18. Visitas inesperadas y Leo.

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-No me gusta...-murmuró.

-Como digas-bajé la mirada hacia el pequeño perrito que halaba la bota de mi jean con sus dientes. Aunque era pequeño, no parecía ser un bebé, también era como una curiosa mezcla entre un pug y alguna raza aún más pequeña.-¡Oye!-lo agarré para mostrárselo a Ryan-Me gusta este-lo sujeté frente a él

-¿Enserio?, tiene cara de viejito-dijo Ryan, estirando las arrugas de la cara del animal.

-Así es la raza, idiota-rodé los ojos-Debe estar mezclado con un pug-le contesté alejando al perro de su alcance.

-Bien, si es el que quieres...

-¡Mamá!, ¡Mira ese!, ¡el arrugado!-exclamó una niña rubia a nuestro lado, señalando a mi perrito.

-Esa niña quiere mi perro-le susurré a Ryan con afán, agarrando más fuerte al perro.

-Cat, es una niña-me dio una mirada condescendiente-Sabes lo que tienes que hacer, ¿Verdad?-preguntó.

-Si. Debo correr, dejar que la niña llore, lo supere y siga con su vida-contesté, lista para huir.

-Cat-inclinó la cabeza, mirándome mal y queriendo por primera vez ser un adulto responsable.

-¡Esta bien!-me rendí.

-¡Oye linda!-llamó Ryan a la niña, y ella volteo a vernos.

-Toma-dije con resignación, entregándole al perrito.

-¡Gracias!-dijo la niña, sonriéndome con casi todos sus dientes. Agarró bien a mi perro y se fue dando saltos hacia su mamá, quién nos sonrió con amabilidad. 

-Supongo que ya no tendré perrito-dije cruzándome de brazos.

-Iremos a buscar uno luego, es hora de almorzar, escoge tu.

-Tacos-respondí sin pensarlo dos veces.


No pudimos encontrar ni un solo Taco Bell en el sector de los refugios, pero si un pequeño local en carretera de comida rápida, en el que afortunadamente vendían unos muy buenos. Comí con tantas ganas que Ryan se ofreció a darme dos más de los suyos, y por supuesto, no desaproveché la oportunidad.

-¿Cómo toleras todo ese picante?-me preguntó, haciendo una mueca y viendo como sumergía el último taco en salsa roja.

-Mi tía Lucy me acostumbró a comerla desde muy pequeña. Ella hace una muy buena. mucho más picante que esta-le conté.

-Carajo-entrecerró los ojos-¿Más picante? Si el solo olor de ésta ya me marea.

-Entonces morirías viviendo en mi casa-le di un mordisco a mi delicioso taco.

-Yo vivo en tu casa-sonrió.

-En texas, sabes lo que quiero decir-le respondí tras tragar.

Mi teléfono comenzó a sonar sobre la mesa y maldije internamente a cualquiera que estuviese interrumpiendo mi hora feliz del día.

-¿Hola? ¿Dónde estás? ¿Con quién?-Seth me acribilló con preguntas al otro lado de la linea. Papá había salido de viaje todo el fin de semana, y Seth quería asegurarse de que yo no olvidara que aún así él me vigilaba.

-En un restaurante, con Ryan-rodé los ojos. Frente a mi, Ryan sonreía burlón.

Seth se había terminado enterando de lo mío con Dylan cuando me vio tan deprimida en mi cama que terminó interrogando a todos para saber que me pasaba. Al final, Amy terminó cediendo ante la presión y le contó todo lo que yo les había contado a ella y a Mia al día siguiente de la fiesta. Seth se había enojado por algunas horas, pero luego se compadeció de mi y me perdonó por no contarle nada; pero ahora, estaba más pendiente de mi porque pensaba que en cualquier momento volvería a hablar con Dylan y caería como una tonta.

VIVIENDO CON EL ENEMIGO (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora