Capítulo 32

13K 1.4K 277
                                    


HOMBRES LOBO.

Doy un paso hacia atrás y Kievan parece dudar. Su mirada sigue puesta en mí y soy totalmente consciente de que tengo tanto los ojos como la boca abiertos como platos. Puedo ver la curiosidad y la preocupación en él a partes iguales. ¿Cómo diablos no me había dado cuenta? ¡Por eso era una bestia lo que vi en el sueño! ¡Era lógico! ¡De ahí que se escuchen tantísimos aullidos! Pero, entre todas las criaturas extrañas que cuentan las leyendas, ¿cómo iba a saber que se trataba de hombres lobos? También podrían haber sido chupacabras. O vampiros. O no sé, brujos o hechiceros como pensé con anterioridad. Me habría parecido igual de lógico. ¡Por favor, si hasta hace unos días ni tan siquiera sabía que existían los seres sobrenaturales!

—Ahora sí que hay que matarla —comenta Lya, haciéndome desviar la vista de la penetrante mirada de Kievan.

Este último aún me mira a mi. Soy presa de toda su atención. ¿Qué digo? Soy su presa, presa. Mirándome detenidamente, le habla a Lya con tal seriedad que incluso yo percibo el peligro en su voz.

—No te atrevas ni tan siquiera a mirarla.

Lya parece rabiar al escucharlo. Por mi parte, yo me siento victoriosa por dentro al ver la cara que se le queda a la morena. El viento aúlla con fuerza y las ramas de los árboles se mueven. De pronto tengo muchísimo frío y estoy temblando. El sudor parece habérseme congelado y siento un escalofrío. Y miedo. También tengo muchísimo miedo. Ante todo porque me doy cuenta de que están hablando entre ellos. Todos se miran y sé que están manteniendo una conversación mentalmente. No tengo ni idea de qué quieren hacerme, pero todo se aminora cuando Kievan se acerca a mi y luego me da la espalda, poniéndose a él mismo como escudo si alguien quisiese hacerme daño.

Vuelvo a quedarme anonadada ante el despegue de sentimientos que este hombre es capaz de producirme, pero mi mente divaga a la velocidad de la luz en otras cosas. Hombres lobo. Manada. Monstruos. Intercambio. Harald. Mi huida no ha salido bien. Estoy en peligro.

Miro la espalda ancha de Kievan y doy un paso hacia él. Estoy segura de que lo ha notado y que se ha puesto tenso. Le ha puesto más alerta el paso que yo he dado que la mirada que le están dirigiendo los suyos. No puedo tener miedo con este hombre defendiéndome. No con él. Por primera vez todo me encaja. Mi hermano Kaspar tenía muchos secretos, y había veces que salía y me decía bromeando que iba a ver a los monstruos. Yo creía que se refería a los campesinos o a los recaudadores de impuestos. Kaspar siempre ha tenido un humor negro muy profundo. Los monstruos. Casi soy capaz de escuchar su voz en mi mente. ¡Mi querido hermano! Que ciega estaba. ¡Cuánto me protegías al no contarme nada de esto! ¡Al ocultarme de ellos!

Los monstruos son reales. Ahora sé que sí que lo son. Y lo peor de todo, es que uno de ellos no me da miedo. Me produce mucho más otro sentimiento totalmente diferente. El corazón va a salírseme del pecho, y sé que ellos se dan cuenta. Kievan se vuelve hacia mi y me coge el brazo.

—Tranquila —me pide cruzando una mirada rápida conmigo.

Me está protegiendo. Y ahí está de nuevo. Esta sensación sobrecogedora que me provoca en el pecho, como si mezclase miles de sentimientos contradictorios y provocase un estallido emocional y poderoso dentro de mi. Estoy en casa cuando lo miro. No el mismo hogar al que he estado acostumbrada siempre, pero sí uno que logra reconfortarme por dentro de una forma tan inmensa que me aterra más que lo que está ocurriendo en este lugar. Aunque este tipo de pensamientos sí que me hace tener un nudo en el estómago. Estoy ante un hombre que quiere intercambiarme por otra persona. Uno que me secuestró. ¡¿Por qué demonios se me olvida esto una y otra vez?! ¡¡¡¿Cuántas veces voy a tener que repetirme eso para lograr odiarlo?!!!

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora