Capítulo Nueve

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El puente principal del acorazado estaba limpio de droides. Anakin y los clones habían conseguido deshacerse de todos, pero no tardaría mucho tiempo en aparecer más.

—Bien general, ¿qué es lo siguiente? —preguntó Rex.

Anakin se detuvo unos segundos para analizar toda la situación.

—Le daremos algo más de tiempo a Erredós para que encuentre a Ahsoka. Nosotros iremos a la sala de reactores para inutilizar todo esto y después destruirlo.

No tenían problemas para llegar, a lo largo de la guerra ya habían destruido varios acorazados separatistas y sabían perfectamente donde estaba el corazón de la nave. Tomaron uno de los pasillos adyacentes al puente y avanzaron a toda velocidad.

En el puesto de mando, Grievous había monitorizado todo lo ocurrido. Se encontraba impotente al ver como sus droides se habían convertido en chatarra inservible. Se levantó y en una posición pensativa dio la siguiente orden.

—¡Activad los droides comando y mandarlos contra Skywalker!

Uno de los droides pulsó un botón de color azul situado en los mandos principales. En ese momento comenzaron a accionarse los droides comandos, situados en la habitación de al lado. Se encontraban plegados en posición fetal y sujetados en la pared mediante unos soportes. Eran unidades más avanzadas y eficientes que los droides de combate, estando programados con tácticas de pelea mejoradas y mejor equipados. Tenían unos foto-receptores blancos que les permitían detectar a los enemigos cuando el nivel de visión era reducido. Podían utilizar una gran cantidad de armas. Las más comunes eran blasters, bastones eléctricos, lanzacohetes..., pero sobre todo destacaban por su vibroespada, la cual les permitía realizar combates cuerpo a cuerpo de manera muy ágil sin que los enemigos pudiesen reaccionar a tiempo. Salieron en fila de la habitación y comenzaron a buscar a Anakin.

Dentro de la celda Ahsoka ya se había repuesto mientras Lilibet aún seguía dormida. Los pocos minutos que había descansado eran más que suficientes y ahora su objetivo era saber cómo salir de ahí. Examinó todos los lugares; las paredes, el suelo, el techo..., pero no encontró ningún indicio que les permitiese salir. Se sentó con expresión de impotencia y en ese momento Lilibet se despertó. La twi'lek aún estaba confundida, pero no tardó muchos segundos en recordar todo lo ocurrido. En ese momento las lágrimas inundaron sus ojos y rompió a llorar mientras abrazaba a Ahsoka.

—Lo siento, siento todo lo ocurrido.

—Tranquila Lili, ya está todo bien. No has hecho nada malo.

—Pero mira lo que les pasó a todos. No fui capaz de hacer nada.

—Entiendo cómo te sientes. No podías hacer nada en esa situación, así que no tienes por qué culparte.

Lilibet seguía sin poder parar de llorar. Aunque Ahsoka le había ayudado a librarse de su estado de shock, seguía sin poder asimilarlo.

—Yo no debería haber salido de esa fábrica. Debí haber acabado como todos mis compañeros —dijo alicaída.

En ese instante Ahsoka le dio una bofetada lo suficientemente fuerte para que reaccionase, pero sin hacerle daño.

De repente la expresión de Lilibet cambió a una de asombro. El golpe que recibió le hizo calmarse y ordenar un poco sus pensamientos.

—¡No vuelvas a decir eso! —gritó Ahsoka—. Si algo he aprendido es que no debes morir por tus amigos, si no vivir por ellos.

Al oír esas palabras Lilibet estuvo a punto de volver a entrar en llanto, pero se contuvo y se limpió las pocas lágrimas que le quedaban en los ojos.

Star Wars: memorias de una padawanWhere stories live. Discover now