Debido a ciertas razones de su pasado, Heesook, cree que el amor no existe y que tan solo es para personas idiotas, débiles e dependientes, por lo que ahora sólo se preocupa por sus libros y estudios.
Pero todo dará un drástico giro en su vida y en...
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— Dame — demande sin verlo, me encontraba muy sumida en la película.
— Abre la boca — Habló de la misma manera que yo, sin verme, mientras sostenía en su mano un puño de palomitas.
— Ahh... — Masculle abriendo la boca para que metiera las palomitas dentro — Tengo sed — Comento con la boca llena, esperando que mi amigo se levante y me busque algo para beber, pero solo me ignora.
Sin dudar pellizque con mis uñas su brazo, este no tardó en chillar y mirarme confundido.
— Te dije que tengo sed — Recalque con autoridad, mirándolo seria.
Este estaba a punto de reclamar, pero ambos terminamos dando un respingón al escuchar un grito desgarrador, en pocos segundos recordamos que aquel grito era de la película.
— Que tontos somos — Hable riendo, mientras observo a mi amigo, el cual está lleno de palomitas, bueno en realidad hay palomitas por lados — Tienes una palomita aquí — Señale con burla todo su cuerpo.
— ¿Enserio? — Se acercó a mí cabello, sonriendo jocoso, toma una y se la lleva a la boca.
¿Cómo rayos había llegado allí? Realmente, Nam es un desastre, me extraña que no rompiera el bol. Llevo una de mis manos a mi cabeza y siento como tengo un montón de palomitas.
— ¡Idiota hoy me lave el cabello! — Exclamé furiosa, frunciendo mis labios molesta.
— Tú nunca te lavas el cabello, mentirosa — Contraataco tirando unas cuantas palomitas a mi cara.
— ¡Claro que si lo hago! — Grite en mi defensa — Una vez... — Añadí, pero me interrumpe, Nam.
— Al mes — Se apresuró a decir y estalló en risas.
Me pongo de pie, tomó un puño de palomitas del suelo y se las tiró de la misma forma que, Nam lo hizo antes, mientras me cruzo de brazos frente a él de forma retadora.
— ¿Me estas retando? — Inquiere con una mirada divertida.
Yo asiento, sin dejar de mirarlo. En un acto rápido, Nam se abalanza sobre mí, tumbándome al suelo, quedando en horcajadas, mientras sostiene mis manos contra el piso y ejerce fuerza en sus piernas para retener las mías. Ya tiene experiencia cuando jugamos este tipo de juegos, sabe muy bien que si se descuida le puedo dar un mal golpe en su parte. Él sonríe victorioso y yo le saco la lengua.
— ¿Cómo puedo dejar de pensar en algo? — Suelto de repente, haciendo que el chico frunza sus cejas confundido.
Nam, me mira extraño y afloja su agarre de mis muñecas.
— La manera de olvidar algo o dejar de pensar en ello es distraerse — Responde en un tono neutro, sin dejar de mirarme — Una de esas maneras puede ser trabajando — Agrega.
