ɪ ғ ᴡ ᴏ ᴜ ʟ ᴅ ᴄ ᴏ ᴜ ʟ ᴅ ᴛ ᴀ ʟ ᴋ

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Los actos indebidos cometidos dentro de la oficina del superintendente Conway no eran precisamente para contar, pocos sabían que lo que sucedía ahí, nadie hablaba al respecto, solo salían como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, para la mala suerte del subinspector Gordon y el comisario Rodriguez, les había tocado saber que era lo que guardaban aquellas paredes.

El subinspector había acudido con el comisario para rectificar cierta información de cierta banda que le había llegado, este, a su vez, le había dicho que él no tenía jurisdicción sobre el caso, que los únicos al mando de aquella investigación eran Volkov y el superintendente. Gordon, al verse en peligro por tener en posesión dicha información, le preguntó al comisario que si era posible hablar en ese momento con sus superiores, Greco no encontró problema alguno y lo encaminó al despacho superior del superintendente. Sabía que estaba ahí porque no hace mucho había encendido la radio y lo primero que había escuchado era la orden de Conway hacía el otro comisario, diciéndole que le esperaba en su oficina.

Greco pidió a su subordinado que tocara primero y después pasara, cosa que no dudó en ningún momento Gordon, hasta que se encontró con aquella escena que le dejó sin aliento. El comisario Rodriguez, al ver la expresión del subinspector, entró también, las palabras que tenía para ese momento eran demasiadas.

— PERO CONWAY.

El grito de Greco se pudo escuchar en toda la comisaria. Ambos oficiales sentían que la vergüenza se apoderaba de ellos, y como si fuera un gesto involuntario, ambos giraron rápidamente sus cabezas hacía otra dirección, esperando a que aquel panorama se deshiciera.

Conway y Volkov se alejaron despacio del inspector, mientras que Gustabo se apresuraba a mantener en secreto sus identidades poniéndose delante de su hermano de espaldas, una vez sus superiores se alejaron. Nadie dijo nada en un buen rato, todos se quedaron en sus respectivas posiciones. Gordon y Greco salieron lentamente de la habitación cerrando la puerta.

— ¿Qué coño?

Gordon tenía el semblante sorprendido, sus ojos parecían que se iban a salir de sus huecos y sentía la garganta seca. Echó una risa nerviosa y se volvió al comisario que lo acompañaba.

— Vamos a suponer que no hemos visto nada, ¿vale?

El subinspector asintió rápidamente, se volvió a la puerta y tocó suavemente, está vez esperó a que le dieran el paso. Se escuchó un "adelante" de parte de Volkov. Ambos pasaron con un cuerpo nervioso y que desbordaba vergüenza.

— Eh, superintendente.

Gordon alzó la vista con dificultad, delante de él se encontraban los inspectores con sus rostros tapados, estaban de espaldas parados detrás de sus lugares habituales, detrás del escritorio se encontraba Conway, con un semblante duro, haciendo como si nada de lo que había visto hubiera pasado, junto al escritorio, el comisario Volkov con el mismo rostro y los brazos cruzados. Todos posaron sus vistas brevemente en el subinspector.

— Vengo a darle información acerca de los mecánicos.

El hombre caminaba hacía el escritorio con nerviosismo, entre sus manos traía un folder amarillo con unas cuantas hojas en su interior, notó el sudor en sus manos. Greco, sin entrar a la oficina, miraba expectante hacía dentro. Dios lo perdonara por presenciar aquella escena. Pensó en pedir una explicación, sin embargo, sintió que aquel no era el momento, esperaría.

Gordon dejó rápidamente el sobre en el escritorio, se dio la media vuelta y regresó donde el comisario Rodriguez, quién cerró la puerta de un portazo una vez el subinspector estuvo afuera. Ambos se quedaron ahí sin decir nada, se miraron velozmente a los ojos y compartieron lo embarazoso que había sido eso. Con paso rápido, se alejaron del despacho.

— ¿¡Quién fue el último subnormal en entrar?!

Conway se encontraba que echaba humo, se podía notar lo tensos que estaban sus brazos, pues resaltaba una que otra vena, en sus ojos se notaba la ira combinada con vergüenza, intercalaba miradas entre los tres presentes. Volkov le daba la espalda a su superior, sabía que él no había sido el último, había sido Gustabo.

— ¡Ahora nadie ha sido, eh! ¿¡Quién ha sido?!

