Capítulo 33.2

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Me quedo paralizada por su agresividad. Aria, es lo primero que pienso. ¿Irá a hacerle daño? El temor me cala hondo, pero de pronto también sé la respuesta. No va a hacerle daño ni a matarla. ¿Y a Ethan? ¿Habrá visto también que lo dormí? El tiempo pasa y yo me quedo encerrada en la habitación, impotente y desesperada a tal nivel que comienzo a morderme las uñas, incluso cuando es algo que desde pequeña me han enseñado a no hacer. ¿Cuánto faltará para la medianoche? ¿Cuánto para volver a ver a Harald, ese hombre paliducho y que tanto miedo me da? ¿Cuánto para ser suya y soportar todo lo que me hará? No puedo evitar tener ganas de vomitar, ni el hormigueo de todo mi cuerpo. La desesperación se abre paso en mi. En cada fibra de mi ser. En el pecho, impidiéndome tomar aire. Tiemblo. Voy a acabar enferma como siga pensando en todo lo que va a pasarme a manos de ese hombre. Terror. Eso es lo que recorre mi cuerpo. Terror, impotencia, desolación. Las lágrimas se amontonan en mis mejillas y odio mi suerte.

Tres golpes en la puerta me evaden de mis pensamientos. ¿Y si Kievan ha mandado a alguien para castigarme por lo que he hecho? El miedo no me deja pensar con claridad cuando Ethan se cuela en mis aposentos. El morado de uno de sus ojos llama mi atención.

—Tranquila. Soy un amigo —dice cálido.

Y al ver que estoy temblando, alza las dos manos y prosigue hablando:

—Kievan es muy cuadriculado. Y hay algunos temas, como el tuyo, que son capaces de hacerle perder el control. Has de estar asustada y nadie te ha dado explicaciones, por eso he venido. Kievan no quiere intercambiarte a ti, Henna. Al principio queríamos intercambiar a tu padre por Bianca, luego nuestra gente pensó que quería intercambiarte a ti, pero eso solo es una habladuría. Algo que nuestro pueblo ha creído a través de divagaciones. Nadie arriesga tanto como Kievan en esto, y puedo asegurarte que por mucho que te amenace para que obedezcas, él no tiene ninguna intención de hacerte daño o de entregarte a Harald.

Superando el hecho de estar acorralada en este lugar con Ethan, soy capaz de responder:

—La carta que vi en su despacho...

—La carta hablaba de intercambiar el ciclo lunar de Bianca por el dinero que Kievan le entrega todos los meses a Harald para mantener a Bianca con vida. Nuestras mujeres... su ciclo tiene un olor determinado, los hombres lobo somos capaces de reconocer el olor, como afrutado, que tienen nuestras mujeres más cercanas. Harald intercambia una prueba de vida a cambio de la fortuna que nuestra raza le da.

Lo que me está diciendo me deja anonadada. ¿No quería intercambiarme? Tardo unos segundos en asimilar todo, y Ethan espera paciente a que lo haga. Sin embargo, tan sólo me agobio más.

—¿Cómo sé que me dices la verdad? Ya no sé qué creer. Es como si todo lo que tuviese claro en mi vida de pronto hubiese desaparecido, y ahora me encuentro en medio de otra raza de la que jamás he llegado ni tan siquiera a imaginar su existencia y...

Muevo los dedos de los pies, nerviosa y con el aire saliendo de mis labios con esfuerzo. Ethan me lanza una larga mirada de comprensión, y tras salir un instante de la habitación, vuelve y se dirige hacia la mesa con dos copas de cristal y una botella de lo que distingo es alguna especie de vino.

—Lo que te está pasando volvería loco a cualquiera. Y también lo asustaría, pero no has de temerme a mi, ni a Bruce o Walter, ni a Kievan. Créeme que incluso él, con su carácter fuerte, cede hasta límites insospechados contigo y no dejará que te hagan daño. Al menos no, mientras que tú no te pongas en peligro —añade observando mi brazo—. Estoy seguro de que te protegerá con su vida, Henna Danae de la casa Darkstone —dice eso haciendo una ligera inclinación de cabeza en señal de respeto que una parte de mi ha extrañado hasta límites insospechados.

HENNA©Where stories live. Discover now