I: Un llamado de auxilio

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[ Keelport, Tennessee, 2010 ]

Sentado tras su escritorio, el detective privado John Adler mantenía su mirada fija en la botella de whisky que había en la barra junto a la ventana. Eran poco después de las doce de la noche, la luz que provenía de la calle apenas cruzaba la cortina y provocaba que la botella contrastara en la oscuridad.

El detective metió la mano en su bolsillo con dificultad y sacó su teléfono —Es tarde —pensó en cuanto vio la hora. John tomó aire, abrió el cajón que tenía a su izquierda y sin ver dentro comenzó a buscar las llaves del despacho para dar por terminado el día y volver a su apartamento.

Había realizado la misma rutina durante dos semanas seguidas. Terminaba el trabajo del día, el papeleo, ordenaba la oficina y simplemente se sentaba a mirar la botella de whisky, en un constante conflicto.

Llevaba un año sobrio después de haber pasado dos inmerso en el alcoholismo, el hombre de cuarenta y tres años comenzó a llevar una vida bastante apática tras su rehabilitación, no tenía pareja, no tenía hijos, trabajaba para sí mismo y la única persona con la que mantenía una relación era su hermano menor Alan, quien se encontraba en Alemania trabajando para la reconocida compañía de robótica, Solitude Industries.

Tras ponerse su gabardina y asegurarse de no olvidar nada John decidió abandonar el lugar. El hombre atravesó la puerta que llevaba al pasillo de entrada del edificio y se giró para cerrar con llave. El viejo foco de luz amarillenta que se encontraba en el techo se apagó por unos segundos y luego volvió a encenderse.

—Hmm... Estos cortes de energía se están volviendo muy recurrentes —reflexionó el detective mientras intentaba girar la perilla para asegurarse de que había puesto el seguro correctamente. Una vez satisfecho guardó las llaves y comenzó a dirigirse a la salida. Cuando levantó la vista hacia la entrada principal del edificio sus pupilas se dilataron, su ritmo cardíaco subió y tuvo que pasar saliva.

Una mujer acababa de entrar al edificio, con un abrigo negro y debajo un vestido del mismo color que terminaba sobre sus rodillas. Su cabello era castaño y se notaba que acababa de alaciarlo. Se quedaron ahí sin moverse en cuanto sus miradas se cruzaron, se habían reconocido mutuamente y ninguno de los dos supo bien que decir.

John por un momento quiso sonreírle, pero un segundo vistazo lo hizo cambiar de opinión. La mujer se veía cansada, con un alto nivel de estrés. Si algo sabia el detective era que nadie lo buscaría solo para pasar a saludar.

—Ah... Helena Dalmore, editora del periódico escolar de la Preparatoria de Keelport hace no sé cuántos años —dijo John mirándola a los ojos. Ella sonrió de inmediato y comenzó a acercarse.

—John Adler, ganador del séptimo torneo de ajedrez de la Preparatoria de Keelport hace veintiséis años si no me equivoco —dijo Helena siguiéndole el juego, la mujer siguió avanzando hasta que estuvieron cerca y sin previo aviso ella se lanzó hacia él, abrazándolo fuerte.

El detective se sorprendió de su actuar, pero devolvió el gesto y la cubrió con sus brazos —Veintisiete años para ser exactos, solo no quería recordarnos la edad. Algo anda mal, ¿no es así?

Sin separarse de su pecho Helena levantó su rostro, pero no pudo decir una sola palabra.

—Está bien —dijo el detective —Sera mejor que entremos a la oficina, tengo algo que va a ayudarte, a ambos... espero.

La rutina se había roto, de la nada la energía y la vitalidad del detective había vuelto, la voz de Helena lo había hecho regresar a sus días de preparatoria.

Bajo la TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora