Capítulo XXVII

1.9K 123 5
                                    

Matthew

Brenda permanece dormida, anoche no paraba de llorar y entiendo que el cansancio la haya vencido.

Mis manos permanecen atadas pero soy consciente del metal que toca mi tobillo. Brenda tiene el arma que he conseguido, solo es cuestión de tiempo para conseguir nuestro cometido. Y esperamos hacerlo a tiempo, ya que Mia se encuentra al tanto de nuestras "capturas".

Reposo la cabeza en el muro donde estoy atado, mis músculos están tensos y me duelen al estar en ésta posición.

-Tengo ganas de hacer pis -Escucho decir a mi acompañante, avisándome que ya ha despertado.

Bufo y la busco con la mirada. Cuando voy a comentar algo un grito brota de su garganta haciéndome sobresaltar.

-¡Desgraciadoo! -grita y casi quisiera ser yo el que le pone una mordaza.

Nos van a terminar matando por su lengua.

Suspiro y la miro enmarcando una ceja, ella solo se encoge de hombros y escucho una maldición del otro lado de la puerta.

Lo extraño es el golpe que se escucha después, percibo murmullos pero no puedo comprender nada.

-Debemos hacerlo ahora -dice con determinación-. Mia no tardará en responder al llamado de damisela al rescate.

Suspiro y asiento, doblo la pierna e intento reclinarme para tomar la navaja que tengo oculta. Intento varias veces pero cuando estoy por conseguirlo la puerta se abre dejándome inmóvil.

Mia.

Sus muñecas están atadas a la espalda y el hijo de perra sostiene un arma en su nuca.

No soy capaz de formular nada y parece que Brenda tampoco -increíblemente-.

Temo que si digo o hago cualquier cosa pueda lastimarla.

La nariz del tipo está rota, fluye una gran cantidad de sangre y casi me da satisfacción que Mia lo haya golpeado -porque estoy seguro fue ella-. Casi.

Ella pasea su vista por el espacio y su mirada casi muerta solo da un indicio de vida al ver a su hermana. Sigue buscando y también percibo alivio al verme, pero yo no, ahora que se ha girado puedo ver su mejilla rojiza y un hilo de sangre en la comisura de sus labios.

Aparta la mirada y la lleva a un punto fijo justo al frente, su expresión es de una calma inquietante.

-Aquí tenemos a nuestra invitada de honor -Ríe el tipejo y se limpia la sangre de su nariz con el dorso de la mano.

-Maldito hijo de puta...
-escupe Brenda pero su insulto es interrumpido por una bofetada.

Ella ríe burlona y niega. Mía lo observa con ira contenida y sus manos están hechas puños.

-Me estas hartando, Brenda -amenaza él aún sin dejar de apuntar a Mia quien ahora lo mira de frente.

Las hermanas intercambian una mirada significativa y la risa de la mayor se va apagando, no entiendo qué es lo que ha ocurrido pero sin lugar a dudas me he perdido de algo.

El tipo sonríe triunfante y siento la impotencia en cada célula de mi cuerpo.

El pilar entre Brenda y yo es ocupado por mi novia; solo que sus brazos no rodean el mismo hacia atrás como nosotros, ella sigue con nas manos a su espalda, las cuerdas le rodean el torso otras los tobillos.

Siento un instinto asesino contra el delincuente frente a mí cuando lo hace, y que no paso por alto el cómo la toca y por un momento experimento algo similar a lo que tuvieron ella y su hermana un momento atrás, a pesar de su máscara de calma imperturbable en mi mente hacen eco sus gritos en medio de una pesadilla, su rechazo inicial a mis demostraciones de afecto, sus lágrimas cuando mis manos han recorrido su cuerpo...

Quiero matarlo, quiero detenerlo, pero no puedo, le puede hacer más daño, ya de por sí soy consciente que está disfrutando de mi ira contenida.

-Ya regreso para cumplir con mi parte del trato, muñeca -Se dirige a mi novia.

Ella no responde, no he escuchado su voz desde que entró aquí.

La rata sale con actitud de amo y señor del lugar.

-Mia, ¿estás...? -No me atrevo a formular la pregunta por completo.

¿Qué puedo preguntar? ¿Estás herida? ¿Te hizo algo grave?

-Brenda, saldrás de aquí pronto -habla por fin, pero su voz es extraña, distante.

-¿Qué hiciste? -exige saber la otra mujer pero su gesto da indicio de saberlo-. Bendiste tu alma al mismísimo diablo -Su voz se quiebra.

-De haberlo hecho no... -Niega, mira al suelo, toma aire y su mirada se dirige a mí-. Perdón, tardaré más en sacarte a ti.

-Teníamos un plan -alega Bren en defensa.

-¿Cuál? ¿Ponerse en bandeja de plata? Perdón, pero ese no es un buen plan -Su voz es fría. No hay tono sarcástico perceptible siquiera, es sencillamente inexpresiva.

-No, uno que involucra un arma y una opción tangible -sentencia.

Mia guarda silencio, suspira y luego levanta la mirada.

-Dámela -ordena y su hermana resopla.

-No puedes hacer mucho con las manos atadas -replica.

-Y tú no vas a hacer nada tampoco, esto no va a quedar en tu consciencia.

-¿Quién la tiene? -Se dirige directamente a mí.

Hago un ademán hacia Brenda y la veo retorcer las manos en un nulo intento de soltarse.

Es inútil, no sé qué es lo que ha negociado Mia pero entiendo que no es nada bueno.

Mi mente va muy rápido pero la única opción que tenemos es totalmente desagradable, sin embargo, podría resultar nuestra salvación.

-Hay una navaja en mi pierna -digo en voz baja pero en seguida capto su atención.

Extiendo mi pierna y ella con demasiada dificultad consigue que las sogas cedan un poco, lo suficiente para acercar su boca a mi tobillo, donde en una embarazosa maniobra saca la navaja con sus dientes. La tira al piso y la alcanza entre sus manos.

-Tenemos alrededor de diez minutos para hacer esto, tal vez menos -informa mientras intenta cortar la cuerda que sostiene sus muñecas.

Consigue hacerlo, se deshace también de las que rodean su torso y luego sus pies.

Se pone de pie y se acerca a desatar a Brenda mientras mira frenéticamente la puerta. Una vez que la manos de su hermana están libres separa las piernas y por respeto desvío la mirada. Sé dónde la tenía oculta, justo en medio de sus piernas, entre sus pantimedias, debajo del mismo holgado vestido de hace dos días.

Cuando escucho un ruido que solo reconozco por películas veo a mi hermosa e inocente novia con la pistola en sus manos.

Y la está desarmando con demasiada agilidad.

Está sacando algunas balas y vuelve cargarla con mucha habilidad. Demasiada. Estoy sorprendido, esto es impresionante para mí.

Se escuchan pasos en el momento en que le entrega la navaja a su hermana y le pide que me suelte.

El arma permanece a su costado solo hasta el momento en que la puerta se abre.

Todo ocurre con demasiada rápidez, solo soy consciente de mi dulce Mia cuando apunta y, sin ninguna expresión, dispara. Con frialdad, precisión y -perturbable- experticia.

Soledad Compartida | Libro IIحيث تعيش القصص. اكتشف الآن