V: Susurros en el viento

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— A ver... para... no te estoy entendiendo muy bien hermano... ¿a qué te refieres exactamente con que quieres comprar un arma?

El teléfono de John estaba conectado al sistema de sonido de la Wangler. Apenas habían pasado un par de horas desde que había dejado la estación de policía. Tras comer en un restaurante cercano a esta, decidió dirigirse al centro de Keelport, la advertencia que le había dado la agente Jouvet de la Interpol lo había hecho reflexionar. Si de verdad las cosas podían complicarse tanto, entonces debía estar preparado adecuadamente para la situación.

Necesitaba un arma, por seguridad. Sin embargo, el único detalle que le impedía ir directamente por ella, era su hermano menor, Alan Adler. Por todo lo que había pasado en los últimos tres años, debía charlar sobre ello con él.

— Mira Al, me refiero a que hay una pequeña situación que debo resolver, una situación que requiere tener un arma en mi poder de nuevo —John arrugó la nariz y tomó aire para decir lo siguiente que tenía en mente —Se que no se supone que lo sepa, pero estoy consciente de que el banco te informa de todos mis movimientos financieros.

— Carajo Johnny, solo por eso me has llamado ¿verdad? Si no te hubieras enterado de eso ni siquiera te habrías dignado a avisarme... ¿cierto?

—Me conoces bien, no necesito preocuparte por cosas que solo me involucran a mi, siendo honesto, esta charla me parece innecesaria.

Maldición. Siempre eres así... Hmm... supongo que agradezco que hayas decidido decírmelo antes de hacerlo, es un pequeño avance, pero... ¿Vas a explicarme lo que está pasando?

Alan se notaba nervioso incluso a través del teléfono mientras que su hermano mayor ya empezaba a cansarse de aquella conversación, John no tiene filtro alguno cuando se trataba de su propia sangre.

—Podría, pero preferiría no hacerlo. Al, entiende... no quiero involucrarte más en mi vida de lo que ya lo estas —respondió John claramente incomodo.

¿¡Que!? ¿Por qué? Quizá para ti un arma sea solo una herramienta, pero se me ocurren muchas malas razones para querer comprar una. ¡No quiero ni pensar en ello!

—Mira, si tu preocupación es que me la meta en la boca y me vuele los sesos puedes estar tranquilo, ya he superado esos deseos, te lo aseguro. Estoy mejor que nunca, me está yendo bien con el despacho y creo que esto puede ayudarme a cerrar ese ciclo.

La camioneta se quedó en silencio por unos instantes.

Y... tampoco la vas a usar para...

—No Al, tampoco quiero matar a nadie con ella —se adelantó John mientras rodaba los ojos —A menos que sea estrictamente necesario claro, ya sabes cómo es esto.

¡Santo cielo, John! Como quieres que esté tranquilo si dices semejantes cosas, esto es... demasiado inesperado, ¡Si sigues diciendo tonterías vas a hacer que tome el siguiente avión a Amerika para meterte en un psiquiátrico o algo así!

—¡Jaja! ¿Amerika? Que ridiculez. En fin, no puedes culparme a mí, culpa a nuestro país y su política de armas, no necesitaría una si cualquier loco allá afuera puede tener una también.

Ahgg... me siento como en la secundaria otra vez... Hmm, supongo que no vamos a llegar a nada. ¿Cierto? Como siempre...

—¡Al fin! Supones bien hermanito. Escucha, quiero que te relajes y dejes de pensar que mi vida o la vida de alguien más está en peligro inminente. Voy a comprar el arma y eso es todo lo que tienes que saber. ¿Está bien?

Bajo la TormentaWhere stories live. Discover now