ᴛ ᴏ x ɪ ᴄ

4.9K 353 48
                                    


Lo había dejado botado en casa del comisario, no sin antes esperar a que Horacio saliera de la ducha para llevarse consigo. Esperó paciente en la habitación de Volkov, donde presenció como entraba el moreno con una toalla alrededor de su cadera, salió y lo esperó junto a la puerta para que se pudiera cambiar sin incomodidad alguna, no tardó mucho.
En cuánto salió, lo tomó por la muñeca y se lo llevó afuera del departamento, dando un portazo detrás de él, haciendo notar su molestia.

Estaban sentados frente a frente en la casa del superior. Horacio no se atrevía a levantar la mirada de su pequeña taza de café aligerado con un poco de crema, para encontrarse con la de Conway. El mayor, en cambio, no le apartaba la vista, quería grabarse cada pequeño gesto que hacía cuando se ponía nervioso, cuando imponía ante él.

Sonrió para sí cuando notó como se removía en su silla ante su vista, y seguidamente tomó la taza llevandosela a la boca para dar un pequeño sorbo. Estaba hirviendo. Horacio quería decirle al otro que dejará de mirarlo, que dejará de intimidarlo, que sí iba a hacer algo lo hiciera ya, más no se atrevió. Se limitó a seguir mirando ansioso su taza con el líquido dentro de él.

— ¿Sabías que tienes unas manos hermosas?

El menor no pudo evitar ponerse más nervioso, sus manos sudaban en exceso, en su espalda sentía recorrer una pequeña descarga eléctrica que terminaba expandiéndose en sus piernas. Rodeó la taza con una de sus manos, tratando de calmar el sudor frío. Tomó discretamente aire, aguantandolo. Horacio no respondió.

Conway rio ante la notaria respuesta corporal del moreno, le enternecia mucho que actuará así delante de él, sin embargo, tenía algo que le ponía. Algo grande.

— ¿Tú sabes lo que dijo Gustabo en la sala?

Dijo espontáneamente al no obtener respuesta verbal de parte de Horacio ante el primer diálogo establecido por él. Se recargó en el respaldo de su silla mientras esperaba respuesta del menor, agarró su taza y se la llevó a la boca, dando un sorbo largo.

Sus manos son tan grandes, tan anchas, que la taza parece una cría hámster entre ellas, pensó Horacio mientras veía su mano realizar la acción. Una pequeña parte de él deseó tener sobre su cuerpo aquellas manos, quiso poseer aquellos labios rosas entreabiertos que de vez en cuando saca humo. Café y cigarros, eso debería saber su boca.

Horacio espabiló en cuanto notó la sonrisa traviesa de su superior. Pensó rápidamente en una respuesta.

— Eh, lo desconozco totalmente.

Dio un nuevo sorbo, esta vez uno un poco más largo. Conway asintió lentamente mientras apagaba su cigarrillo en el cenicero que estaba descansando en la mesa. Se inclinó hacia delante, apartando un poco su taza y mirando a Horacio intimidantemente. Este se contuvo de soltar algún jadeo frustrado.

— Gustabín se limitó a pedir la polla de tu noviecito.

Horacio no se inmutó. Cómo si fuera un reflejo, alzó la cabeza y conectó miradas con el superintendente. Ambos ojos transmitían jugueteo sexual, dando a entender al menor que, entonces, tenía toda la libertad de hacer lo que quisiera con quién quisiera, ¿no es así, Conway? El superior dejó descansar sus manos sobre la mesa, estando demasiado inclinado hacia delante, podía casi rozar sus manos contra las de Horacio, quién, en una sostenía la taza y en la otra un tic que consistía en tamborilear la mesa suave, aún se encontraba nervioso.

— ¿Y qué quiere que le diga?

Aunque bien había cierto que le había molestado que Gustabo mirará con deseo a su comisario, no le había dado muchas vueltas al asunto, tomó aquella situación como oportunidad para probar con Conway, quién también se encontraba impaciente por saborear al menor.

Tenían el pretexto perfecto para juntar sus cuerpos salvajemente. Volkov no podría culparlo, no podría regañarlo.

— Bueno, escuché por ahí que a Volkov se le va la flapa en cuanto celos estamos hablando.

Conway hablaba bajo agravando su voz, más de lo normal. Horacio podía sentir el aliento cálido sobre su cara confirmando sus sospechas del olor. La mesa realmente era pequeña, debajo de esta, las piernas del mayor empezaban a juguetear con las del contrario. El moreno se dejó, dejó acariciar por aquellas manos, se dejó oler cuando Conway se levantó y se colocó detrás de él. No contuvo un pequeño jadeo cuando la cara de este se colocó en su zona erógena que era el cuello, lo ladeó para darle un mayor acceso.

— Pues ha escuchado bien.

El superior se rio roncamente, soltando aire sobre la piel del menor provocando que este se erizara. Conway recorrió lentamente con la punta de su nariz.

— ¿Y tú? ¿No eres posesivo?

— Hm, depende.

Respondió entre breves jadeos que la voz del mayor le producía. Su mano que sostenía la taza, apretó, la que tenía libre, la llevó hacía su muslo, apretando también. Tenía que aguantar y no ceder tan rápido.

El mayor descansó una de sus manos sobre el mismo muslo que estaba apretando Horacio, sin embargo, la mano más grande se introdujo dándose paso hacía la ingle acercándose peligrosamente a la entrepierna del menor. Una pequeña ola de nervios recorrió todo su cuerpo al observar la mano.

— Entonces, ¿no te molesta que Volkov se folle a tu hermano?

Realmente Horacio no prestaba su total atención a lo que su superior le estaba diciendo. Estaba más concentrado en no perder el control, en no pedir entre gemidos ser penetrado por Conway. Inhaló y exhaló lentamente, dando a entender al superintendente que estaba aguantandose, sonrió para sí.

— No si usted me folla a mí.

El que Conway estuviera demasiado cerca volvía tóxico, la piel de Horacio ardía bajo su tacto. Estaba empezando a dudar de si mismo.

El contrario reaccionó gustosamente ante la respuesta de su pregunta, era la que esperaba. Necesitaba oír de su propia voz que le urgía ser tomado por él. Sabía cómo era Horacio, sabía que no iba aguantarse solo porque alguien era posesivo con él. Atendía sus necesidades fueran cuáles fueran.

Con la otra mano que Conway tenía libre, rodeó suavemente el cuello del menor, cumpliendo una de sus tantas fantasías sin siquiera saberlo. El moreno inclinó solo un poco su cabeza hacia atrás, dándole más entrada a tomar más terreno en él. Supervergardiente, destruya el poco pudor que me queda, apiádese de mí y rómpame. Horacio sentía como un calor sofocante se apoderaba de él, como empezaba a ver borroso y el pensamiento solo se volvía oscuro.

El contrario notó aquella necesidad que el menor deseaba saciar en lo más pronto posible, sabía que él no era de contenerse a lo que quería, si lo ocupaba en ese momento haría todo lo posible para conseguirlo, así estuviera en público y en su casa.

Escuchó complaciente como Horacio soltaba pequeños gemidos en su oído. La mano que estaba en su ingle, lentamente subió a la erección que solo unos pequeños roces había provocado. Apretó ligeramente el bulto a la par que lo hacía con su cuello, lamió el lóbulo del menor.

— Con-conway, si me va a follar, hágalo ya.

Conway levantó al moreno y lo empujó en dirección a la habitación. El único sufrimiento que iba a conocer Horacio, era el de no poder sentarse al día siguiente.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 𝐏𝐋𝐄𝐀𝐒𝐄      [Multishipp]Where stories live. Discover now