Capítulo Seis

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El grupo de Ahsoka continuaba su camino, ahora con más incertidumbres que antes. Todos eran conscientes de lo que les había pasado a sus otros compañeros y era inevitable sentir preocupación e impotencia. Confiaban plenamente en ellos, pero la confianza no debía confundirse con ignorancia. Todos, sin importar de donde fueran, sabían que en cualquier momento la guerra podía arrebatarles todo.

Ahsoka notaba la incomodidad de los twi'lek, y era algo normal, ella también había tenido hace poco una misión en Kiros, un planeta colonia de los togrutas, su especie. Aún tenía muy presente todo lo que había ocurrido, como el gobernador negoció con Dooku el traslado de su pueblo de manera temporal mientras los separatistas establecían una base. Lo peor resultó ser cuando descubrieron que toda la población había sido tomada por los traficantes de esclavos del planeta Zygerria. Había visto como los togrutas perdían su forma de vida, todo lo que habían logrado durante generaciones fue destruido en un día con la batalla que se produjo. Finalmente, consiguieron rescatarlos y reubicarlos en Kiros, pero el coste y la cicatriz que quedó fueron muy elevados. Por ese motivo estaba tan comprometida con la causa de Ryloth, sentía una gran empatía con su gente y no quería que sufrieran más, todo ello sumado a que, aunque no la conocía desde hace mucho, consideraba a Lilibet como una gran amiga.

La marcha seguía, y los blurrgs ya empezaban a dar síntomas de cansancio debido a la carga de todo el camino. Estaban a quinientos metros de las coordenadas que les habían dado. Decidieron desmontarse de los blurrgs y continuar el resto andando, sin llamar mucho la atención.

El ambiente estaba tranquilo, no se escuchaban ruidos extraños ni ningún elemento alarmante. Siguieron avanzando hasta llegar a una pendiente, poco prolongada pero bastante elevada. En el fondo vieron una especie de fábrica abandonada cuyo exterior se denotaba muy deteriorado. Se colocaron detrás de unas rocas para no ser vistos.

—¿Es este el lugar comandante? —preguntó Rex.

—Según nuestra información sí. ¿Conoces este sitio? —le preguntó Ahsoka a Lilibet.

—Nunca había estado por esta zona. Parece una antigua fábrica, de las que se utilizaban para la industria agraria.

—Recuerda que el otro punto al que fueron era una trampa. Tendremos que hacer un pequeño plan para entrar ahí.

Todos se sentaron en el suelo con el objetivo de idear un plan de contingencia en el caso que les esperara una trampa.

En ese momento se escuchó proveniente del cielo un sonido. Era como un silbido, un canto de alguna especie de animal. Los clones se llevaron las manos a los blasters por precaución, pero lo que bajo del cielo no parecía nada peligroso. Era un ave, de unos ciento cincuenta centímetros de envergadura, un color verde oscuro, pico ancho y marrón, y unas pequeñas garras y cola similares a las de un reptil.

El ave fue directa a Lilibet y se posó en su hombro, con una expresión de felicidad y comodidad.

—Vaya, has venido —dijo Lilibet.

El resto de integrantes se quedaron sorprendidos ante tal imagen a excepción de los twi'lek, que conocían la relación de Lilibet con esa criatura.

—¿Qué es eso? —pregunto Ahsoka.

—Es un gran amigo —respondió Lilibet.

—Nunca había visto nada parecido.

—Yo tampoco. Lo encontré herido cuando era prácticamente un bebé. Una nave se accidentó en Ryloth, no quedaba nada, salvo este pequeño. Debía estar cautivo por piratas espaciales o traficantes con el objetivo de venderlo. Desde entonces siempre estuvo conmigo y me acompaña a todos los lugares, es mis ojos en el cielo.

Star Wars: memorias de una padawanWhere stories live. Discover now