Capítulo Ocho

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El transporte iba a su máxima velocidad en dirección a la nave con la que habían llegado a Ryloth. Anakin le pidió a R2 que estableciera comunicación con la Orden para solicitar ayuda. No tardó muchos segundos hasta que consiguió una buena frecuencia.

—Vaya Anakin, espero que tengas buenas noticias —dijo Obi-Wan con cierta ironía.

Al otro lado de la transmisión estaban Mace Windu y Obi-Wan junto a la mesa holográfica donde se establecían las diferentes estrategias y misiones que se realizaban durante la guerra.

—Ehmm bueno, surgieron algunas complicaciones.

—No sé de qué me sorprendo.

—El tema es que necesito refuerzos, los separatistas están volviendo a atacar Ryloth y Ahsoka ha sido atrapada por Grievous.

—Uhmm, ¿Cuántos de ellos hay?

—Por el momento un único acorazado.

—Siento decírtelo Skywalker, pero ahora mismo no podemos enviar ningún tipo de apoyo. Todas nuestras fuerzas están esparcidas en distintos lugares de la galaxia en diferentes batallas —dijo Windu.

Tu misión será rescatar a tu padawan e intentar inutilizar ese acorazado —añadió Obi-Wan.

—Claro, claro, y sin ningún tipo de ayuda.

—Anakin sabes que la situación es delicada en todos los lugares.

—Hare lo que pueda.

La comunicación finalizó con una leve tensión. Obi-Wan sabía mejor que nadie la forma de ser de Anakin. Su antiguo padawan era impulsivo y algo insolente cuando respondía. A pesar de ello, confiaba en el plenamente y era una de las personas más leales que conocía.

Mientras tanto, Anakin seguía pensando que harían para infiltrarse en la nave enemiga.

—General, ¿hubo suerte? ¿tendremos refuerzos? —preguntó Rex.

—Me temo que no, tendremos que apañarnos como podamos.

Anakin se separó del resto de clones y se fue al otro extremo del transporte. Abrió su comunicador y realizó una llamada.

—¿Anakin?

—Padme necesito tu ayuda.

—¿Qué ha ocurrido?

—No tengo tiempo para explicaciones, pero necesito que nos consigas refuerzos y los envíes al sistema de Ryloth.

—Pero Anakin, eso no está dentro de mis competencias.

—Bueno, la Orden me dijo que no podían enviar nada y tú eres senadora, algo podrás hacer.

—Lo intentaré.

—Perfecto, estoy llegando ya a mi nave, confío en ti.

La comunicación finalizó sin que Padme pudiese decir nada más. Tal vez si la solicitud fuese hecha por otra persona se hubiese desentendido, pero no podía hacer oídos sordos si se lo pedía Anakin. De todos modos, era imposible que cualquier otra persona solicitase apoyo de guerra a una senadora de manera tan personal.

—Trespeó prepárate, nos vamos.

—¿Dónde senadora Amidala?

—A buscar ayuda.

Ahsoka permanecía en la celda junto a Lilibet intentando que esta volviese en sí. Necesitaba que se recuperase para salir de ese lugar lo antes posible, aunque la twi'lek no daba señales de volver del trance en el que se encontraba. Durante varios minutos trató de revertir el estado de su amiga, pero no consiguió nada. Ahsoka empezaba a frustrarse al ver que todo lo que hacía no tenía resultado. Comenzó a divagar en sus pensamientos, no sabía si los clones habían escapado de la fábrica, tampoco donde se encontraba su maestro y mucho menos cual era la intención de la nave en la que se encontraba, aunque esto último era bastante obvio. La culpa también se estaba adentrando en su interior, si hubiesen permanecido todos juntos quizás no tendrían que haber lamentado todo lo ocurrido o si hubiese estado con su maestro seguramente no estaría en esa situación.

Star Wars: memorias de una padawanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora