IV: Sobre lobos y ovejas

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[ Keelport, Tennessee, 2010]

— ¿Señor Adler? Disculpe, señor Adler... —dijo Karla intentando llamar la atención del detective.

—¿Ah? Discúlpame, estaba pensando en... algo —se disculpó John en cuanto le regresó la mirada.

—No se preocupe. Ah... he intentado contactar con él, pero parece que el sargento Middleton está realizando un arresto en los suburbios y no puede responder, quizá debería volver en unas horas... también puedo llamar a la teniente Barnett, ella seguro que puede ayudarlo.

—No —replicó John de inmediato —No va a ser necesario, solo hazme el favor de que Marcus sepa que estuve aquí y... no quisiera molestar, pero de veras preferiría que Barnett no sepa que vine a la estación. ¿Puedo encargarte eso?

—Por supuesto, de por hecho que puede confiar en mí. Lo ayudaría en cualquier cosa. Este... en realidad estaba pensando que quizás usted y yo...

La joven oficial de pronto dio un salto sorprendida, una mano bastante pesada le había tocado el hombro. Se trataba de uno de sus superiores, un detective de la edad de John, diez centímetros más alto que él, de piel oscura y mucho mejor conservado.

—¡Pero si es el maldito John Adler! —dijo este mientras se acercaba con los brazos abiertos para abrazarlo.

— Hey Albert, no, espera... no tan fuerte... ¡Aggh!

—Ha pasado tiempo colega. ¿Qué te parece si cubro tu puesto unos minutos Karla? Se bien lo que significa para ti conocerlo en persona, pero tengo meses sin saber nada de él, si lo dejo ir hoy quien sabe cuando volverá.

—¿¡Eh!? Pero estaba a punto de... ¡Ah! Esta bien, supongo es todo suyo... —dijo la joven mientras bajaba la cabeza y se encaminaba al interior de la estación —Me dio gusto conocerlo, señor Adler.

John solo se despidió levantando su mano, el fuerte abrazo de antes le había sacado el aire e intentaba recuperar el aliento, su antiguo compañero no parecía haber envejecido ni un poco, aun mantenía su brillante sonrisa y aquella característica actitud positiva. No podía creer su vitalidad, no después de tantos años en la fuerza.

— Apuesto a que Rodríguez te estaba molestando ¿No es así? —dijo Albert casi sin poder ocultar su sonrisa burlona.

— Claro que no, he de admitir que fue inesperado que me haya reconocido. Hmm... no entiendo que parte de mi puede llamar la atención de esa chica a ese nivel, estoy seguro de que hay mejores miembros en la policía actualmente de lo que yo alguna vez fui...

Albert hizo una mueca ante las palabras de su viejo amigo, pues había tajado en una sola frase su buen ánimo, el hombre apretó los labios y se mantuvo en silencio unos segundos mientras se fijaba en el rostro de John. Podía verlo en sus ojos y sentirlo en su tono de voz, era melancolía y desdén, era en su mayoría: culpa.

— Estos tres años han sido difíciles para todos nosotros, no voy a negar eso —dijo Albert enfrentando directamente la mirada abrasiva de John — ¿Sabes? Lo único que nos queda es seguir, lo único que nos queda es superar el dolor. Es un contrato que aceptamos hace años en la academia, estoy seguro de que no lo has olvidado.

El detective Adler arrugó la nariz y pasó saliva con dificultad, se le estaba haciendo complicado disimular el nudo que tenía en la garganta.

—Me dio gusto verte Albert, pero creo que es mejor que me retire, si ves a Marcus dile que me llame esta noche —pidió John mientras sacaba su teléfono para revisar la hora.

Bajo la TormentaWhere stories live. Discover now