Capítulo 7, Temporada 3

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Tenía los tirantes caídos y el escote en forma de corazón cubría mis costillas, bajo mi busto, y la cremallera abierta dejaba al descubierto mi espalda, y hasta el nacimiento de mis nalgas.

Estaba expuesta y dispuesta para él, pero el muy insensible me ignoraba. Se encontraba cómodamente sentado en el extremo izquierdo del sofá de cuero en su oficina del ala oeste en la mansión y yo aún más a gusto, recostada sobre el mullido sofá con la cabeza apoyada en su muslo.

A pesar de tenerme semidesnuda en su regazo centra su atención en una pantalla holográfica que sale de un dispositivo sobre el reposabrazos. Cuando llegue a traerle su té y me deslizo el vestido hacia abajo, al menos su mano derecha se dedicaba a mimarme. Sus dedos se hundían en mi cabello, rozaban mis labios, le hacían cosquillas a mi cuello y jugueteaban con mi busto, o sus palmas frotaban exquisitamente mis hombros y espalda. Pero esas yemas abandonaron mi piel para toquetear una pantalla fantasma que está literalmente en chino.

Me aburro. Yo estaba muy entretenida en el establo con Miriam dando de comer a los caballos, ¿Para qué me quiere aquí si no me va a hacer ni caso? Me di la vuelta para reclamar atención con la mirada pero no se dio cuenta, como un cachorro mimado tome su mano y la puse sobre mi cabeza pidiendo más caricias. Tuve su mirada y caricias sobre mí por lo que le tomo decir:

— ¡Se paciente! Estoy por acabar—volvió a sus asuntos. Resignada me entretuve jugando a pellizcar la piel sobrante en su codo, lejos de molestarlo esto parecía agradarle. Mis dedos se deslizaban lentamente hacia arriba por su brazo, hurgando la piel bajo su camisa y tome su silencio como un permiso para continuar, llegando mas arriba cada vez; hasta que al alcanzar mis dedos su hombro por debajo de la camisa, su mano sobre la tela me retuvo e invito a mis yemas a darse la vuelta.

Me dedico una fugaz mirada de reproche y volvió a su trabajo.

Ok, no quiere que le toque el hombro. Me concentre en su camisa, en los botones verde oscuro cosidos a la tela verde acua. Tenía los primeros dos ya desabrochados, yo juguetee con el tercero hasta conseguir desabrocharlo con disimulo. Kenji ya no prestaba atención a la pantalla, me veía calmo desabrochar uno a uno sus botones.

Conseguí abrirlos todos sin que opusiera resistencia, deliberadamente lento tome la camisa por el cuello y empecé a echarlo para atrás para quitársela. Sin inmutarse detiene mi mano y gentil aparta el agarre de mis dedos.

Suspiro frustrada con que mis iniciativas sean frenadas. Aun con la cabeza sobre su muslo empiezo a acariciar su pecho y abdomen por encima de la franela blanca de algodón, disfrutando de la visión de esa pequeña porción de piel que la franela no cubre y su cabeza ladeada sobre el respaldo, vigilando mi mano con los ojos entrecerrados.

Empiezo a toquetear su hebilla, tanteando y al ver que no dice nada le quito el seguro a su cinturón, muy despacio deslice el cuero fuera de los agarres en la cintura de pantalón y al sentirlo tan manso y cooperador, abrí también el broche y la cremallera.

Queriendo aprovechar la oportunidad me bajo del sofá para arrodillarme a sus pies e intentar bajarle pantalones y boxers, coopero de buen grado alzando del asiento las ceras pero al llegar más allá de la mitad de su muslo agarro con fuerza el pantalón por la bragueta impidiéndome continuar:

— ¡No!—confundida no supe que hacer.

Su expresión era neutra, no estaba enfadado ni contento. Esto se estaba tornando extraño.

Colocando mis dedos entre sus calcetines sobaba sus tobillos y pretendía ascender cautelosa por su pierna lampiña, pero apretó las pantorrillas contra el sofá tensándose.

— ¡No sigas!— ¿pero qué rayos pasa? ¿Sera que Kenji tiene el cuerpo bajo el traje deformado o con quemaduras, como el fantasma de la opera bajo la máscara? Porque esto ya es ridículo.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoWhere stories live. Discover now