Gustabo bajó la cabeza apenado, Horacio miró con gracia a su hermano y Volkov estaba decidido a no mirar a ninguno de las tres, la pena por la que lo habían hecho pasar no tenía nombre. Ni siquiera podía permanecer en la misma estancia que ellos, dirigió su caminar hacía la puerta, una vez iba a abrirla, Conway lo detuvo:

— ¿A dónde, otaku closetero? ¿Pensabas pirarte después de dejar en vergüenza a los superiores de esta comisaria? Vaya que tienes huevos.

— Conway...

— Ahora no, Horacio, ahora no.

Por el tono de voz que había ocupado el menor, todos en la habitación pudieron notar que necesitaba ser atendido de urgencia, sabían que se había estado aguantando, pero es que después de aquel evento tan embarazoso, nadie quería volver a repetir, al menos no en la comisaria.

Volkov se mantuvo cerca de la puerta, dándole la espalda a los otros. Él también necesitaba ser atendido, el que el comisario y el subinspector entraran de sorpresa no disminuyeron sus ganas, sino todo lo contrario. Sentir aquella adrenalina de ser descubierto mientras mantenía intimidad con alguien de los presentes, era algo que lo prendía. Esperó a que Horacio dijera algo más pero, en cambio, lo escuchó gemir. Se volteó lentamente para poder aquella escena.

La mano de Gustabo se perdida en el cuerpo de Horacio desde la perspectiva que tenía Volkov, la cabeza del inspector estaba descansando sobre el respaldo, el brazo de Gustabo se movía. Conway miraba inexpresivo desde su lugar, teniendo todo el panorama a cuadro limpio, pero algo le molestó, no le gustaba que Gustabo tocara a su hermano. Rodeó el escritorio para llegar al cuerpo de Horacio y apartar la mano que acariciaba sobre su ropa. Tomó el lugar de la extremidad de Gustabo, y con la otra comenzó a retirar el cinturón, lenta y dolorosamente, se puso de rodillas para mejor comodidad.

Volkov no pudo resistirse al ver como su superior se entregaba a Horacio, se fue acercando suavemente hasta quedar detrás del asiento del inspector Dan, posicionó sus manos sobre sus hombros y empezó a masajear, esto provocó que el menor soltará un pequeño jadeo. Una de las manos de Volkov rodeó el cuello del moreno y la otra la se dedicó a quitar nuevamente su pasamontañas, cuando tuvo visión de su rostro, el cual explotaba de excitación, llevó dos de sus dedos a su boca, de la mano que no lo estaba ahorcando. Realizó movimientos con sus dedos dentro de la cavidad del contrario. Al otro lado del cuerpo de Horacio, estaba Conway dando besos peligrosos en el vientre bajo descubierto, acercándose cada vez más a la erección que pedía escapar de inmediato.

Mientras tanto, Gustabo observaba como su hermano era sometido ante sus superiores. Unos celos inexplicables le recorrían todo el cuerpo, desearía ser Horacio en aquel momento, pero otra parte, nadie tenía permitido tocar a su hermano, nadie que no fuera él. Se limitó a observar a Conway y los jugueteos que realizaba cerca del miembro del moreno, esperaba con brazos cruzados.

— ¿No aprendéis, verdad?

La voz ronca de Gustabo sacó a los tres de sus pensamientos y acciones, llevándose una mirada de los presentes. Conway lo miró molesto, Volkov y Horacio urgidos. Pero es que tenía razón. ¿En serio se iban a poner a mamarle la riata a Horacio sabiendo que están en comisaria, un lugar público?

El superintendente le subió el pantalón a Horacio, le abrochó el cinturón y le dio una palmada en el muslo, indicándole que se levantara. Volkov sacó lentamente sus dedos de la boca del menor y los limpió en el sillón, se dirigió a la puerta, esperó a sus compañeros.

— Tú también, mueve el culo.

Le dijo a Gustabo mientras se ponía de pie y caminaba junto a su comisario. Una vez estuvieron los dos inspectores detrás de sus superiores, el ruso abrió la puerta y se encaminó a la salida de comisaria, detrás de él, Conway con las gafas de sol, demostrando ninguna emoción, Dan y Fred salían tonteando detrás de ellos. Salieron del edificio, dirigiéndose al parking, se subieron en el Audi del comisario.

Pero qué cojones está pasando. Greco miraba desde la entrada como los cuatro se montaban y tomaban la calle, probablemente para dirigirse a la casa de alguno, el comisario veía impresionado como el auto se alejaba. Mandó a llamar a Gordon y le dijo que dejara de hacer todo lo que estaba haciendo, que haría 10-33 con él.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 𝐏𝐋𝐄𝐀𝐒𝐄      [Multishipp]Where stories live. Discover now