—No soy ningún monstruo, Henna. Valoro la vida de todas las personas por igual, aunque a veces actúe como si no lo hiciese.

—Dijiste que ibas a por mi padre cuando entraste en mi castillo.

Kievan asiente con la cabeza y yo noto un pellizco en el pecho al pensar en mi padre.

—Iba a ir a por él, es cierto, haría cualquier cosa por mi hermana, o eso creía. Recapacité cuando te vi ese día en la plaza —y el resto de la conversación, lo dice en mi mente, mirándome directamente a través de sus pestañas y haciendo que el dolor en mi pecho desaparezca un poco—. Hay algo que deberías de saber de tu padre. Algo que no le he contado a absolutamente nadie.

Me tenso nada más oírlo y me levanto llevándome una mano al pecho.

—¿Qué es?

Kievan se toma un momento y se acerca a la pared, comprobando que ese extraño cristal en color verde que él mismo quitó hace unas semanas está de nuevo en su sitio. Su tardanza me enerva.

—¿Está...

Kievan me corta y me pide que hable en mi mente. No entiendo tanto secretismo, pero accedo, asustada.

—¿Ha aparecido muerto?

Incluso en mi mente me tiemblan las palabras.

—No sé exactamente donde está tu padre, ni mis hombres tampoco, pero creo que con mucha probabilidad huyó del castillo.

Mi corazón se salta un latido.

—¿A qué te refieres?

Kievan se moja los labios y mi corazón se acelera.

—Tienes que prometerme que vas a escucharme hasta el final.

—Habla —ordeno, levantándome y apretando los puños, muy nerviosa.

El rey lobo respira hondo, como si estuviese a punto de decir algo que sabe que no va a gustarme y como si por primera vez le importase mi reacción.

—Hice un pacto con él cuando Hanger nos llevó al castillo.

La información me deja sin habla. Y dicho eso, me enseña la imagen de él y los demás delante de mi padre, en el mismo instante en el que yo salí esa mañana de mis aposentos tras verlos en mi castillo. El corazón me da un vuelco al volver a ver la cara de mi progenitor. Fue cuando los habían detenido y estaban siendo juzgados delante del coronel Hanger y el rey supremo por querer atacar mi hogar. El momento exacto en el que mi padre estaba sumamente blanco y le sudaban las manos. La primera vez que él y Kievan se vieron.

—¿Pactaste con él en ese momento?

Kievan asiente, y señala su mente. Pactó con él en su cabeza, ajeno a todo el mundo, haciendo la conversación privada.

—¿Qué pacto?

Siento náuseas.

—Mi ayuda a cambio de algo que pudiese beneficiarnos a ambos.

—¿A qué te refieres con tu ayuda?

Seguimos hablando en mi mente y por un instante noto como la suya acaricia suavemente la mía y doy un respingo. Es una sensación tan extraña que me llevo una mano al pecho. Y me enfada, porque esto no es momento de nada más salvo de contarme qué diablos sabe de mi padre. ¿QUÉ DEMONIOS ME HA ESTADO OCULTANDO TODO ESTE MALDITO TIEMPO?

—Le dije todo lo que había averiguado del futuro ataque a su reino.

El corazón se me llena de esperanza.

HENNA©Where stories live. Discover now