Capítulo 3

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—¿Desde cuando una mujer corre de la forma en la que vos lo hacéis?

Hay decepción en su tono, pero también ira. Trago saliva.

—Las mujeres no pueden comportarse así.

—Me asfixio. –es todo lo que se me ocurre decir.

Debería de imponerme. De decirle que yo soy la princesa de la casa Darkstone, la casa rey de reyes, la casa suprema, pero la forma tan iracunda en la que me mira, me hace tragarme mis palabras. ¿Dónde están los guardias?

—Si esto es por mi, os ruego que dejéis de hacerlo.

Esta frase en los labios de cualquier otro hombre habría sonado como algo bueno, pero en los suyos... me produce escalofríos. De hecho, ni tan siquiera me agarra con cuidado. Siento todos y cada uno de sus dedos sobre mi piel.  Los siento apretar con tantafuerza que es como si en lugar de dedos pareciese que tiene metales hechosespecialmente para torturarme.

—Y yo os ruego mi señor, que dejéis de tocarme.

Una sonrisa engreída sobresale de sus labios y me hace querer dar un paso hacia atrás. Hay algo en él que no me gusta. No sé qué es, pero me hace estar alerta.

—Tened cuidado con lo que decís. Puede que me entren ganas de hacer todo lo contrario.

Eso suena a una amenaza. La forma en la que enarca la ceja derecha me hace querer correr, pero hago todo lo contrario y doy un paso hacia él, retándolo. No puedo mostrarle que tiene tanto poder sobre mi. Aunque yo sea una mujer y él un hombre. Aunque para él y sus súbditos las mujeres no valgamos nada.

—¿Qué estáis insinuando, mi señor?

Se acerca más a mi, asegurándose de que solo yo lo escuche.

—Ten cuidado conmigo o voy a hacer tu vida imposible. Vas a aceptar el matrimonio como una buena mujer porque esta es la única forma de que tu familia y la casa Darkstone salga de la ruina en la que tu hermano os dejó. Tu padre no podrá declinar mi oferta económica. No cuando es tan cuantiosa. Casarte conmigo solucionará todos vuestros problemas, pero si me enfadas y no cumples tus labores de mujer, créeme que nuestro matrimonio no será ni por asomo satisfactorio para ti.

El tema que toca, la ruina de mi familia, que mi padre trata de ocultar por todos los medios, y a mi difunto hermano hacen que un sentimiento de ira y pena se instalen en mi corazón a partes iguales. Lo odio por mencionarme a Kaspar y lo odio por lo que acaba de decirme. Es cierto que mi familia tiene problemas económicos, pero mi casa, la casa Darkstone, sigue siendo la de rey de reyes. De hecho, es la única casa de reyes que ha existido jamás desde que uno de mis antepasados, Callum Darkstone, se sentase en el trono supremo, y eso me hace estar por encima jerárquicamente de Harald y de todas las demás casas reales.

—Debería de hacer que te cuelguen ahora mismo. —siseo aunque repudio todo tipo de violencia, tuteándolo del mismo modo en que él lo hizo conmigo.

Sí, repudio la violencia, pero estoy fuera de mi por todo lo que me ha dicho. No hace ni dos meses desde la muerte de Kaspar. Y la forma en la que agarra mi mano y trata de hacerme daño provocan que quiera darle una patada en su hombría. No puedo dar más el espectáculo. No puedo hacer quedar a mi casa como una débil que no sabe comportarse. Tengo que honrar mi apellido. Me contengo y nos retamos en un cruce de miradas.

—Ninguno de tus soldados irá en contra de tu futuro esposo. Aunque yo sí que debería de darte una paliza para hacerte respetar a los hombres.

—Dáñame y será lo último que hagas en tu vida.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora