo sin abrocharla.

Él permanece en silencio observándome. Hace un momento anhelaba tenerlo cerca, ahora mismo... Deseo tenerlo lejos. Tengo un nudo en la garganta que busca brotar, y no quiero que esté presente cuando eso ocurra.

Se coloca solamente la camiseta y se acerca a acariciarme las mejillas. No me atrevo a mirarlo.

—¿Puedo quedarme? —Su pregunta me toma desprevenida, pero tras un momento le digo que sí.

Él me abraza y siento que ya con eso derribó todas mis defensas. Siento algo vibrar en su bolsillo e intento apartarme pero él me lo impide estrechándome con más fuerza entre sus brazos.

Me ducho, me pongo un short de pijama junto a una blusa de tirantes; en cuanto a Matt, lo dejo quedarse en camiseta y ropa interior. Dudamos un poco sobre si dormir en diferentes habitaciones pero luego de un momento decidimos que no habría problema con compartir mi cama.

Nos abrigamos y él me acomoda sobre su pecho, donde por fin me quedo dormida, esta vez sin pesadillas.

Soledad Compartida | Libro IIWhere stories live. Discover now