Capítulo 3, Temporada 1

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Cada milla que se alejaban de la civilización era una milla lejos de encontrar auxilio, una milla más cerca de su perdición. Notando como el auto se detenía de repente se dejó mecer hacia adelante por la fuerza de inercia. Su cuerpo, su ADN le ordeno que corriera en ese mismo segundo, en cualquier dirección, a toda pastilla. Pero... que tonta fue, nunca existió la opción de aventarse de ese auto. Las puertas claramente tenían el seguro de niños puesto y el único que tenía a su alcance los botones para liberar era ese hombre que se había autoproclamado su "Amo".

Hacía kilómetros que ya era tarde para intentar cualquier cosa, pero no quería aceptarlo.

Escrutando el rostro de su "Amo" vio impaciencia, habían estado ya un rato parados y en su expresión descubrió desconcierto por la demora. Deposito el dedo en el botón para bajar la ventanilla dejando un hueco diminuto por el cual puso ver a aquel hombre rubio parado junto a un alto portón.

— ¿Qué sucede? ¿Por qué aun no avanzamos?

—Disculpe la demora, amo. El sistema parece tener fallas y no acepta ni la huella ni la clave de voz como válidas. Voy a llamar al personal para que nos abran manualmente.

—Eso tomara un rato. Mejor intentare con mi código—pereza se levantó de su asiento, abrió la puerta del coche y salió del auto a dar un vistazo dejando un pie aun dentro.

Al ver esa pequeña brecha, ese espacio reducido entre su " Amo", la puerta y esa pobre visión de campo como una luz al final del túnel.

¿Cuáles eran las posibilidades estadísticamente reales de tener un escape exitoso en estas condiciones, con sus habilidades?

Muy pocas, casi nulas. ¿Cuántas eran las oportunidades de que esto terminara sumamente mal, con ella brutalmente maltratada o incluso muerta? Muchas, demasiadas para correr el riesgo.

Pero sin embargo era lo único que guardaba algún sentido, y eso hizo, irreflexivamente.

Se escabullo por ese pequeño chance que se le había presentado, corrió de regreso por el camino de tierra que había recorrido el auto. Las piedras del camino lastimaban mucho sus pies descalzos y los pulmones ardían en su pecho amenazando con prenderla en combustión espontánea por tanto esfuerzo. Huía con la fuerza de un impulso interno que jamás había sentido, un impulso que tenía a todo su organismo en crisis. Pero nada de eso importo, porque nada en ese día, desde el momento de recuperar la consciencia, se había sentido tan real.

— ¡Deténgase o disparo!—oyó gritar en la lejanía. La velocidad se incrementó en consecuencia, lo más lógico hubiera sido (habiendo recibido amenaza tal y sabiendo que difícilmente podría huir tan rápido como para no ser alcanzada por una bala) detenerse en el acto, en seco. Pero no, lo que quemaba en su interior era el deseo de morir huyendo con todas sus fuerzas para salvarme.

— ¡Alcánzala!—oyó decir a su "Amo".

La llama de la adrenalina creció dentro de ella, al entender que con la ventaja que tenía, si ese hombre no le dispararía, le daba la posibilidad verdadera de salvarse. Corrió de tal forma que creyó volar, los arboles pasaban a su lado como flashes. Nunca miro hacia atrás, solo al frente, a su libertad sorpresa el hombrecito salió disparado en su dirección y la tacleo, con tal agilidad que no bien asimilar que estaba en el suelo, que la habían derribado ya estaba con las muñecas esposadas. Antes de que pudiera protestar la cargo como a un saco de papas poniendo su pelvis sobre el hombro. A pesar del inminente fracaso de su escape y su imposibilidad de perpetuar otro, pataleo como posesa. Sabía que de conseguir que él la soltara tan solo conseguiría que la dejara caer de cara y muy posiblemente se rompiese el cuello. Aun así no importo, lo hizo igual. Con la melena en la cara dificultando su visión consiguió reconocer la silueta de su "Amo" y tembló de anticipación al oírlo decir:

—¡¡Eres una estúpida!!—con semblante sombrío y una condena en su voz.

