Capítulo 31

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—¿Te crees que vas a alguna parte?

Una mujer preciosa, de piel algo bronceada, con el cabello negro y ojos terriblemente azules me corta el paso con cara de pocos amigos. Si antes creía que no había diferencia física entre las mujeres de mi raza y la de ellos, me equivocaba. Su belleza es tan abismal y soberbia que le da un toque aún más letal a su peligrosa presencia. Estoy en peligro. Lo sé. Trago saliva y doy un paso atrás, pero un coro de más personas no tarda en formarse a mi alrededor. ¿De dónde han salido? Asustada, me doy cuenta de que todos son como Kievan. No siento una presencia tan poderosa y primitiva como cuando estoy con su rey, pero sí que los envuelve el mismo tipo de energía que yo he aprendido a sentir.

Me quedo mirando a la mujer que ha hablado porque algo me dice que está conteniéndose para no lanzarse sobre mí. Trato de recuperar el aliento para responderle cuando ella avanza hacia mi dirección con la cara congestionada en una mueca de ira. ¿Qué he hecho para que me dedique esa mirada de odio frío?

—¿Creías que ibas a llegar lejos? Ni tan siquiera corres rápido.

Mentira. Corro muy rápido y aún no he sido capaz de volver a tener aliento debido a eso. Bueno, Kievan se mueve muchísimo más rápido que yo. Si esta mujer es como él, y sé que lo es, puedo entender que me considere muy lenta. Además, apenas he corrido una vez en mi vida a excepción de esta vez. ¡Maldición! Quizá sí que soy lenta. Veo la mirada altiva que me dirige cuando se acerca a mi y me coloca la mano en la barbilla con una brusquedad que me sorprende, obligándome a mirarla. Trato de alejarme, pero posee una fuerza descomunal para tratarse de alguien que parece tan delgada como ella.

Los murmullos generales no tardan en llenar el bosque. No miro a nadie más salvo a ella. Sus ojos claros y profundos son tan rabiosos que tengo que esforzarme por hallar una respuesta.

—¿Quién eres?

Ella bufa con insolencia. Sus dedos se aprietan más en mi rostro y trato de alejarme otra vez, pero me tiene agarrada con tanta fuerza que no puedo hacerlo. Estoy harta de que todo el mundo aquí parezca tener más fuerza que yo.

¿Qué hace esa escoria dirigiéndose a ti y preguntándote? Escucho una voz de hombre que no sé reconocer en mi mente. Y soy consciente de que no se dirige a mi, sino a la mujer. Alguien le está increpando que hable conmigo. Que me deje hablar y preguntarle. Y esa persona está tan furiosa que acaba de romper el vaso que tiene en la mano, donde quiera que esté. Me asusto nada más verlo, sin entender lo que ocurre.

—Soy Lya, capitana del quinto ejército de su majestad el rey Kievan —me dice con voz cantarina e inmortal, quizá sin percatarse de que yo también he escuchado esa voz que le ha hablado a ella mentalmente.

Me están pasando tantas cosas que me cuesta mantenerme en pie. Lya, ajena a eso, se acerca tanto a mi que su aliento con sabor metálico me atraviesa por completo. Sus ojos, antes profundamente azules, se transforman en un color ámbar que me hace contener la respiración. Oh, Dios mío. ¡Esta mujer sí que es un diablo!

No le doy el gusto de chillar y me mantengo muy quieta observándola mientras noto como sus dedos se convierten en poderosas garras que se me clavan levemente en la piel.

Eres un monstruo.

Quiero gritarle eso, y la forma en la que agarra mi mandíbula no me permite hablar, así que lo proyecto en mi mente con fuerza para que se entere, pero para que no pueda hacerme nada porque no lo he dicho con palabras. Juego con que ellos no saben que soy consciente de que pueden leerme la mente.

El sonido de mi respiración es el único que se escucha. Todos están atentos a mi y me siento cohibida, aunque no voy a mostrar eso bajo ninguna circunstancia. Su garra sigue sobre mi piel cuando comienzo a pensar qué es lo mejor que puedo hacer para manejar esta situación. Sus ojos me miran de una forma que evoca una profunda rabia en mi. Sé que está pensando lo fácil que sería matarme. Maldición. Odio estar tan segura de cosas sin saber por qué. Tanto que paso de querer huir a dejar que la ira salga de mi. Su agarre disminuye y me da una oportunidad.

HENNA©Where stories live. Discover now