El sonido del vino rojo al caer sobre el cristal llena la estancia y se mezcla con el de la leña crepitando en el pequeño hogar. Kievan cediendo conmigo... sí, venga ya. No me lo creo. No cuando me amenaza diciendo que las consecuencias serán terribles.

—¿Cómo iba a saber que Aria se equivocaba y que la carta que encontré no hablaba de mi?

Ethan tarda un poco en hablar. Su porte es el de un auténtico guerrero y su aspecto, al igual que el de Kievan es rudo y haría correr a cualquier enemigo, pero sus ojos cuentan una historia totalmente distinta. Al menos, cuando me miran a mí, noto una amabilidad difícil de ignorar. ¿Pero por qué? ¿Por qué es amable si no me conoce de nada? ¿Por qué aún a pesar de haberlo dormido contra su voluntad?

—No podías saberlo, pero también te digo que no puedes vivir con la desconfianza en personas que no te dan motivo alguno para tenerla. Has de aprender a confiar en nosotros. Desde mi punto de vista, Kievan lo ha hecho lo mejor que ha sabido para la situación que se le ha venido encima contigo, pero yo lo habría hecho todo de otro modo.

Ethan me ofrece un vaso y tras dudar de que quiera vengarse por dormirlo, lo cojo con manos temblorosas.

—¿Cómo lo habrías hecho?

Él sonríe y se sienta en la misma silla que Kievan me quitó para que no intentase romper el cristal.

—Te habría dicho que nuestro pueblo, los licántropos, a pesar de ser un pueblo que siglos atrás se mantuvo fuerte y unido, ahora está dividido en dos por fuertes diferencias sociales, y si no fuese por el poder del consejo, habría una guerra entre nuestra propia especie. Kievan prefiere que no sepas nada para no preocuparte, pero yo creo que si no te cuento lo que pasa tratarás de volver a huir, y esta vez estoy seguro de que no llegarás muy lejos.

Ethan da un trago a su vino y acomoda la espalda en el respaldo de la silla.

—¿Qué significa eso?

—Que algunos de los nuestros quieren la paz, y otros la guerra contra los humanos. Algunos quieren exterminaros o convertiros forzosamente en licántropos, y ahora, tras lo que Harald ha hecho secuestrando a nuestra princesa... —Ethan hace una mueca, como si esa parte le costase especialmente—... esa parte de nuestra población está más despierta que nunca. De no ser por el consejo, y por su fehaciente labor de mantener la paz y ocultarnos de los humanos, nuestra gente ya habría acabado con la tuya.

Me llevo una mano al corazón. Algunos de los lobos no solo quieren acabar con Harald, sino con toda mi raza y... ¿ha dicho convertirnos? ¿Puede un humano convertirse en un lobo? Dioses, ahora entiendo el ataque del bosque. ¿Desde cuándo existe esta amenaza sobre nuestras cabezas? Trato de mantener la calma, como máxima representante del pueblo humano.

—Creo que subestimas a los humanos si crees que somos un pueblo que no sabe defenderse.

Me enorgullezco de lo decidida que suena mi voz.

—No lo hago —me responde con humildad—. Jamás me atrevería a subestimar a nadie. Tan sólo trato de explicarte porqué esos lobos te atacaron a pesar de la orden clara y concisa de Kievan de respetarte. Por eso se te insistió tanto en que no salieses del castillo, porque los lobos de fuera de estas paredes podían dañarte.

Ethan se mantiene en silencio unos instantes, y yo trato de procesarlo todo.

—Además de la situación que acabo de contarte, tenemos una norma muy clara. No sé si sabes lo que significa, pero nadie puede ir en contra del consejo. Ellos son nuestra máxima autoridad. Quien lo hace, quien va en su contra, es duramente castigado o acaba muerto. Y Kievan los ha desobedecido al traerte aquí. Nadie tiene permiso para traer a un humano a nuestras tierras. Es nuestra ley. Los licántropos no deben de relacionarse con los humanos ni estos saber de nuestra existencia. —Ethan se toma un momento para llevarse una mano a las fosas nasales, preocupado, y repite—: Y Kievan... te trae aquí. Eso ha enfadado especialmente a esa parte de nuestra población a la que no le gustan los humanos, y también lo ha hecho con muchos de los que os respetan, pero se mantienen lejos de vosotros porque es lo que dice nuestra ley. Lo repito, no podemos relacionarnos con humanos, ni vosotros saber de nuestra existencia.

Y yo lo sé. Yo sé de su existencia. ¡Por Alerum!

—Kievan ha enfadado a esas dos partes de vuestra población... ¿por mí?

Ethan asiente.

—Por eso, si sales de este castillo, tienes que entender que estarás en peligro.

De pronto la frase de Kievan diciéndome que tendré consecuencias terribles toma otro sentido totalmente distinto. No será él quien me enseñe esas consecuencias, sino su gente si son los que están en contra de los humanos los que me atrapan. El corazón se me acelera. Por un instante recuerdo la discusión que presencié dormida en el bosque. Alguien le increpó exactamente eso a Kievan. Traer a una humana a sus tierras. Por Malbak, ¿en qué lío estoy metida? La situación es mucho peor de lo que pensaba.

—¿Mi gente... mi... pueblo... está en peligro?

—Nadie va en contra del consejo sin acabar castigado o muerto, así que no te preocupes por tu gente. Nadie va a atacarlos así como así. Ahora mismo tú corres más peligro que ellos si sales de este lugar —me guiña un ojo tratando de suavizar sus palabras, pero el miedo a esa parte de los licántropos que quieren una rebelión para convertir a los humanos en lobos o matarlos, se instala en mi corazón.

No me da tiempo a preguntar nada más antes de que la puerta se abra y Kievan mire a Ethan de forma violenta. Veo como el susodicho se levanta de la silla y mantiene la mirada con su rey, hasta que intimidado vuelve a agacharla y luego a mirarme. Algo me dice que a Ethan no le gustan las confrontaciones.

—Te pedí que la dejases fuera de esto.

La voz de Kievan suena tan poderosa como su presencia. Se ha cambiado de ropa y la forma en la que va vestido le hace parecer un rey de los pies a la cabeza. Va vestido por completo de color rojo y lleva una capa dorada que ondea tras él movida por una suave brisa.

—Y lo habría hecho de creer que es lo correcto —le responde Ethan con un indudable tono de respeto, pero también encarándose a él.

Creo que pocas personas más se atreverían a llevarle la contraria a alguien como el rey de los lobos, aunque sé, de alguna forma, que Kievan admira a Ethan. No entiendo esta conexión, pero sé que lo hace. Que agradece que su lealtad no sea ciega, aunque a veces desee matarlo por desobedecerlo. Espero cualquier tipo de reproche por parte de Kievan, porque uno de sus súbditos le haya desobedecido, algo que lo haga reafirmarse en su posición de alguien con poder, y sin embargo, tan sólo asiente con la cabeza y dice:

—Tenemos que irnos.

Me arde la sangre cuandose va y ni tan siquiera se digna en mirarme. De hecho, no me ha puesto lamirada encima desde que entró en la habitación. Ethan me dedica una pequeñainclinación a modo de despedida y lo sigue hacia fuera de los aposentos. Cuandola puerta se cierra, tan sólo puedo respirar hondo y sentarme en la cama,analizando todo lo que acabo de descubrir y sin tener ni la más remota idea dequé hacer. Me bebo el vino de golpe y respiro hondo. Una parte de mi aúnconserva la esperanza de encontrar al coronel Hanger y de avisar a los míos delo que parte de esta gente quiere hacernos. La otra, tan solo piensa en qué leocurrirá a Kievan por desobedecer al consejo.

Muchas gracias por leerme! Sigo actualizando. ¿Os gustó el capítulo? <3

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HENNA©Where stories live. Discover now