Fue arrojada en el asiento de la limosina sin ningún miramiento acabo en el suelo del vehículo. Al hacer intento de incorporarse sintió la fuerza de aceleración que la estampo contra el asiento, aturdida jadeaba intentando apartarse el pelo de la cara, pero en ese justo momento el movimiento para de golpe. Nuevamente se estampo contra los asientos pero esta vez quedando a los pies de su "Amo". Quien sintió le apartaba el cabello de los ojos y la veía con mirada penetrante al tiempo que decía:

—Nunca debiste atreverte a pensarlo siguiera—amenaza que la hizo gritar aterrorizada.

Alguien tiro de ella, halándola de los tobillos. Se sintió trasladada como un costal otra vez y nuevamente su pelo no le permitió ver gran cosa. Eso no le impidió pedir ayuda a todo pulmón.

—Au secours... aidez-moi...aidez-moi quelqu'un—si tan solo tuviera a algún compatriota cerca sabría que precisaba auxilio urgente.

Cuando al fin fue depositada en el suelo y pudo ver donde estaba, no reconoció el lugar. Era una habitación francamente oscura, sus ojos aún no se adaptaban a la falta de luz.

Pero incluso parcialmente ciega pudo percibir la silueta de su "Amo" que cerraba una puerta tras de sí y caminaba furtivo hacia su dirección.

Sintió una fuerte presión en sus hombros, de donde la tomo para ponerla en pie. Su cara, sus ojos los percibía difusos en la oscuridad. De todos modos no distinguirlo bien no impidió que le infundieran el más primitivo temor.

—Te avise lo que te sucedería. Dije que te arrepentirías ¿No me crees? Voy a mostrarte.

Con la mano izquierda agarro fuertemente la pequeña cadena que unía las esposas, con la otra se quitó el cinturón. Supo exactamente lo que sucedería e intento frenéticamente huir, echando su cuerpo hacia el suelo y tirando de las esposas (lastimándose las muñecas en el proceso) queriendo deshacer su agarre. Pero el de un violento tirón repentino la puso de pie y con un ágil movimiento puso las esposas detrás de su cabeza, en su nuca. Dominándola por completo. La arrastro con él cerca de una silla, en la que se sentó y la arrojo sobre sus rodillas. Dafne pataleaba incesantemente y sus brazos se encontraban inmovilizados.

—No, no, no. Por favor—gritaba desesperada hasta que sintió fuertes azotes en su parte posterior, en sus muslos.

Que la hicieron retorcerse y dejar quietas las piernas. ¿En qué momento le desnudo las posaderas? No tenía idea. De lo único que estaba enterada era de como los cintarazos comenzaron a caer sobre su piel. Del daño que le hacía, como sentía el ardor creciendo a cada golpe. Esa tortura duro un rato, el dolor solo incrementaba. Cuando sintió que la golpeaba con algo diferente, algo duro y rígido, que alternaba en una nalga y otra. Que al impactar en su trasero, hacia un sonido seco y la quemaba doliendo horrores en su trasero ya lastimado. Quiso huir pero él la tenía muy bien sujeta, solo podía llorar en su agonía.

El dolor era ahora tan agudo que pensó que seguramente ya tenía todo el trasero amoratado. Cuando no creía poder soportarlo más, él paro.

Dejo escapar todo el aire en una exhalación profunda, de alivio. "Al menos ya se ha terminado" pensó.

Estaba equivocada, un error fatal.

La estremeció de dolor el azote de una vara que en su magullado trasero, sentía como puñaladas. Su "Amo" debía de estar abriéndole la piel con aquellos golpes, el dolor era incapacitante. Estaba llorando como una niña, abiertamente, a todo pulmón. Un llanto asfixiante, desgarrador. Estaba rota. La había hecho desmoronarse sin remedio.

Las lágrimas brotaban como agua de un manantial, corriendo por su rostro iban a parar a su boca y el piso.

Deseo morir.

Hola, mis Pequeñas Inmortales! Como les va hoy?

Qué les parece el amo? En una escala del uno al diez, ¿cuanto le aborrecen en este momento?

O creen que fue justo ya que le habia advertido?

Mañana empezaremos la semana con el pie correcto, con un nuevo capítulo.

Hasta mañana. Bye.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora